viernes, diciembre 24, 2010

domingo, diciembre 19, 2010

Astor y el euphonium

  1. Tuba tenor, bombardino o eufonio. Llámese como se llame, ese broncíneo instrumento está asociado en el imaginario colectivo a las orquestas sinfónicas, las bandas de marcha y ciertos grupos de jazz. Ni por asomo se le ocurriría a uno vincularlo con el tango, algo que en general sucede con todos los bronces (a excepción del clarinete, bastante empleado en las primeras formaciones tangueras, así como en el trío de Panchito Cao, "Los muchachos de antes").
  2. El pianista y arreglador Greg Anderson ha "visitado" este blog junto con su partner Elizabeth Roe, con una muy hermosa y original interpretación de Libertango (ver aquí).
  3. Ahora, P & M trae a sus fanáticos, gracias al aporte de mi amigo Zeta, una excelente conjunción de los "factores" antedichos. Se trata de una maravillosa y sorprendente versión de Oblivion, de Astor Piazzolla, a cargo del dúo formado por el piano de Anderson y el eufonio de Carl Berdahl. El arreglo es bellísimo y Berdahl, con su virtuosismo, ratifica lo apropiado del nombre de su instrumento, que significa "voz dulce". Que lo disfruten.


(Gracias, Zeta)


lunes, diciembre 13, 2010

El límite de las mentiras



La editorial Zagier & Urruty está especializada en la temática patagónica y antártica, publicando colecciones de cartografía, guías para viajeros e historia de la región. A esta última pertenece "El límite de las mentiras", del autor argentino  Gerardo Bartolomé.

Se trata de una biografía de Francisco Pascasio Moreno, conocido como El Perito, un personaje al que -como tantos otros- la historiografía ha mantenido en un plano secundario. De su trayectoria el argentino promedio sabe bastante poco (como ocurre, por ejemplo, con Piedra Buena), al punto que me atrevo a decir que una gran mayoría apenas lo recuerda de un modo más o menos difuso como nuestro representante en las negociaciones con Chile de principios del siglo pasado, por cuestiones limítrofes. Ese perfil es tan real como insuficiente, ya que la intensidad de su vida aventurera y la pasión con que acometió sus responsabilidades hubieran justificado un enfoque más atento.

En buena medida, el libro de Bartolomé viene a cubrir esa brecha, con un reseña novelada de los principales acontecimientos que signaron su trayectoria. Al terminar la lectura, uno se queda con una imagen del protagonista que supera en mucho a la conocida,  determinada por la foto de sus últimos años, que lo muestra con la barba encanecida y un sereno aire doctoral.

Moreno, por el contrario, fue un torbellino que abrazó con idéntico fervor la actividad científica y la función pública. En el primero de esos campos, obtuvo reconocimientos y premios internacionales, fundó la Sociedad Científica Argentina y fue el creador y primer director del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Fue funcionario de los gobiernos de Avellaneda y Roca, quienes apostaron por su amplio conocimiento de la región patagónica y sus dotes de avezado negociador.

Realizó múltiples expediciones a los inhóspitos territorios patagónicos y  estuvo más de una vez a punto de perder la vida a manos de los indígenas, episodios que el libro relata con profusión de datos. Sin embargo, esas dificultades no le impidieron ganarse la confianza de mapuches y tehuelches, por quienes mucho hizo en la medida de sus posibilidades. También lo respetaron y ayudaron de modo decisivo los esforzados y escasos pobladores no aborígenes de la región, entre ellos los colonos galeses de la incipiente Trelew de aquellos años.

Varios son los personajes que la novela describe en su transcurso. Uno de ellos es el italiano Clemente Onelli, fiel y eficaz asistente de Moreno tanto en el museo platense como en sus viajes por el sur. También caciques bravíos y poderosos como Sayhueque (quien facilitó su huida después que un consejo de capitanejos lo había condenado a muerte) e  Inacayal. La otra figura que resalta en el relato es la del General Roca, cuya visión estratégica y dotes de tiempista le permitieron, en 1881, inducir a Chile a firmar un tratado de límites (aprovechando la coyuntura derivada del conflicto de la nación trasandina con Bolivia y Perú), para  luego postergar la resolución de las cuestiones pendientes hasta la época de su segunda presidencia en que la Argentina había logrado equiparar el poderío naval de su vecino.

El título de la obra refiere a las múltiples "mentiras patrióticas" que tanto los chilenos como los argentinos llevaron a cabo durante las negociaciones por la demarcación de los límites, que fueron desde la desembozada falsificación de mapas y cartas hasta el desvío de un río a pico y pala.  Por cierto, la reseña derriba el mito de la  victimización argentina, al evidenciar  que las maniobras y engañifas provinieron de ambos lados.

Es un libro interesante que se lee con fluidez y constituye una prueba de la riqueza histórica de la Patagonia, a la que el cine nacional, lamentablemente, aún casi no le ha dedicado su atención.

   





 

viernes, diciembre 10, 2010

Indoamericano



La economía no está en recesión como hace nueve años, sino que crece. Pero al igual que en los innombrables noventa, el derrame no se verifica: el pobrerío vuelve a representar algo así como un tercio de la población. Esto con un gobierno que dice centrar su acción en la redistribución de la riqueza.

Emergentes del modelo nac&pop latinoamericanista y derechohumanista ocupan un parque público, el Indoamericano, en la capital del país. Como diría el locutor de Les Luthiers, los acontecimientos se precipitan. En cuestión de minutos se genera un capitalista mercado inmobiliario, en el que los precios de los lotes (!!!)  oscilan entre $ 800.- y $ 3.000.- Claro, el problema llega pronto, al momento de la toma de posesión, porque hay quienes consideran que ciertos títulos son imperfectos. El asunto genera algunos roces, llamémoslo así, situación a la que en poco tiempo se agregarán los vecinos del lugar.

Entre tanto, la policía federal "recupera" el predio y lo entrega a la ciudad. Pero ésta no consigue "retenerlo" cuando la marea vuelve a fluir. Los jueces rotan. Uno de ellos ordena entregar (a los ocupantes ilegales del espacio público) alimentos y ropa. Otro ordena a las fuerzas federales que vuelvan a actuar. El jefe de gabinete reflota una teoría por la cual, seguramente, muy pronto será declarado por la Facultad de Derecho de la UBA como el máximo exponente de las ciencias jurídicas en el país: no se acatan las órdenes judiciales de cumplimiento imposible. El juez de la entrega de alimentos vuelve a pedir, ahora por la pacificación de la zona.

Los acontecimientos siguen precipitándose, tanto que ya parece el diluvio universal. El cuentito de la presidenta que se había moderado con la viudez duró un mes y medio, hasta el discurso de hoy. Ni un paso atrás, interpreté yo que dijo, en pos del objetivo de pulverizar a Macri, aunque en el medio haya que lamentar efectos colaterales. Por supuesto, la balacera recrudeció,  sin discriminar entre bolivianos y ambulancias. Por su parte, el abogado del émulo de Madonna Quiroz que fue filmado hoy mientras disparaba hacia donde estaban los intrusos, afirma que el revolver era de juguete, y que su cliente estaba defendiendo a sus familiares (que son los jefes de la barra brava de Huracán) con ese supuesto chumbo de plástico.

Hay un olorcito muy fuerte a aceitada operación peronista en el fondo de todo esto. Al menos, las imágenes televisivas a mi me hicieron acordar a diciembre de 2001. Sólo faltaba el supermercadista chino llorando sobre las ruinas de su negocio. Claro que hay además otros ingredientes no menos inquietantes, como el narcotráfico que busca entronizarse en la zona aledaña (si es que ya no lo ha logrado), la incompetencia congénita de los políticos y la patética incapacidad de la justicia.

Tal vez yo esté hoy un poco deprimido, pero si todo esto no es signo de  decadencia, ¿la decadencia dónde está?


(La foto es de Perfil.com)

miércoles, diciembre 01, 2010

Seguridad y progresismo



La seguridad de los ciudadanos no es un tema que figure en la agenda del autodenominado pensamiento nacional & popular. Al contrario, su sola mención merece la descalificación fulminante del progresismo vernáculo, catalogando de autoritario o -con menos eufemismo- hasta de fascista a quien lo haya hecho.

Hace unos pocos años, Juan Carlos Blumberg -padre de un joven asesinado por una banda-  solía aparecer  en los medios de comunicación motorizando el enojo popular por las crecientes  frecuencia y virulencia de espisodios criminales. Los bienpensantes toleraron a duras penas el espectáculo de las multitudinarias movilizaciones que su prédica generó, hasta que finalmente tuvieron su revancha. Cuando se supo que el hombre no era ingeniero, como se había presentado, su estrella se apagó tan velozmente como se había encendido, mientras el progresismo redondeaba su diagnóstico secuencial: partidario de mejorar la seguridad, falso ingeniero, fascista. Él y quienes lo escucharon y/o lo siguieron, todos en la misma bolsa. A otra cosa.

Sin preocuparse por quedar, objetivamente, alineados con la absurda argumentación oficialista de la "sensación de inseguridad", los predicadores nac & pop no sólo no han variado su postura, sino que la han consolidado. El andamiaje argumental sobre el cual se paran está sostenido, bueno es recordarlo, por el juez Eugenio Zaffaroni, miembro de la Suprema Corte de Justicia. La profundidad de esta concepción ha llegado al extremo de naturalizar el uso de una palabra, represor, para calificar a los criminales de la última dictadura militar, con lo que se asocia no demasiado subliminalmente a la represión del delito -una función esencial del Estado de derecho y de sus organismos de seguridad-  con las prácticas aberrantes de aquellos asesinos y torturadores.

El asunto viene a cuento a raíz de las acciones emprendidas la semana pasada por las autoridades brasileñas en las favelas de Río de Janeiro, procurando restablecer el control del Estado en las áreas que estaban bajo el dominio de los narcotraficantes. Puesto en blanco sobre negro: se trató del empleo de efectivos policiales y militares por parte del gobierno de centroizquierda, para reprimir con contundente energía a la delincuencia, empleando armamento sofisticado, vehículos blindados y helicópteros.

No escuché comentarios de nuestros quizá un tanto atrasados transversales al respecto. No es sorprendente, ya que en realidad casi nunca se refieren a Lula, ese ex obrero industrial cuya gestión -que se reivindica como progresista-  ha tenido ciertas características que a ellos parecen incomodarlos. Más fácil les resulta  regodearse con la casi cotidiana verborrea de Chávez, el mandamás de un país cuyos niveles de criminalidad vienen creciendo a un ritmo febril.


La imagen pertenece al portal  Boston.com.  Para ver más (impresionantes) fotos de la represión a los narcotraficantes de Río de Janeiro, pulsar aquí.