Es posible que para tratar de entender la relación del kirchnerato con el FMI, sea más útil recurrir a la psicología que a disciplinas a priori más afines a la temática que ocupa a dicho organismo internacional, como la economía o la politología.
Al menos, es lo que se deduce con la noticia conocida hoy: el gobierno recurrirá a la "asistencia técnica" del cuestionado ente para diseñar un nuevo índice de precios.
El asunto llama la atención por varios motivos. El primero, claro, es la reiterada postura de rechazo a cualquier intervención del Fondo en los asuntos locales asumida por las autoridades argentinas del más alto nivel, puesta de manifiesto en innumerables ocasiones y en todos los tonos, casi siempre altisonantes. Una demonización que incluso le ha servido al gobierno para granjearse indisimuladas simpatías en el arco "políticamente correcto" de la opinión pública. Habrá que ver qué opinan ahora esas voces.
Pero además de ello, el FMI no tiene entre sus funciones específicas la producción de estadísticas, de las cuales sólo se sirve para efectuar sus análisis. En términos de "expertise", como le gustó decir hoy al
El disfraz elegido para ornamentar esta decisión se recuesta en aspectos técnicos. Se trata, según se ha afirmado, de diseñar un índicador que represente la evolución de los precios en todo el país, dado que el actual abarca al Gran Buenos Aires, mientras que cada provincia elabora su propio índice. Esto es tan cierto como que el IPC elaborado ahora por el Indec es un "dibujo" y que su utilización es cada vez más insostenible.
Cualquiera que sea la forma en que el asunto se lleve adelante, es seguro que la inoxidable directora del Indec, Ana Edwin, seguirá luciendo su sonrisa lamarquiana (no digo gardeliana, para que no me acusen de sexista).