martes, enero 23, 2007

BRASILEÑOS DEVALUADOS


Viendo el campeonato sudamericano de fútbol Sub21, se me ocurre un comentario referido al desempeño de Brasil.

Si algo ha caracterizado históricamente al fútbol de ese país, es la calidad de sus jugadores. Quiero decir: en casi todos los equipos brasileños -y en particular, en sus selecciones- vas a encontrar por lo menos un par de tipos que lucen uno o más de esos atributos que motivan la admiración general: gambeta en velocidad, toque preciso, pegada exquisita, elegancia de desplazamientos. Los no-brasileños los venimos contemplando desde siempre como modernos Salieris, con una mezcla de admiración y envidia.

Como tantos otros, el fenómeno tiene ciclos de auge y depresión. Después de la era dorada 58-62-66 que culminó con aquella formidable máquina de 1970 (con Pelé, Rivellino, Tostao, Clodoaldo, Gerson, etc.: unos bebés...) vino el mediocre equipito del '74 (que pese a todo clasificó 4to.). Tras el rutilante scratch del 82 (¡Sócrates, Zico, Falcao, Junior: mamita!) eliminado por los tanos de Paolo Rossi, sobrevino otro período oscuro que me animo a extender hasta el '94, pese a que salieron campeones en Estados Unidos. Recordar aquella lánguida final empatada 0 a 0 con Italia, aún después del alargue, y definida por penales. Y en Alemania 2006 Ronaldinho, Ronaldo & Co. dejaron una imagen insulsa que se pareció mucho a un síndrome de decadencia.

La regla de excelencia se aplica también a los cuadros juveniles, donde casi siempre llaman la atención varios muchachines que hacen maravillas con la pelota (y que después terminan amargándonos en el nivel de adultos). Bueno, a eso iba: en el equipo que está jugando este sudamericano no parece haber ninguna figura de calidad superior. Se hizo mucho bombo con un delantero llamado Alexandre Pato, pero hasta ahora no mostró demasiado; y los demás tampoco terminan de convencer. Prueba de ello es que no merecieron siquiera los empates con Argentina y Chile, ya que en ambos partidos fueron superados con claridad (y los chilenos les igualaron pese a tener un hombre menos).

¿Habrá que creer que en los próximos años sobrevendrá una fase declinante del ciclo, y en consecuencia, no sufriremos tanto contra los verdeamarelhos? Mmmm...

(Nota: ilustro el post con una foto de Paulo Roberto Falcao, un jugadorazo que admiré muchísimo)

miércoles, enero 17, 2007

LA NUEVA JUGADA MAESTRA


El análisis de los turbulentos acontecimientos políticos argentinos ocupaba buena parte del tiempo a quienes en los setentas cursábamos estudios terciarios, cosa que también ocurría con la mayor parte de la sociedad de la época. El escepticismo del “que se vayan todos” era por entonces inimaginable, y mucho menos en los calientes corazones de quienes –pese a estar transitando por la etapa formativa de la vida- creíamos tener respuestas y soluciones para todo.

Dentro del ámbito universitario la Juventud Peronista era la agrupación predominante, encarnando allí las posiciones que el peronismo de izquierda sostenía en el contexto nacional. Sin embargo, desde abril de 1973 las cosas se pusieron difíciles para el sector, en la medida en que el líder del Movimiento iba trocando el calificativo de “juventud maravillosa” por el de “estúpidos imberbes”, aunque ellos parecían empeñados en desconocer tan drástico cambio. Con tozudez, preferían teorizar acerca de una supuesta “maestría” con la que Perón estaría maniobrando para desorientar a la derecha.

A propósito de esto, circulaba entre los estudiantes que no simpatizábamos con “la Tendencia” un cuento que se burlaba tan descarnada como premonitoriamente de la situación. Era más o menos así. Perón llama a un multitudinario acto en el estadio de River Plate a la “Jotapé”, que respondiendo con su habitual poder de convocatoria, colma las graderías con toda su militancia. Entonces, el líder ordena lanzar sobre los desprevenidos asistentes una cerrada descarga de metralla, de una manera tan contundente y sorpresiva que arrasa con todos ellos. Cuando cesa el fuego, Perón y López Rega recorren las tribunas para cerciorarse de la efectividad de su acción de exterminio, momento en que advierten que una de las víctimas todavía vive. Al acercarse, el muchacho malherido mira con admiración al líder y con el último suspiro alcanza a decirle: “¡General, qué jugada maestra!”

La parábola volvió a mi memoria en estos momentos en que, de un modo tan enérgico como súbito, dos jueces federales han puesto nuevamente en foco a las actividades criminales de la Triple A, involucrando además a la viuda de Perón en las indagaciones. Por ahora, la cosa no llega hasta Perón, aunque ello sería tan posible como justificable, cuestión ésta en la que coincido con la opinión de Alejandro Rozitchner.

Y es que este renovado brío judicial apunta a cerrar (según la visión de cierto “progresismo”) el círculo de la investigación de aquél período trágico de nuestra historia, abarcando las atrocidades de la dictadura militar y de la tenebrosa organización del “Brujo”. La nueva jugada maestra consiste en que de tal modo quedarán fuera de todo escrutinio sólo los miembros de las “formaciones especiales” y demás grupos que coprotagonizaron aquella orgía de violencia, muchos de los cuales están hoy dentro o cerca del oficialismo.

El sustento de la jugada es el criterio de la Suprema Corte de Justicia, según el cual para que un crimen sea considerado como de lesa humanidad, y por lo tanto imprescriptible, debe haber contado con el apoyo del aparato del Estado. Dado que las acciones (y sus efectos colaterales) de Montoneros, ERP y similares no tuvieron esa vinculación, quedan a salvo de toda revisión. Curiosamente, según esa postura, tampoco serían de lesa humanidad los hechos del 11-S ni los atentados etarras, entre otras lindezas.

Como se ve, aunque renieguen del General, aquellos jóvenes han conservado hasta hoy la picardía heredada de quien cierta vez los expulsó de la Plaza de Mayo.

Nota: La imagen que ilustra esta entrada fue tomada de http://www.seprin.com/portal2/archivo/24-03-2006.htm

martes, enero 09, 2007

DAÑO COLATERAL O EN TU CABEZA


La relevancia de la expresión “daño colateral” depende de la posición en la que uno se encuentre. Por caso, a fines de diciembre pasado seguramente ha significado algo muy distinto para los internautas que la leyeron al echar una mirada distraída a las noticias de la web, que para el joven ecuatoriano que escuchaba la radio en su auto estacionado en Barajas mientras esperaba a los familiares que iban a visitarlo. O que para esos mismos familiares, que quizá no encuentren suficiente consuelo en la tardía como incomprensible, casi burlona solidaridad etarra.

Hay más ejemplos, muchos. Daños colaterales sepultaron periodistas y diplomáticos chinos bajo los escombros de una embajada en Belgrado, troncharon las vidas de 156 chicos en una escuela de Osetia del Norte tomada por terroristas y acaban diariamente con 50 ó 60 personas (más o menos…) en lo poco que va quedando de Bagdad.

Por cierto, los desgraciados acontecimientos de la Argentina en los tristemente célebres setentas estuvieron plagados de daños colaterales. Cromagnon fue una terrible conjunción de los daños colaterales causados por la corrupción, la negligencia y la falta de responsabilidad.

El Negro Fontanarrosa hizo decir a uno de sus personajes que en el boxeo, el accidente no es un accidente: está previsto. O sea: si aceptamos que dos tipos intercambien a mansalva golpes de puño sobre sus respectivas testuces, no podemos sorprendernos porque uno de ellos termine siendo incapaz de peinarse sin riesgo para su ojo derecho.

Con los daños colaterales, pasa lo mismo. Si activaste una bomba capaz de derrumbar un edificio en un aeropuerto, después no vengas a lamentarte porque murieron personas diciendo que vos no querías matar.