jueves, septiembre 08, 2011

Tato y el ministro Barú budú budía



El neoprogresismo filokirchnerista (perdón por el abuso de neologismos) parece haber descubierto hace poco que Tato Bores -fallecido en 1996- no tuvo ante el gobierno del Proceso la actitud confrontativa que ellos hubieran esperado. En una reciente emisión del inefable engendro "6-7-8" pergeñado por Diego Gvirtz,  se editaron comentarios vertidos en otro programa televisivo del mismo productor,  "Duro de Domar"  por los periodistas Pablo Marchetti (uno de los directores de la revista "Barcelona") y Mariano Hamilton, azuzados por el conductor Daniel Tognetti,  en los que descalificaban al actor por su actuación en aquella época.  La edición de 6-7-8 fue aprovechada por el ministro Florencio Randazzo, en su nuevo rol de aprendiz de Aníbal Fernández, para incorporar unas paladas de materia excrementicia al pastiche.

Uno no se imagina  con facilidad qué acciones pudo haber desplegado el celebrado cómico para contribuir a que ese gobierno de asesinos detuviera su gestión criminal. Su hijo Alejandro esboza algunas en su respuesta a Randazzo publicada en Clarín. Por mi parte, arriesgo que la fantasía de estos tipos consiste en que Tato hubiera debido arengar a las masas  proletarias (que a la sazón sólo habrían estado aguardando una señal para iniciar la revolución), las cuales, empuñando metralletas y arrojando cócteles molotov, hubieran procedido a expulsar a los militares del poder. De haber actuado, Tato y otros hombres "que tenían una enorme responsabilidad",  de manera diferente en 1978, no hubiéramos sufrido la desaparición de tantos miles de personas, dijo -palabras más o menos- el revolucionario Randazzo, olvidando quizá agregar que asimismo se podrían haber recuperado las Malvinas y hasta hubiéramos triunfado en el Mundial de 1982.

Sin embargo, lo que ocurrió fue que Tato se estaba ganando la vida con su trabajo, como tantos millones de argentinos de entonces, entre ellos otros artistas populares, tales como Alberto Olmedo y Juan Carlos Altavista, por citar sólo a dos. (Digresión: se me ocurren otros casos de ciudadanos que trataban de hacer sólo su trabajo en aquellos tiempos cruentos, como  los abogados que ejercían la profesión, por ejemplo en el lejano sur patagónico, ejecutando a deudores fallidos).

Y lo hacía, Tato junto a sus libretistas, con un manejo tan sutil del humor y la ironía que conseguía burlar la censura de los militares. Aunque alguno de ellos algo debe haber intuido, porque en 1979 apareció una bomba -con el detonador desconectado-  en el palier del edificio donde el cómico vivía.  Es curioso, hoy el neoprogresismo parece tener la misma ramplona falta de perspicacia de aquellos militares para advertir la ironía en los monólogos del actor. De lo contrario, no se explica que el libelo editado contenga, como si fuera una prueba irrefutable de la infamia denunciada, un fragmento antológico de una supuesta conversación telefónica de Bores con Videla, en tiempos en que la junta militar estaba por designar a Viola como su sucesor, en el que el personaje responde al dictador: " Eso quiere decir que pronto vamos a elegir presidente. Ah, nosotros no... Quiere que le diga, muy bien pensado, porque cada vez que lo elegimos nosotros, no nos dura nada".

Aunque, analizándolo un poco más,  es comprensible que esta gente carezca de la sensibilidad necesaria para apreciar el humor político televisivo, ya que el género ha desaparecido de las pantallas hace tiempo. Les falta práctica.

En 1992, el programa de Tato sufrió la censura por un embate de la jueza María Servini de Cubría, quien trató de evitar una emisión en la que se la iba a mencionar con tono crítico. El cómico no se arredró y tras un tiempo, con mediación de la justicia incluída, logró que los contenidos finalmente se publicaran. Pero, entre tanto, un grupo de personalidades de las artes y el periodismo, le brindó un fuerte respaldo, grabando un video burlón donde no la llamaban por su nombre sino como "la jueza Barú buru badía".

Me parece oportuno recordarlo ahora, cuando otro personaje del poder se ensaña con él, porque aparecen allí algunas personas como Horacio Fontova, Víctor Heredia, Víctor Hugo Morales y Alejandro Dolina que en la actual circunstancia, siendo que el agravio está potenciado por la imposibilidad fáctica de que el agraviado ejerza la  defensa propia, no han salido nuevamente a respaldarlo. Como suele ocurrir en nuestro país, mismo problema, distinta vara.

(Gracias a Zeta y Luisito)