martes, abril 24, 2007

Presentación en la Feria del Libro de Buenos Aires

Todos sabemos que la Argentina es un país generoso. El próximo jueves 26 esa frase hecha confirmará su vigencia, ya que desde las 18:00 horas tendrá lugar la presentación de "El Supérstite" en la Feria del Libro de Buenos Aires.

Varios familiares y amigos han amenazado con acercarse, y yo espero de todo corazón que cumplan, porque -ironías aparte- será para mi otro momento emotivo, como cuando lo presenté en Ushuaia. Confieso que siento algo de orgullo al saber que la figura del querido don Odino será rescatada en ese ámbito.

La cita es a las 18:00 horas, en el stand Nº 305 de la Editorial de los Cuatro Vientos, donde estaré hasta las 19:00 (después de esa hora seguramente andaré por las cercanías, pero deberé cederle el lugar al autor siguiente). A los despistados les recuerdo que la Feria tiene su sede en el predio de la Sociedad Rural, en Palermo (estación del subte "Plaza Italia").

Referencias: Sitio oficial de la Feria del Libro * Sitio de la Editorial de los Cuatro Vientos

lunes, abril 16, 2007

Soberbia



"Telerman es un riesgo que tengo que correr". Elisa Carrió

"El tema de la Capital es una elección de alcaldes." Roberto Lavagna

"El pueblo ecuatoriano aprendió a confiar en nosotros". Rafael Correa

miércoles, abril 11, 2007

El regreso de los muertos vivos


Algunos abandonaron este valle de lágrimas hace unos doscientos años, otros lo dejaron sólo hacia el final de la centuria pasada. Uno de los más conocidos entró en su última morada apenas unos meses atrás.

Sin embargo, todos ellos parecen regresar del más allá para coaligarse en una feroz campaña antiargentina; sí, otra más.

Esos obcecados ortodoxos, esos salvajes partidarios del capitalismo, esos fundamentalistas del mercado insisten en conspirar. Lo hacen con la prédica disolvente que los caracteriza.

Esa que les hacía sostener que si la autoridad monetaria no controla la cantidad de dinero, habrá inflación.

La misma con que afirmaban que los controles de precios derivan tarde o temprano en desabastecimiento.

La lucha contra estos peligrosos muertos viene de antaño, incluso desde antes que muchos de ellos nacieran.

Por caso, ya el emperador Diocleciano (245-316) emitió su “Edictum de maximis pretiis rerum venalium” para fijar precios máximos a más de 1.300 productos, estableciendo además un castigo que reíte de los malos modales de cierto funcionario argentino actual: “Si alguno tiene la osadía de actuar contra lo dispuesto en esta norma, será condenado a la pena capital”, advertía el edicto. Pese a ello Diocleciano no logró su propósito, pero eso es otra historia.

Tampoco se trata de un combate limitado a los países poco o nada desarrollados.

En Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, funcionó una oficina de control de precios a la cual los empresarios debían pedir autorización para aumentar. Claro que como eso era bastante difícil de conseguir así como así, esos pícaros primero disminuyeron la calidad de los productos que elaboraban, y luego comenzaron a llevar a los funcionarios estatales unas estructuras de costos con las que demostraban que sin aumentos iban a tener que cerrar sus fábricas. La oficina empezó a ceder poco a poco, hasta que todo terminó diluyéndose.

Pese a estos antecedentes, nuestro país resiste. Ahí están la maraña de subsidios cruzados, las tarifas congeladas, los malabares del Banco Central. Si esto no fuera suficiente, la imaginación criolla inventará otros recursos, como la “zona de exclusión” para la comercialización de carne en Buenos Aires que parece estar hoy en ciernes. Y en caso extremo, siempre se podrá azuzar a los muchachos de pasamontaña y garrote para que ejerciten su verba disuasiva.

Esos muertos volverán a morir, no lo dudemos.

P.D.: Gracias a

lunes, abril 09, 2007

Todo es según el color del cristal con que se mira



“Yo no soy el celador de Sobisch”, dice el Ministro del Interior, tras sostener que cada provincia es dueña de su poder de policía. Sin embargo, mantiene la presencia de efectivos de la Gendarmería en la provincia de Santa Cruz. Son situaciones diferentes, supongo.

“Tiene que irse”, alude a Sobisch el gremialista Hugo Yasky. Desde el palco cercano asiente Aníbal Ibarra. Sí, el que no renunció por los muertos de Cromagnon, pero no es lo mismo.

“Es una barbaridad lo que ha ocurrido en Neuquén”, declara Hugo Moyano. El chofer de su sindicato suele disparar a mansalva en las aglomeraciones, pero no vas a comparar: el propio Madonna explicó que lo hace para evitar males mayores.

“La verdad es que la vida de nuestro compañero no vale 40 pesos”, rechaza una docente fueguina la decisión del gobierno provincial de no descontar el día de paro. Eso es: no hay que mezclar las cosas. Muy distinto es, por dar un ejemplo cualquiera, tratar de aprovechar un acto en conmemoración de los muertos de Malvinas para hacer un reclamo salarial.

lunes, abril 02, 2007

Bajo un manto de neblina


Es difícil saber por qué no estuvo allí.

Quizá porque los hechos conmemorados no ocurrieron en la por él añorada década del setenta ni en sus denostados noventa, sino en aquellos tempranos ochenta en que, al tiempo que consolidaba su prosperidad como abogado especialista en ejecutar deudores, tal vez ya imaginaba un futuro en la política. Si así fuera, parece comprensible: a nadie le gusta atizar los rescoldos de viejos remordimientos.

O tal vez haya sido para preservarse de un reclamo sectorial que -en caso de haberse concretado- hubiera resultado tan irrespetuoso para los muertos y ex combatientes como su magna ausencia.

No lo representó su esposa, quien sin embargo cumplió ese papel hace unos días, en Ecuador y Venezuela. Cuestión de prioridades. O de respeto por las instituciones: después de todo, en el acto de Ushuaia estuvo el Vicepresidente de la Nación, que como todos sabemos es el segundo al mando…

En todo caso, llama la atención que alguien aparentemente tan visceral como él, capaz de justificar y hasta de alardear de su propia desmesura, haya tomado una decisión acerca de un tema como la recordación del episodio de Malvinas, basado en el más frío y especulativo cálculo de costos y beneficios.

Cuando tarde o temprano vuelva a tronar desde el atril, será bueno recordar que hoy, en el momento en que debía asumir una de las responsabilidades inherentes a su cargo, el hombre dijo “Yo, argentino”.

(La imagen fue tomada del sitio web "Discovery Falklands")