martes, noviembre 23, 2010

Ahora, el Fondo



Es posible que para tratar de entender la relación del kirchnerato con el FMI, sea más útil recurrir a la psicología que a disciplinas a priori más afines a la temática que ocupa a dicho organismo internacional, como la economía o la politología.

Al menos, es lo que se deduce con la noticia conocida hoy: el gobierno recurrirá a la "asistencia técnica" del cuestionado ente para diseñar un nuevo índice de precios.

El asunto llama la atención por varios motivos. El primero, claro, es la reiterada postura de rechazo a cualquier intervención del Fondo en los asuntos locales asumida por las autoridades argentinas del más alto nivel, puesta de manifiesto en innumerables ocasiones y en todos los tonos, casi siempre altisonantes. Una demonización  que incluso le ha servido al gobierno para granjearse indisimuladas simpatías en el arco "políticamente correcto" de la opinión pública. Habrá que ver qué opinan ahora esas voces.

Pero además de ello, el FMI no tiene entre sus funciones específicas la producción de estadísticas, de las cuales sólo se sirve para efectuar sus análisis. En términos de "expertise", como le gustó decir hoy al impresentable ministro Boudou (el mismo que opinó hace poco que la inflación sólo afecta a la clase media alta), hay varias instituciones con pergaminos más robustos, tales como las oficinas oficiales de estadística de Canadá, Francia o Gran Bretaña. Y, si se prefiere a una institución latinoamericana, las de México y Brasil también son muy prestigiosas (no, la de Venezuela no es muy respetada).

El disfraz elegido para ornamentar esta decisión se recuesta en aspectos técnicos. Se trata, según se ha afirmado, de diseñar un índicador que represente la evolución de los precios en todo el país, dado que el actual abarca al Gran Buenos Aires, mientras que cada provincia elabora su propio índice. Esto es tan cierto como que el IPC elaborado ahora por el Indec es un "dibujo" y que su utilización es cada vez más insostenible.

Cualquiera que sea la forma en que el asunto se lleve adelante, es seguro que la inoxidable directora del Indec, Ana Edwin, seguirá luciendo su sonrisa lamarquiana (no digo gardeliana, para que no me acusen de sexista).

martes, noviembre 16, 2010

La distancia entre la teoría y la práctica



"Durante muchos años enseñé teoría económica. Me gustaría pensar que me he ganado la vida honestamente, pero a veces tengo mis dudas". La frase pertenece a Joan Robinson, la economista británica que introdujo -entre muchos otros aportes-  la teoría de la competencia imperfecta, y me vino a la mente tras los recientes escandaletes registrados en el Congreso nacional en torno a la ley de presupuesto público para el año próximo.

Y es que por algún tiempo, al igual que ella (salvando las abismales, inconmensurables distancias) procuré que los chicos del Colegio Nacional de Ushuaia  aprehendieran las características que hacen que el presupuesto sea considerado como la "ley de leyes". Con lo que yo suponía un noble fin, peroré una y otra vez acerca de su rol como herramienta fundamental para la planificación, administración y control de la actividad estatal.  Insistí con sus características de expresión financiera del plan del gobierno y con su función de asignador de los recursos del Estado a la satisfacción de las necesidades de la sociedad.

Convencido de la veracidad de mis afirmaciones, les explicaba a aquellos adolescentes que el debate del proyecto enviado cada año por el Poder Ejecutivo implica un ejercicio casi sublime de participación democrática. Les decía, palabras más o menos, que cuando en la instancia legislativa ese proyecto es analizado, discutido, modificado y -finalmente- aprobado, se concreta en la práctica el derecho del pueblo para establecer (a través de sus representantes legítimamente elegidos) las prioridades del Estado en materia de gastos para el funcionamiento de sus distintas dependencias y el desarrollo de infraestructura, así como para obtener mediante impuestos y otras formas de financiamiento, los fondos necesarios para atenderlos.

Creo que terminaba señalándoles que el documento es de cumplimiento obligatorio para el gobierno, y que ningún gasto puede ejecutarse si no está allí contemplado.

La realidad me desmintió la semana pasada de un modo terminante. Por un lado, el Ejecutivo no admitía ni el cambio de una coma a su proyecto,con argumentos que llegaron al disparatado extremo de requerir que se respetara el duelo de la Presidenta otorgándole el presupuesto que pedía... Por otra parte, algunos integrantes de la oposición aprovecharon el momento para dirirmir una interna partidaria, mientras otros tronaban con denuncias de presiones oficialistas, como si se tratara de algo inédito.

Lo más probable es que para el próximo ejercicio el gobierno funcione con una prórroga del presupuesto 2010. Ello le permitirá disponer a discreción de la recaudación impositiva que excederá lo previsto para este año, en buena medida como consecuencia del proceso inflacionario. Desde el arco opositor, sin embargo, no parece haber disposición para hacer valer su mayoría imponiendo un mecanismo para que en tal caso, se obligue al gobierno a debatir en el Congreso el destino de esos fondos excedentes.

Quizá alguno de mis alumnos de antaño se acuerde hoy de mis clases. Espero que piense que fui apenas un ingenuo...

(La imagen de Joan Robinson pertenece al sitio EMVI)

jueves, noviembre 04, 2010

Inflación y relato



Amado Boudou se graduó en economía en la Universidad de Mar del Plata, con un promedio distinguido (8,19). Luego, consiguió un magister y un doctorado en la Universidad del CEMA. Actualmente, funge como ministro de economía en el gobierno nacional.

Ayer declaró que la inflación no es un tema importante, y que en todo caso afecta a la clase media-alta. Lo cual merece algunos comentarios, a saber:

  • La frase implica el reconocimiento de que la Argentina padece inflación, algo que hasta ahora el gobierno se empeñaba en negar apelando a cualquier recurso, incluyendo la manipulación de las estadísticas.
  • Su afirmación contradice toda la teoría económica escrita, lo que involucra -por supuesto- a la que el ministro ha estudiado con algún provecho, según se infiere de sus títulos de grado y posgrado.
  • Los economistas tienen fuertes divergencias en el campo del "deber ser", pero suelen coincidir en el plano del "ser". La inflación es un ejemplo de lo segundo: hay consenso en que es un fenómeno que afecta ante todo a los perceptores de ingresos fijos, o sea a los asalariados y jubilados. Y que en un contexto de fuertes aumentos en los precios de los alimentos, las personas con menores ingresos resultan aún más perjudicadas, ya que son las que deben asignar la mayor parte de sus recursos a ese tipo de bienes.
  • En cuanto al "deber ser", las diferencias tradicionales (mientras los ortodoxos recomiendan medidas monetarias, los heterodoxos prefieren las herramientas fiscales) parecen cosas del pasado. Hay poquísimos países en el mundo que padecen el flagelo, lo que induce a pensar que los hacedores de política económica urbi et orbi saben cómo deben ser las medidas para combatirlo con eficacia. Algunas excepciones: Zimbabwe, Venezuela, Argentina. En América Latina, Brasil, Chile y Uruguay son ejemplos de economías que crecen sostenidamente y con tasas de  inflación nulas o muy bajas.
  • Conclusión inevitable: el ministro pretende subestimarnos, por no decir que nos trata de idiotas. Ello, como corolario de la premisa básica de este gobierno: lo que importa es el relato.