viernes, octubre 31, 2008

Operación Traviata, bonus track


En el Epílogo de su libro sobre el asesinato de Rucci, Ceferino Reato aclara que no adhiere a la llamada teoría de los dos demonios, la cual asigna responsabilidades compartidas por los trágicos sucesos de los años setenta a militares y guerrilleros. El argumento es conocido y plausible: la barbarie perpetrada por la dictadura utilizando recursos del Estado no es comparable con nada.

Sin embargo, la propia lectura de su obra induce a pensar el asunto desde otra óptica. En efecto, tal como ellos mismos se encargaron de afirmarlo en innumerables oportunidades (y Reato da cuenta de ello), los montoneros perseguían la toma del poder para llevar a la práctica una política similar a la que se estaba instrumentando en Cuba. Para alcanzar ese objetivo, esgrimían la lucha armada como un elemento central, siguiendo el ideario plasmado por su admirado Ché Guevara cuando en 1967 resumió su concepción de la justicia con estas contundentes frases: "El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar”.

No hay motivos para creer que, una vez en el poder, aquellos jóvenes idealistas (en el sentido guevariano del término) habrían cambiado de metodología. Por el contrario, y ya que -al igual que a sus enemigos militares- las vidas y las libertades de los demás nada les importaban, se infiere que habrían seguido avanzando en su propósito de eliminar a sus opositores, valiéndose (con efectividad, frialdad y odio intransigente al enemigo) de los medios del Estado.

Es esta última una afirmación incomprobable. Pero estoy convencido de que fueron dos los demonios que nos sumieron en el infierno de aquellos terribles años.

miércoles, octubre 29, 2008

La contrarreforma, cap. 3


  • La historia

En términos de la historia económica, la configuración de lo que hoy llamamos la seguridad social o el estado de bienestar (esto es, un sistema gubernamental de jubilaciones, de servicios de salud y educación y de asistencia a desempleados) es un fenómeno bastante reciente, ya que data de mediados del Siglo XIX. En las sociedades primitivas, los problemas de la vejez y -en general- los derivados de la imposibilidad de trabajar eran afrontados mediante la conformación de familias numerosas, en las cuales los hijos iban asumiendo las funciones de los miembros mayores y de los afectados por alguna incapacidad. Luego, y durante muchos siglos, fue el turno de la caridad, ejercida por individuos o por organizaciones (como la Iglesia), en tanto que en el medioevo surgieron los sistemas mutualistas y de seguros.

Tal vez muchos se sorprenderían si supieran que el primer antecedente del estado de bienestar no fue instaurado por un luchador social, sino por un aristócrata nacionalista y monárquico, el alemán Otto von Bismarck (1815-1898), quien para colmo fue un enemigo acérrimo de los socialdemócratas que con el correr del tiempo adoptarían programas en esencia no demasiado diferentes al suyo. Paradojas de la vida.

Ya en el Siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, estos mecanismos proliferaron en las naciones de la llamada Europa Occidental (mientras en la parte Oriental primaba el estatismo absoluto de tipo soviético) hasta alcanzar un desarrollo notable, al amparo de las políticas keynesianas que posibilitaron el firme resurgimiento de sus economías.

Sin embargo, y tal vez por aquello de "nada es para siempre", los sistemas empezaron a tener problemas debido a cuestiones tales como el envejecimiento de la población (proporciones cada vez mayores de viejos deben ser atendidos con los aportes de los trabajadores), surgidas en buena medida -otra paradoja- de los avances científicos en materia de salud. En particular, los planes jubilatorios, de reparto, comenzaron a ejercer por esta causa una fuerte presión sobre los presupuestos fiscales.

En Europa el asunto está lejos de haber sido resuelto aún. Cada tanto, algún intento por modificar el esquema -por ejemplo, procurando extender la edad de jubilación- genera rechazo social y severos conflictos. El problema es que tu haber jubilatorio actual no depende de cuántos años ni de qué montos has aportado, sino de los aportes que ingresan hoy al sistema.

  • La caricatura

En la Argentina, el sistema jubilatorio estatal, junto al problema del envejecimiento poblacional, padeció por una evasión estructural y por la utilización que la política hizo de sus fondos para financiar al fisco, hasta que ambos -fisco y sistema- colapsaron con estrépito a fines de los ochenta. La alternativa fue la reforma sancionada en 1994, que instituyó el sistema de capitalización.

La idea era superar las restricciones del régimen de reparto con un mecanismo en el que los fondos irían a cuentas individuales de los trabajadores, administradas por empresas privadas, las AFJP. Como efecto indirecto pero no por ello menos importante, se buscaba generar un mercado de capitales de largo plazo, apuntando a financiar planes de inversiones que sostuvieran el crecimiento económico.

El sistema tenía fallas de diseño -una de ellas, el desfinanciamiento estatal por la derivación de los aportes jubilatorios- que, por supuesto, se hubieran podido corregir (y en algunos casos, así se hizo). Pero sufrió especialmente por los problemas de la economía nacional desde fines de los años noventa. Las carteras de inversiones de las AFJP, en particular, resultaron muy castigadas por decisiones oficiales que no repararon en las consecuencias de largo plazo tratando de apagar los incendios.

En 2007, el gobierno abrió la puerta para que los afiliados a las AFJP que quisieran traspasarse al sistema de reparto, lo hicieran. Comprometió en ello una intensa campaña publicitaria, en la que se involucró el por entonces presidente de la Nación, aunque sin preocuparse en aclarar los motivos por los cuales denostaba al sistema que había apoyado en la década precedente. Pese a semejante despliegue, varios millones de afiliados -testigos de las penurias de sus padres como beneficiarios del sistema de reparto- optaron por quedarse en el de capitalización.

Pero esos votos no fueron suficientes. Con declamado paternalismo, el kirchnerato decidió protegerlos, y para ello se apresta a confiscar tanto el flujo de sus aportes como los activos que administran, sólo administran, las AFJP. Las consecuencias de la decisión, en un entorno de pánico determinado por la crisis internacional, están a la vista. Pocos días después de afirmar que el mundo ha vivido equivocado, la administración de Cristina Fernández parece no poder salir de la sorpresa que le causa lo que a nadie, fuera del gobierno, sorprende.

Del otro lado, la oposición no insufla espesor al debate. Pseudo-opositores del tipo de María América González o Claudio Lozano plantean divergencias, si se quiere, instrumentales, apresurándose a declarar sus coincidencias ideológicas con la estatización. Como si la ideología fuera lo que motiva al gobierno. Otros, como Lilita Carrió, claman contra un despojo, cuando en los noventa consideraban al sistema de capitalización una estafa.

¿Es una ingenuidad esperar a que alguna vez llegue el momento en que nada menos que el problema de cómo hacer que sobrevivan las personas que ya no pueden trabajar -que de eso se trata, no de ideologías- se discuta en nuestro país con el sano objetivo de encontrar paliativos? Mientras tanto y ante ese ejemplo ¿deberíamos sorprendernos al saber que unos jóvenes torturan a un matrimonio de jubilados para robarles unos pocos billetes?

¿Es fantasioso pensar que los gobernantes consideran que no existen para ellos límites de ninguna naturaleza? ¿Debe sorprendernos, entonces, que en las calles, en los reclamos sindicales, en las demandas de justicia, prime la prepotencia, la fuerza antes que la razón, en suma: la ley de la jungla?

Link: Economía del envejecimiento, en el EMVI.

martes, octubre 28, 2008

Una historia, dos finales


La noticia, pese a ser frecuente, no deja de resultar agobiadora. Siete jóvenes, de entre 18 y 26 años, involucrados en un trágico accidente de tránsito en Buenos Aires: tres muetros, dos heridos graves. Tengo hijos de esa edad, no puedo menos que pensar en ellos.

Los chicos viajaban muy rápido en un Renault Megane, a las cinco y pico de la mañana, por la avenida Santa Fé, y se estrellaron contra un contenedor (o "volquete") de una obra en construcción, que estaba depositado en la calzada junto a la acera, entre Laprida y Anchorena.

Es algo desolador. Las vidas de tres chicos tronchadas, las de otros dos al borde del abismo. Un comisario que declara que "ese volquete no tenía que estar ahí". Alguien que afirma que el volquete se desplazó diez metros a consecuencia del impacto. Testigos-acusadores que aseguran que en la zona hay varios contenedores estacionados como ese.

De pronto, pienso que -como en una película- el final de la historia podría haber sido distinto.

Quizá de esta manera:

Ramón avanza por Anchorena aferrado al manillar de su bicicleta. Son más de las cinco de la mañana y tiene que llegar a tiempo al bar del Abasto en el que se gana la vida. Más tarde va a acompañar a su mujer a la consulta del ginecólogo: lo más probable es que ella esté embarazada del hijo de ambos. Su primer hijo. El semáforo de Santa Fé está en verde, y Ramón se alza presuroso sobre los pedales, mientras imagina la carita de ese chango que está por venir. Quizá por eso, distraído, no alcanza a ver al Renault Megane que acomete contra él desde su derecha. Hay un chirrido de gomas, un ruido sordo, un grito: "¿Qué hiciste, boludo?" Ramón no lo escucha, no puede escuchar: está inmóvil sobre el asfalto, y de su boca emerge un hilo de sangre.

¿Cuál de los dos finales, el real o el imaginario, es el más triste?

domingo, octubre 26, 2008

Nostalgias de un poeta salteño


Tarde de domingo que, quizá debido a las ausencias (por fortuna, temporarias) se me vuelve nostalgiosa.

Busco en la laptop archivos de MP3 y me reencuentro con los poetas folklóricos, en las voces de Falú, Los Trovadores (del Norte, los que le gustan a mi amigo Zeta), la Negra Mercedes. Vuelvo a escuchar los versos que me conmovían en mis tiempos juveniles y no tanto, en especial los que fueron paridos por la fecunda pluma del salteño Jaime Dávalos (1921-1981).

Y vuelvo a conmoverme, como entonces, con sus versos sencillos.

Versos de canciones románticas como la Tonada del viejo amor, en cuya glosa previa declara:

No le prometas a nadie que nunca lo olvidarás
porque el amor es eterno y nuestra vida, fugaz.

O como los de La Nochera:

Ahora que estás ausente
mi canto en la noche te lleva.
Tu pelo tiene el aroma
de la lluvia sobre la tierra

Versos como pinceladas que retratan el fluir del río Paraná desde la selva misionera hacia la llanura pampeana, el río de la Plata y el mar:

Hijo de las cumbres y de las selvas
que extenso y dulce recibe el mar

Sangra en tus riberas el ceibo en flor
y la pampa verde llega a beber
en tu cuerpo lacio donde el verano
despeña toros de barro y miel.

Poesía que canta a las tragedias cíclicas, como en Juanito Laguna se salva de la inundación:

El islero siente resignadamente
que su pobre vida
queda acorralada como su ranchada
sobre un albardón,
su suerte está echada en esta anegada
soledad perdida,
en donde la lluvia de invierno diluvia
y la sudestada mantiene empacada
la furia inocente de la inundación.

o en la Zamba de los mineros:

La zamba de los mineros
Tiene sólo dos caminos
Morir el sueño del oro,
Vivir el sueño del vino.

Astor, por un chino y dos brasileños (en domingo)

Sergio y Odair Assad son unos hermanos brasileños que han conformado uno de los dúos de guitarras más reconocidos en todo el mundo. Luego de dar, durante su niñez, numerosos conciertos en su país natal, debutaron siendo adolescentes en Nueva York en 1969, inaugurando lo que sería una brillante carrera internacional. Han abarcado desde el repertorio tradicional brasileño hasta el clásico. Tienen una hermana menor, Badi, también guitarrista.

Astor los conoció en octubre de 1983 en el departamento parisino de un amigo común, José Pons, donde ellos interpretaron -con gran nerviosismo- su arreglo de "Escolaso", uno de los tangos que integran la "Suite troileana". Piazzolla quedó tan impresionado con el talento de los brasileños que al poco tiempo les escribió especialmente su "Tango suite" para dos guitarras. Cuando estaba por terminar esta composición, envió la partitura para que la revisara a su guitarrista Oscar López Ruiz; éste encontró la obra "difícil y complicada, pero perfectamente tocable para virtuosos como los Assad".

Los hermanos han tocado, entre otros, con Gidon Kremer y Fernando Suárez Paz. En el video que les dejo en este domingo, lo hacen con el gran chelista Yo-Yo-Ma, que ya visitó P & M tiempo atrás. Interpretan otra obra de la "Suite troileana", titulada "Zita" en homenaje a la esposa de Aníbal Troilo.



Link: Biografía de los Assad en el sitio web Guitarreando.
Fuente: Astor Piazzolla, su vida y su música, de María Susana Azzi y Simon Collier. El Ateneo, Bs.As. 2002.

jueves, octubre 23, 2008

La contrarreforma, cap. 2

No pretendo ser original, porque este video ha proliferado en la blogosfera, pero me pareció importante dejarlo asentado en el blog.

Se trata -como el lector ya habrá adivinado- de la opinión que, con su habitual capacidad de anticipación, el fundador del Justicialismo expresó en noviembre de 1973 sobre una medida de nuestra presidente. Vale la pena escuchar al General.


miércoles, octubre 22, 2008

Por fin una buena

Entre tantas noticias desalentadoras (que la crisis financiera, que el manotazo de Cristina a las AFJPs, que el cubanismo de Fabiana), por fin apareció una buena.


Eso. No jodan con Russo.

Aprendiendo de los que saben



El gobierno provincial inaugura unas jornadas de cooperación con la embajada de Cuba. Es una magnífica noticia, ya que no cabe duda que tenemos mucho que aprender del gobierno de ese país caribeño. Se me ocurrieron varios temas sobre los cuales los funcionarios cubanos pueden dictar cátedra: respeto al pluralismo político y libertad de expresión son dos de ellos. También nos pueden enseñar acerca de cómo racionar los alimentos, según lo que se puede leer acá. Del "hombre nuevo" guevariano no creo que tengan ganas de hablar, a estas alturas.

Es posible que más adelante el gobierno de Fabiana Ríos quiera intercambiar experiencias con otros países exitosos, como Venezuela, Irán o Corea del Norte. Será difícil que el bolivariano afloje unos petrodólares, ahora que el precio de ese commodity está en baja, pero quizá pueda dedicar algunas horas de discurso -lo cual no parece costarle demasiado- a explicarnos la historia de la humanidad. Con Irán podríamos aprender, por ejemplo, a respetar a las minorías (ya que en ese país no existe el problema de la homosexualidad, según ha declarado su líder) mientras que los norcoreanos nos instruirían sobre cómo afrontar una hambruna.

Después de todo, el saber no ocupa lugar. Entre tanto, ensayemos la pachanga.

martes, octubre 21, 2008

La contrarreforma


El gobierno nacional va a anunciar una suerte de contrarreforma a las jubilaciones, traspasando los fondos del sistema de capitalización -manejado por las AFJPs- al de reparto en manos del Estado.

Es evidente que el gobierno consideró al momento actual como políticamente propicio, ya que urbi et orbi y a caballo de la crisis financiera, justificado o no, florece el discurso pro intervención estatal.

La cosa se asemeja mucho -al menos, por lo que se sabe hasta ahora- a una nueva confiscación de ahorros (los aportes de los afiliados a las AFJPs) por parte de un Estado voraz e insaciable. Uno puede inferir esto porque la decisión no parece ser producto genuino de una postura política (me resisto a llamarla ideológica, pero si Ud. quiere, hágalo), ya que si así fuera, esta administración pudo haberla tomado en cualquier momento del período de cinco años y medio que ya lleva en el gobierno. Por cierto, la verborragia anti-noventas que previsiblemente ahora le va a servir para argumentar en favor de esta medida, nunca fue un recurso al que el kirchnerismo dudara en recurrir. Tampoco le faltaron los apoyos de Moyano, los industriales de la UIA y las Madres/Abuelas que con seguridad hoy estarán en la tribuna oficialista.

Haciendo un poco de memoria, uno piensa en las condiciones deplorables en que se encontraba el sistema de reparto cuando se produjo la reforma de 1994. En aquel momento, yo creía que la nueva propuesta podía funcionar siempre y cuando el gobierno no encontrara la forma de meter mano en el sistema, como había ocurrido tantas veces en nuestra historia. Después, vino el Cavallo de 2001 para obligar a las Administradoras a invertir en papeles poco confiables, y ahora ocurre esto.

El blog del Abuelo nos recuerda las lindezas del sistema pre-reforma, como el 82% de los jubilados cobrando "la mínima", las inequidades presentes e intergeneracionales y los engaños vía subdeclaración de aportes. El de Lucas Llach propone una alternativa interesante y da ideas sobre cómo "moderar el atraco".

Entre tanto, no es posible perder de vista que con esta contrarreforma, el gobierno incorporará una nueva fuente de ingresos, con la promesa de brindar a los beneficiarios (de alguna manera hay que llamarlos) futuros unos haberes dignos. Es una apuesta fuerte, en un país en que el Estado también promete que a cambio de los impuestos y aportes que percibe dará seguridad, educación y salud universales, no obstante lo cual los ricos optan por vigiladores, colegios y clínicas privadas, mientras el resto de la población (incluidos, claro, los pobres) no tiene más remedio que contentarse con los deteriorados -eso sí, gratuitos- servicios estatales. O con nada.

Esperemos que no pase algo similar con las jubilaciones. Pero vuelvo a pensar en el estrepitoso fracaso en que, a todas luces, había caído el sistema de reparto quince años atrás, miro el presente y me acuerdo de la amarga frase tanguera: "Ya gastamos las balas, y el fusil".

lunes, octubre 20, 2008

Operación Traviata


La primera impresión que me dejó la lectura de "Operación Traviata", del periodista Ceferino Reato, fue similar a la que me produjo "Nadie fue", de Juan B. Yofre: recordarme el carácter casi fantástico de aquella atmósfera de salvaje violencia que nos envolvía a los argentinos en los años setenta, de lo cual -constituyendo una brutal paradoja- casi no nos dábamos cuenta. Una época de asesinatos, atentados y secuestros a mansalva perpetrados con la excusa de la puja política, en una sucesión aluvional que parecía interminable.

El caso del que se ocupa Reato tuvo como consecuencia la muerte del secretario general de la poderosa Confederación General del Trabajo (CGT), José Rucci, y ocurrió el 25 de septiembre de 1973, dos días después del triunfo del General Perón en las elecciones presidenciales. El autor responde al subtítulo del libro ("¿Quién mató a Rucci? - La verdadera historia") argumentando con abundante documentación y citas que el crimen fue responsabilidad de Montoneros, la célebre organización guerrillera, y que su autor material fue Julio Iván Roqué, alias "Lino" o "Martín" o "Matías", por entonces número seis de la conducción de la Orga.

No es que esto sea una novedad, ya que entre las hipótesis que se barajaron sobre la autoría del hecho, la que le atribuía la misma a los montoneros fue siempre la más aceptada. Lo que torna llamativo a este libro es que, por un lado, nunca hubo una investigación consecuente del asesinato (a diferencia de lo que ha sucedido con otros crímenes de esa etapa) y que la dirigencia guerrillera jamás asumió su responsabilidad, cuando no había tenido inconvenientes en reconocerla (o más aún, se jactaba) en otros episodios de parecido calibre, como el asesinato del general Aramburu con que hicieron su entrada en escena en 1970.

El quid de la cuestión es que Montoneros supo enseguida que había cometido un tremendo error político, al pretender con el asesinato de un hombre de máxima confianza de Perón, desafiar la autoridad del Viejo y presionarlo para negociar espacios de poder. Nada menos que a Perón... De ahí, entonces, el hermético silenzio stampa (como diría el Coco Basile) al respecto, que llega hasta hoy.

La mezcla de ingenuidad y soberbia de aquellos iluminados veinteañeros, queda expuesta con nitidez a través de las páginas de un libro que se lee con interés. Desfilan por ellas, además de muchos muertos y de los dirigentes de la guerrilla aún vivos (Firmenich, Vaca Narvaja, Perdía), los nombres de varios jóvenes idealistas de entonces que hoy ocupan posiciones expectantes en el gobierno nacional. Lo terrible es descubrir en muchos de ellos una falta total de autocrítica, y hasta una no siempre solapada justificación -en base al sacrosanto idealismo, claro- de la tragedia de la que fueron coprotagonistas junto con sus enemigos (el concepto de adversario político casi no existía por entonces).

Creo que es un libro para recomendar a los jóvenes que, en estos tiempos, tienen fácil acceso a una visión recortada de aquella época, alentada desde lo más alto del poder actual, presumo que con fines expiatorios para unas conciencias quizá atormentadas.

domingo, octubre 19, 2008

Sábado a la noche, cine

En este fin de semana, hago una pausa con el tango y dejo mis comentarios sobre dos interesantes películas.


Tengo para mí que un buen western siempre resulta en un grato momento para todo cinéfilo. Y "Entre la vida y la muerte" lo confirma

La película es entretenida, contiene todos los elementos clásicos del género y cuenta con el soporte de un elenco muy solvente y una buena dirección. El excelente Ed Harris, que además es el director, compone a uno de los protagonistas con una economía de gestos muy apropiada para su sheriff expeditivo y simplón. Su fiel asistente es encarnado por un Viggo Mortensen capaz de transmitir en forma notable, sólo con sutiles miradas y silencios, las vivencias de su personaje, mientras que Renée Zelwegger está muy bien en su papel de una muchacha que sobrevive como puede en un medio social tan árido como el ámbito geográfico. Mención especial para el gran Jeremy Irons en su rol de villano execrable.

Me acuerdo de las palabras con que comenzaba la legendaria serie televisiva de vaqueros "El Cisco Kid" que jamás me perdía al volver de la escuela: esto es aventura, esto es romance. Creo que sintetizan lo que un western debe tener, y este lo tiene.

* * *


Esta película sobre la vida de la cantante francesa Edith Piaf centra su foco en el ser humano, antes que en el mito. Se ocupa, entonces, de su infancia y adolescencia desgraciadas en un entorno social complejo, de su búsqueda del amor, de su necesidad -compartida con tantos otros genios torturados- del reconocimiento de sus contemporáneos. En este último aspecto no le fue mal, por cierto, ya que el público, y en especial el francés, la elevó a la categoría de ídolo indiscutido.

El guión elije a su relación con el boxeador francés Marcel Cerdan como la que marcó la huella más profunda en la vida sentimental de la Piaf, que en la vida real tuvo numerosos amantes, entre ellos a Yves Montand, Georges Moustaki y Charles Aznavour, quienes aquí no aparecen mencionados. Tampoco hay referencias a la época de la Segunda Guerra Mundial, cuando existen testimonios de que "el gorrión de París" colaboró con la resistencia.

El film se desarrolla sobre la base de una serie de continuos "flashbacks" que a veces amenaza con desconcertar al espectador, pero la trama está bien descripta. De paso, ese ir y venir en el tiempo permite apreciar el fenomenal desempeño de la protagonista Marion Cotillard, cuyas sucesivas caracterizaciones y la carnadura que da al personaje me parecen de lo más destacable de la película. De hecho, la Piaf de la temprana decadencia (murió a los 47 años, estragada por una cirrosis y su adicción a la morfina) está compuesta por la actriz con una intensidad que impresiona.

lunes, octubre 13, 2008

Acuerdos acordados

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La noticia le hace a uno enarcar una ceja. Parece que el gobierno provincial ha acordado con un gremio que este último no va a cometer un delito, como lo es -supongo- la ocupación violenta de un edificio público.

Quizá satisfecho con ello, el gobierno provincial se compromete a no cometer otro delito, como lo es -supongo- la persecución laboral. Como si esto fuera poco, las autoridades afirman que van a cumplir acuerdos previos. De manera que uno puede pensar que los acuerdos con el gobierno provincial en principio no habrán de cumplirse, salvo que los funcionarios ratifiquen el propósito de hacerlo mediante un acta.

Creo que me estoy poniendo viejo.

Los invictos siempre saben


Los periodistas deportivos, quizá obligados por la necesidad de llenar espacio en la multitud de programas televisivos que los tienen de protagonistas (a ellos, no a los deportistas...) han desarrollado una capacidad para emitir juicios -que no opiniones- fenomenal. De un tema mínimo y/o insignificante pueden extraer horas de chacoteo (u océanos de tinta, si el medio es gráfico) cubriendo por completo la franja semanal. Si Riquelme estornudó cuando salía del entrenamiento, ello puede ser interpretado como una molestia con el cuerpo técnico porque no se sintió abrigado como correspondía.

Tanta verborrea los ha erigido, a fuerza de ejercerla, en jueces capaces de conocer siempre qué hubiera sido lo más adecuado en el momento preciso. Nadie sabe si Martín Liberman, por nombrar a uno cualquiera de "los invictos" (como los llama con ironía el director técnico uruguayo Oscar Tabarez) le sabe pegar a la pelota con tres dedos o si - como es muy probable- por lo general impacta el balón con la canilla asignándole un destino incierto. Pero él estará siempre dispuesto a explicar con lujo de detalles la manera en que Carlitos Tévez debería haber acomodado el cuerpo para evitar que su remate saliera desviado por centímetros.

Una vuelta de tuerca de este fenómeno reapareció ayer en los medios, luego del partido entre Argentina y Uruguay. La cuestión fue que el seleccionado albiceleste habría caído en la trampa del rival, que propuso un partido trabado para contrarrestar el potencial mejor juego nuestro. Palabra más o menos, eso dijeron los invictos de los principales medios.

Propongo otra visión del asunto. Ubíquese el lector como protagonista de un partido de fútbol en que el cuadro contrario, como lo hizo ayer el uruguayo, apela no a una supuesta y sutil "trampa" sino, para decirlo claro, a la violencia desembozada. No sé qué haría usted, pero yo apretaría los dientes y me dispondría a aguantar y meter a mi vez la pierna con mucha fuerza. Sobre todo si del otro lado se me viene alguno de los delicados muchachos que portan con justificado orgullo la blusa celeste, tales como Diego Pérez o Eguren. Es posible que en ese menester perdiera mi apostura o mi destreza (en caso de tenerlas) y mi capacidad para generar juego se diluyera paulatinamente.

Que un partido caiga en el grosero intercambio de patadas, como ocurrió el sábado, se puede impedir mediante un arbitraje solvente. Calidad por completo ajena al impresentable juez paraguayo que recién amonestó al susodicho Pérez a los 40 minutos del segundo tiempo.

El equipo no jugó bien, salvo esa ráfaga de los primeros quince minutos (con "liga" incluida, ya que el primer gol vino tras un rebote en el cuerpo del árbitro que le dejó la pelota servida a Riquelme). Pero de no haber recurrido a la pierna firme, quizá ahora los invictos estarían cantando loas a la tradicional garra charrúa que les permitió llevarse los tres puntos.

(La imagen de este post es de La Nación.)

viernes, octubre 10, 2008

Canchero argentino


Ante la crisis financiera estadounidense, la reacción de nuestro gobierno -empezando por la Presidente- mostró el inocultable ADN argentino. Fue ni más ni menos que una canchereada.

Así, después de no poder disimular su ideologizado regocijo ante la situación, la Sra. de Kirchner no se privó de dictar cátedra de economía con el tono más altisonante posible. "El plan B lo tienen que hacer ustedes", fue una de sus frases-insignia, descerrajada en el Consejo de las Américas, que se sumó a aquella mítica definición del efecto jazz que habría sido pergeñada, según parece, en charlas con su antecesor y su entorno más íntimo en el lobby de un hotel neoyorquino.

Pero no fue sólo cosa del momento, ni un arrebato de raíz, digamos, emocional. Las declaraciones posteriores, tanto de la Presidente como de sus principales voceros ministeriales como son Massa, Randazzo y Fernández (el ministro de Justicia, que es el que habla de estos asuntos, no su homónimo y ultraparco colega de economía) demostraron que aquella postura canchera se basaba en la convicción de que ni siquiera una brisa desprendida del virulento tornado financiero llegaría a estas lejanas playas. Nuestro modelo, según las máximas autoridades, garantizaba el blindaje de la economía, o poco menos.

Sin embargo, el relato -como le gusta decir a la jefa del Estado- comenzó a diverger de la realidad a ojos vistas. Hasta que ayer, por primera vez, desde el máximo nivel político se reconoció que la crisis va a producir un impacto.

Ahora que las señales despertaron a las autoridades de su ensoñación autárquica, el foco oficial apunta a 2009: año electoral. Es decir, un año en que la caja (ese ídolo cuyo altar es el único ante el cual se arrodilla la pareja gobernante) no puede verse amenazada. Sin caja, el kirchnerismo no sabe hacer política, porque sus métodos son la compra o el disciplinamiento, en lugar de la negociación o las alianzas.

Con los precios de los commodities en baja y sin financiamiento externo (la iniciativa de pagar al Club de París para acceder a esa fuente pasó a ser inútil, porque financiamiento no va a haber), las herramientas de política fiscal se debilitan. Es cierto que hay un buen nivel de reservas, pero los pronósticos de todos los analistas acerca del comportamiento de la economía real no son optimistas. En caso que tengan razón, ello va a tener un efecto negativo sobre la recaudación tributaria. Y si se mira la cuenta consolidada del Estado nacional y los provinciales, el pesimismo no puede menos que aumentar.

El problema es que no parece haber siquiera un plan C. Hay, sí, iniciativas aisladas aún difusas, como la que apunta a lograr la repatriación de capitales. Que en el sector privado hay preocupación lo demuestra el encuentro que algunos caciques industriales argentinos tuvieron con sus pares (es una manera de decir) brasileños. Pero la sensación presente es que el gobierno pasó de la sonrisa canchera a la mueca de pánico con mucha rapidez. Esperemos que en lugar de recurrir al viejo y gastado recurso retórico de la campaña antiargentina, logre retomar muy pronto el equilibrio y empiece a actuar, en un contexto internacional donde la calma parece haber caído en el mismo abismo que devoró al Lehman Brothers.

(La imagen es de Isidoro Cañones, personaje de historieta creado por el dibujante Dante Quinterno que representó a la perfección al tristemente célebre canchero porteño.)

domingo, octubre 05, 2008

Afiche

Hoy, domingo, vuelve el tango a P & M. Esta vez no lo hace junto al gran Astor, sino de la mano de uno de sus letristas más exquisitos, Homero Expósito, autor además de maravillas como "Maquillaje", "Chau, no va más" y "Naranjo en flor".

La "rareza" de hoy consiste en que se trata de un video en el que José Larralde interpreta "Afiche", cuya música es de Atilio Stampone. Para los jóvenes o para los que sin serlo, no conocen la trayectoria del Pepe, diré que se trata de un cantante folklórico de quien no conozco que haya hecho otra incursión por el ritmo del dos por cuatro que esta. Agregaré que Larralde, desde su aparición a mediados de los años sesenta, constituye un caso notable de perdurabilidad que resulta muy llamativo por el hecho de haberse mantenido alejado del los circuitos comerciales masivos. En todo ese tiempo, hizo escasísimas presentaciones televisivas como la de este video, y sin embargo mantiene la fidelidad de un público que lo idolatra.

Su temática preferida es la de la milonga surera (música representativa del ámbito rural de la provincia de Buenos Aires), aunque también ha difundido ritmos patagónicos como el loncomeo y ha incursionado en la música del Litoral argentino. Actuó en Europa y es muy reocnocido en diversos países de América Latina. Su "Herencia pa' un hijo gaucho" vendió más de cinco millones de placas.

No puedo evitarlo, cada vez que escucho esta, su versión de Afiche, termino con un nudo en el pecho. Que lo disfruten.