jueves, abril 30, 2009

El oxímoron de los descontrolados



Primero fue el consorte, diciendo que en caso de una victoria de la oposición el país retrocedería a la situación de 2001. Ahora aparece ella, la Presidenta(e), para -lejos de morigerar o suavizar la barrabasada dicha por su marido- afirmar que el próximo 28 de junio "está en juego la estabilidad democrática". Entiéndase bien: la mandataria ha sostenido que un acto que constituye la esencia de la democracia, como lo es una elección, derivará (si no gana la lista que a ella le gusta) en un gravísimo daño para las instituciones democráticas.

El disparate de marras se podría encuadrar en la definición que la Real Academia Española brinda de la palabra "oxímoron": combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido.

Me temo que esta gente, presa del pánico, ha perdido el control.

martes, abril 28, 2009

De necesidades y herejías

(click en la imagen de la noticia, para agrandar)

Hubo un momento en que el kirchnerismo se embanderó con la "transversalidad", pero la necesidad lo lanzó más temprano que tarde a los brazos -pegajosos, asfixiantes, pero poderosos- del otrora denostado "pejotismo".

Ahora, la energía estatista ejercida, por citar un par de casos, con el Correo oficial y Aerolíneas Argentinas, deja paso a una suerte de "gestión de buenos oficios". Las empresas en problemas que pidan ayuda gubernamental no pasarán a manos del Estado; en cambio, los funcionarios saldrán a buscar comprador.

Parece que la plata no alcanza. Y entonces, se confirma el refrán: la necesidad tiene cara de hereje. Entre tanto, algunos empresarios del palo tal vez se estén frotando las manos.

lunes, abril 27, 2009

¿Gualeguaychú fue? (o sinrazones para morir en una Custom 150)


La noticia da cuenta de la muerte de un motociclista el pasado domingo en la ruta 136, en cercanías de Gualeguaychú. El dato geográfico no es menor: el hombre, de 33 años, se estrelló contra un acoplado que bloqueaba la carretera en apoyo de la protesta que los lugareños -movilizados en una suerte de asamblea permanente- llevan adelante contra la instalación en la margen opuesta del río Uruguay de una planta de pasta de celulosa.

Llaman la atención algunas reacciones. Por ejemplo, que ninguna autoridad se comunicara cuanto antes con los familiares de la víctima, y que tampoco lo hicieran los miembros de la asamblea. Antes bien, uno de sus dirigentes (Juan Ferrari) se preocupó sólo por la repercusión política del asunto, apresurándose a deslindar responsabilidades: "Si hay un culpable, dijo, es el Estado ausente ante el reclamo de la gente. El corte es por causa de que el Estado ignora el problema". Curiosa (alguien podría usar otra palabra: canallesca, por ejemplo) manera de desmarcarse de la muerte de una persona, proviniendo de una agrupación que dice que su única motivación es la defensa de la vida.

Ahora falta que se corran del centro del escenario los políticos que -como Alfredo de Angeli, Jorge Busti y Vilma Ripoll- anduvieron pavoneándose por allí unas pocas horas más tarde. Todos ellos, según parece, más dispuestos a abogar por un tal vez impersonal "futuro de nuestros hijos" que por los muy concretos tres hijos de la víctima que se quedaron sin padre en la madrugada de este domingo.

Otra parte llamativa del reporte periodístico es la afirmación de que la moto se desplazaba a alta velocidad. No se trataba, recordemos, de una poderosa Kawasaki de 2000 c.c. sino de una muy modesta Motomel Custom 150, un vehículo de baja cilindrada que, en su mejor prestación, podría circular como máximo a unos 90 ó 95 km/h. ¿Es eso alta velocidad? ¿O será un dato deslizado con la intención de culpabilizar a la víctima en forma, digamos, subliminal?

En materia de asignar culpabilidades, y en caso que lo del "Estado ausente" no funcione, el Sr. Ferrari aún podría remontarse al Siglo de Oro español y argumentar, como en una célebre obra del Fénix de los Ingenios, que "Gualeguaychú fue".

(Nota: este post inaugura una nueva Categoría en P & M: País de locos)

jueves, abril 23, 2009

Pedido de ayuda


Por razones profesionales necesito datos actualizados sobre el mercado laboral. Con una ingenuidad inaceptable para un tipo de mi edad, hurgué en el sitio del Indec en busca de las bases usuarias de la EPH, con (obvios) resultados negativos. Intenté, entonces, conseguir la información del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones (SIJP) a la que hasta no hace mucho se accedía desde el portal del MECON, pero no sé si me estoy poniendo demasiado viejo y no acierto a encontrarla, o si "manos anónimas" la han escamoteado.

¿Alguien de la blogosfera podría darme una pista al respecto? ¿O deberé admitir que, como se empeñan en afirmar los medios de ánimo destituyente, el nuestro se ha convertido en un país sin estadísticas económicas? Desde ya, agradecido.

miércoles, abril 22, 2009

La ninfa inconstante


La sensación que tengo es que, en materia de lecturas, estoy llegando tarde.

Me pasó hace poco al leer "La muerte de Amalia Sacerdote", y sentir que estaba arribando con demora al mundo del policial-negro. Por lo cual me propuse leer muy pronto alguna de las obras maestras del género, quizá de Chandler (mi amigo Zeta me lo ha recomendado). Asignatura pendiente, en suma.

Y me vuelve a pasar ahora, tras terminar "La ninfa inconstante", respecto de la obra de su autor, el cubano Guillermo Cabrera Infante. No sólo por tratarse de su novela póstuma publicada en 2008, tres años después de morir por causa de una septicemia, en un hospital público de Londres en el que había sido internado para tratar una fractura de cadera. Siento que me he demorado en abordar alguna de sus obras más reconocidas, como la famosa "Tres tristes tigres" (de 1964).

El estilo de Cabrera Infante es muy atractivo, en especial por sus juegos de palabras, la profusa riqueza de sus citas ("Estás lleno de citas", le dice tal vez con hastío la ninfa al narrador-coprotagonista) y el hábil manejo de la técnica de "flash-back". Pero eso no es lo que más me gustó de este libro, sino otro aspecto que forma parte de mi, llamémoslo así, campo de intereses. Se trata de la impronta del migrante, en este caso de alquien que ha dejado su terruño no por elección (Cabrera, antes censurado por la dictadura de Batista, acompañó a la revolución castrista al comienzo para terminar exiliado, o peor que eso: desterrado), quien en el tramo final de su vida recurre a lo único que el régimen no pudo quitarle, su memoria.

El relato da la impresión de ser una sabia mixtura de momentos autobiográficos y pura ficción. En aquéllos, la memoria le permite a Cabrera rescatar las imágenes, la textura, los aromas de esa patria lejana a la que jamás habría de volver: allí están la música, el cine, los cafés, las mujeres de La Habana imborrable de fines de los cincuentas. "La Habana era para mí entonces una isla encantada de la que era a la vez explorador y guía". No hay dolor en esa mirada, quizá solo una intensa, inconmensurable nostalgia. En el plano ficcional, el texto revela la maestría del autor, con descripciones de un impresionismo exquisito y un preciso desarrollo de los tiempos.

La acción transcurre apenas durante un verano, en que aquel periodista "que por un momento fui" descubre a una suerte de Lolita tan indefensa como peligrosa, indescrifrable al fin. A tal punto que el protagonista (¿o Cabrera?) sólo atina a escribir sobre ella muchos años más tarde, sabiendo que ha muerto.

En fin, que tengo otra asignatura pendiente: leer "Tres tristes tigres".

domingo, abril 19, 2009

Domingo de tango

P & M retoma la costumbre (que se me ocurre buena) de postear los domingos un video de tango, y en especial con música de Astor Piazzolla.

Esta tarde se trata del popio maestro con su quinteto Tango Nuevo (integrado por el Negro Suárez Paz en violín, Pablo Ziegler en piano, Oscar López Ruiz en guitarra y Héctor Console en contrabajo), interpretando "La muerte del ángel". Se trata de una grabación en vivo de 1984, obtenida en el Festival Internacional de Jazz de Montreal.

Que lo disfruten.


viernes, abril 17, 2009

Políticos como cigarras


El carácter dinámico de los sistemas económicos es un fenómeno con las suficientes antigüedad y entidad como para haber justificado, hace ya bastante tiempo, su estudio por parte de la ciencia. En efecto, la teoría de los ciclos (o de las fluctuaciones) es uno de los campos más importantes del análisis macroeconómico, en el que se han destacado muchos pensadores de fuste, siendo considerado como el principal de ellos el austríaco Joseph A. Schumpeter (1883-1950).

Sin embargo, comprender, al menos, la esencia del asunto no es algo demasiado complejo. Hay períodos en los que el desarrollo de los negocios evoluciona de manera negativa, con baja de la producción y de las ventas; la acumulación de “stocks” induce a los empresarios a postergar inversiones, se incrementa el desempleo y se produce una caída en el consumo de las familias. Las cosas continúan de ese modo hasta llegar a un punto en que es necesario invertir para reponer el equipamiento de capital envejecido, lo que da comienzo a una fase contraria: crece el gasto de las familias, lo que estimula a las empresas a aumentar la actividad y la demanda de fuerza laboral. Esta recuperación hará llegar la producción hasta un nivel máximo o de auge, con plena ocupación de la capacidad instalada, lo cual continuará hasta que la demanda alcance un punto de saturación, generando un proceso recesivo con disminución del nivel de actividad, el empleo y el gasto. Se trata de las cuatro fases que tiene todo ciclo económico: depresión, recuperación, auge y recesión; y vuelta a empezar…

Las causas que originan estos movimientos son diversas, y pueden estar originadas en aspectos estacionales y tecnológicos (incluyendo los cambios en los gustos y las preferencias), así como políticos. Ello determina que existan unos ciclos largos, con fases de cuarenta o cincuenta años, otros de duración media (entre cinco y diez años) y otros de “onda” pequeña, de unos cuarenta meses. Pero, además, como no siempre siguen los mismos patrones de comportamiento, suelen resultar difíciles de prever. Sobre lo que hay consenso casi unánime en la academia es que en materia de crecimiento económico, como en la película protagonizada por Robert Redford y Brad Pitt, “nada es para siempre”.

Ahora bien, que esto sea así no significa que haya que abandonarse al fatalismo. Cualquier manual de economía describe las políticas de estabilización o anticíclicas, es decir: unas medidas destinadas a revertir las tendencias, procurando evitar tensiones inflacionarias en fases ascendentes o la prolongación de las etapas descendentes. Los gobiernos pueden acudir para ello tanto a las herramientas monetarias como a las fiscales, que son las relacionadas con los impuestos y el gasto público. En cierta forma, se podría decir que el mecanismo de las políticas anticíclicas está emparentado con la prudencia que guiaba a la hormiga en la fábula que nos contaron en la infancia.

Cualquier pequeño comerciante, dueño de taller o productor rural (con perdón de la palabra), y con más razón en la “hipercíclica” Argentina, tiene el concepto de las fluctuaciones internalizado de modo indeleble, por lo que sabe que al enfrentar la fase descendente, sus oportunidades de permanecer en el mercado dependerán de la prudencia y razonabilidad con que se haya administrado durante el auge. Quizá no haya siquiera escuchado mencionar a Schumpeter, Kondratieff o Kydland, pero sí a Samaniego...

Los que no parecen tener buena memoria, a juzgar por la conducta que la mayoría de ellos muestra en materia de gasto fiscal, son nuestros dirigentes políticos. Sabido es que los egresos públicos se financian de manera primordial con el producido del sistema impositivo, y que la evolución de la recaudación copia la del nivel de la actividad económica de la cual se nutre. El problema es que durante las fases de expansión y auge, los gobernantes actúan a semejanza de la cigarra, como si el “verano” no fuera a terminar nunca.

Un ejemplo patético (perdón, quise decir patente) de esto es el crecimiento experimentado por el gasto del gobierno nacional, sobre todo en 2007 y 2008, hasta alcanzar una dimensión que ahora, en plena fase recesiva, no sólo le dificulta tomar medidas anticíclicas, sino que lo está obligando a recortar subsidios, postergar sin fecha inversiones y hasta a medidas desesperadas como la confiscación de los ahorros de los trabajadores en el sistema jubilatorio de capitalización. Según el economista Carlos Melconián, si se descontara el valor de este último concepto del total de los recursos, desaparecería el superávit fiscal primario.

Pero el gobierno central no está solo en su imprudencia de cigarra, ya que muchas administraciones provinciales han tenido una conducta similar, lo que las ha llevado a situaciones deficitarias que en los casos de menor gravedad derivan en un peligroso endeudamiento, y en otros en la amenaza de la cesación de pagos lisa y llana. Los casi $ 12.000 millones (ó U$S 3.200 millones) del déficit previsto para este año por las autoridades bonaerenses no constituyen, pese a su dimensión, el agujero financiero proporcionalmente más escalofriante de las arcas públicas de las provincias, cuyo rojo conjunto rondaría los $ 20.000 millones. De allí que hayan surgido las versiones sobre la reaparición de las “cuasi monedas”, aquellos papeles con nombres que sonaban a productos farmacéuticos (Lecor, Boncafor, Cecacor) o tenían una connotación si se quiere folklórico-patriotera (Patacón, Federal, Quebracho), y que quedaron en la memoria colectiva como íconos de tiempos en los que se llegó a teorizar sobre la supuesta inviabilidad de algunas provincias. Por supuesto que las jurisdicciones más afectadas no pueden siquiera fantasear con medidas fiscales que estimulen el consumo y la inversión, tales como incrementos en la obra pública o aplazamientos impositivos.

Así las cosas, todo indica que la fragilidad del cuadro fiscal consolidado, que parece aproximarse al borde del abismo tras sólo dos trimestres consecutivos negativos, no sólo condicionará a la Nación y las provincias en forma muy severa, sino que posiblemente retardará la recuperación general, con sus duras consecuencias en materia de desempleo. El ciudadano común, mientras tanto, no puede menos que preguntarse por el real contenido del “estado de bienestar” –medido en términos de calidad de los distintos servicios del gobierno en salud, educación, seguridad, asistencia social, etc.- resultante tras seis años de declamada heterodoxia económica.

(Publicado en "El Diario del Fin del Mundo" el 17-04-09)

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miércoles, abril 15, 2009

El diario de Néstor

La frase matadora fue: "No sólo no ha caído en recesión, sino que se ha vuelto a reactivar."

O sea que se reactivó algo que no se había desactivado.

A diferencia de Yrigoyen, a Néstor no le imprimen un diario especial: lo edita él mismo.

martes, abril 14, 2009

Bebiendo su propia (y amarga) medicina


La crisis fiscal continúa enrareciendo la atmósfera política y social en Tierra del Fuego. De hecho, los paros, las asambleas y los "quites de colaboración" brotan en casi todos los ámbitos del Estado: las escuelas, los hospitales, las oficinas del Registro Civil, la empresa de obras sanitarias, etc. La semana pasada el gobierno se retrasó en el pago de sueldos -pese a que había fondos disponibles- debido a que el personal del ministerio de economía había "retenido tareas".

El escenario es paradojal: un gobierno cuya base política estaba constituida por los empleados públicos, aparece a poco más de un año de gestión, jaqueado por los gremios estatales.

La gravedad del cuadro impulsó a los principales referentes del gobierno (senadores y diputados nacionales, legisladores provinciales y concejales) a dirigir este lunes una "carta abierta" a la ciudadanía. Trazaron allí un paralelo entre la actual situación provincial y los trece paros afrontados por el gobierno de Alfonsín, que resumieron en el título del documento: "No vaya a ser que algunos nos expliquen después que no se daban cuenta".

El nudo argumental es que la valentía del gobierno para empezar un "proceso de distribución" (sic) distinto, ha encontrado como respuesta un grado de conflictividad de algunos sectores (eufemismo por los sindicatos estatales) desproporcionado. Y aunque se admiten errores, se afirma que estos podrían "ser comprendidos si se advirtieran las circunstancias". O sea, que no son errores...

El texto termina preguntando por las causas de la dura reacción sindical, para concluir que hay detrás de ellas una intencionalidad politica. Y afirman: "No decimos que esto sea inválido ni disvalioso ni ilegal. Pero entonces conviene preguntarse para quién acumulan". En otras palabras, la actitud de la dirigencia aludida no es cuestionable porque utilice el conflicto gremial con fines politicos, sino por llevar agua para el molino de quienes no coinciden con el gobierno, que en tanto opositores son -sin distinciones- los enemigos del pueblo.

Saben de qué están hablando. Quiero decir: cuando varios de los actuales funcionarios (al menos, un senador, uno de los diputados nacionales, un legislador provincial, una ministro y un secretario ministerial) revistaban como dirigentes o asesores de ATE, el SUTEF o la Asociación de Profesionales del hospital, hicieron de la intransigencia y la hostilidad permanente sus herramientas preferidas. Claro, entonces ello se justificaba por su autoproclamado carácter de únicos defensores del campo popular.

Otra vez me acuerdo del Nano: "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio".

martes, abril 07, 2009

Hoy, doble función


Slumdog Millonaire me resultó una película contradictoria. Según parece, su estilo es una suerte de tributo al llamado cine de Bollywood (sobre lo cual no puedo opinar, ya que no vi ninguno de esos films), y de hecho la acción transcurre en Mumbai, nombre actual de Bombay (la denominación "Bollywood" proviene de la simbiosis entre las palabras Bombay y Hollywood). Asimismo, contiene numerosas secuencias musicales, lo cual es una marca de fábrica de ese tipo de cine de la India.

Cuando terminé de verla, me sentí impactado por el despliegue visual con que se sostiene el aspecto testimonial de la obra. La crudeza de las numerosas escenas que describen la miseria imperante en el país y la evolución de los últimos años, a las que se agrega el ritmo que el director Danny Boyle imprime al relato, configuran prima facie un producto interesante.

Pero cuando analicé un poco más el conjunto, tuve la sensación de que la obra hace demasiadas concesiones para arribar a un formato hollywoodensemente correcto. La anécdota del joven marginal que llega a las puertas de la fortuna, presentándose en un programa televisivo de preguntas y respuestas en el que va escalando posiciones porque sucesos de su azarosa vida le proporcionan las contestaciones correctas, suena a cuento de hadas o, para estar más a tono, a leyenda de "Las mil y una noches".

No es que pretenda cuestionar esto último, ya que como bien señala un amigo mío, el cine es en esencia un entretenimiento. Pero si la intención fue pulsar la cuerda de la alegación social, la película está muy lejos de, por ejemplo, la excelente "Ciudad de Dios".

***



Ver Milk, sobre la vida de un militante homosexual estadounidense de los años setenta, vale la pena aunque sólo sea por la magistral actuación de Sean Penn. Lo había visto en otros papeles ("Mi nombre es Sam", "Río Místico", "La intérprete") y siempre me pareció un muy buen intérprete, pero aquí creo que alcanza un nivel superlativo.

El personaje principal decide, a sus cuarenta años, dejar atrás su oscura vida en Nueva York para radicarse en San Francisco con su pareja, instalándose en un barrio con una importante comunidad gay. Los avatares de la discriminación que sufre lo impulsan a llevar sus reivindicaciones al terreno político, hasta terminar postulándose a un cargo de concejal al que accede sólo después de varios intentos.

La película brinda una visión de la importancia que la actividad política adquiere para el ciudadano común en los EE. UU. Aunque no escapa a los cánones tradicionales del cine testimonial, resulta interesante sin llegar, creo, al nivel de un producto memorable, salvo por la mencionada actuación del protagonista.

domingo, abril 05, 2009

Raúl Alfonsín, 2da. parte


Sería una simplificación excesiva atribuir la congoja popular y las múltiples expresiones de adhesión a Alfonsín en el momento de su muerte, a la mera volatilidad del ánimo colectivo que nos caracteriza a los argentinos, o a la costumbre de idealizar la figura del muerto.

En su momento de auge político, Alfonsín no despertó mi adhesión, aunque eso lo asigno a que por entonces me encontraba yo transitando mi etapa nac & pop de la que hoy me siento alejado en forma definitiva. Digamos que mi mirada crítica de aquel tiempo reconocía causas bien diferentes de mi perspectiva actual, en la que también predomina una valoración de sesgo negativo sobre su gobierno.

Pero ese no es el motivo de este post. La pregunta que me impulsa a escribirlo es la siguiente: ¿por qué razones una franja muy importante -no tiene importancia si es o no mayoritaria- de la población lo ha despedido elevándolo a la posición de un Padre Fundador, adjudicándole el rol de símbolo de la democracia?

Me contesto que entre los de mi generación, Alfonsín encarnó no sólo las esperanzas de un retorno a la democracia en el sentido, digamos, instrumental, sino del reencuentro con el sendero del progreso, en términos económicos, sociales e institucionales. El país venía de soportar, además de una tenebrosa dictadura, el catastrófico gobierno peronista de 1973-1976 y, antes, el cesarismo decadente de la "revolución argentina". La presidencia de Frondizi había sido apenas una tregua, efímera, de modernidad, y como la de Illia -pese a los buenos resultados de ésta en materia económica- no había resistido el embate de la antinomia peronistas vs. gorilas.

Alfonsín asumió luego de casi tres décadas de turbulencias que habían convertido a la violencia en un elemento normal de la vida política y social. Los argentinos sentíamos que con el ascenso al poder de un presidente elegido en forma democrática, el país comenzaba una fase de su historia sustentada en paradigmas diferentes.

Yo creo que su gobierno -al que, como dije en un post anterior, las cosas no se le presentaron fáciles- defraudó en buena medida esas expectativas mayoritarias. Sin embargo, más allá de cualquier juicio de valor, está claro que aquella esperanza social reapareció de una manera visceral la semana pasada, encontrando en Alfonsín la figura en la cual podía reflejarse nuevamente.

Me parece que muchos de los que lo despidieron con sincera emotividad -varios de ellos, buenos y queridos amigos míos- lo hicieron de ese modo porque con ello expresaban su renovada esperanza, su necesidad de creer que existen otros modos de gestionar la cosa pública, diferentes a esta chatura provinciana, a este ejercicio ramplón de la política, a esta mezcla indescifrable de soberbia, desfachatez e incompetencia que amenaza con arrastrarnos hacia el abismo.

Alfonsín quizá no haya tenido la estatura política de un estadista singular, pero hoy y ahora, y más allá de su praxis, es para buena parte de la población, el ícono de la esperanza que, como dice el dicho, es lo último que se pierde. Sería muy bueno para el país que ese sentimiento se canalice hacia mecanismos de participación, de modo que franjas crecientes de ciudadanos se comprometan con el accionar político para dar comienzo a una reacción.

Links:
* Reportaje a Sergio Bergman en La Nación.
* Columna de Edi Zunino en Perfil.com

viernes, abril 03, 2009

Fue un entrenamiento, 2da. parte



La imagen de Mascherano boqueando, convertido en un espectador privilegiado de las jugadas de los mediocampistas rivales, era al mismo tiempo una síntesis y una explicación de lo que estaba ocurriendo en la cancha. El efecto de la altura de La Paz se había convertido en un lastre imposible de arrastrar por el equipo argentino, al tiempo que potenciaba a una Bolivia que se floreaba casi sin transpirar, como si se tratara de un entrenamiento.

Uno lo veía a Da Rosa, brasileño nacionalizado, y se preguntaba por qué motivos no estaba jugando en la selección de su país de origen en lugar de Ronaldinho. Botero, cuya chatura futbolística pude verificar cuando militó en San Lorenzo, parecía una mezcla de Ronaldo y Thierry Henry. Todas las combinaciones y variantes ensayadas por los de camiseta verde tenían exito, y sólo las intervenciones de Carrizo o alguna imprecisión impedían que cada nuevo intento terminara en gol.

El condicionamiento de la altura resultó tan fuerte que analizar el trámite del partido no tiene mucho sentido. Lo que se me ocurre, en cambio, es que así como en otras oportunidades se le dió a ese factor una importancia excesiva, en este caso es probable que se lo haya subestimado.

Me apresuro a decir que yo no estoy de acuerdo con los que proponen que no se jueguen estos partidos en el altiplano. Creo que es un elemento más del juego, como puede serlo el calor de Río de Janeiro para un equipo noruego o, para recordar un hecho que nos tocó de cerca, como lo fue la nieve moscovita para la selección de Menotti hace treinta y pico de años. Es lo que hay.

Aclarado esto, la impresión que me quedó es que no hubo un plan, digamos, de "triangulación y pases cortos" para tratar de afrontar el compromiso. El equipo pareció siempre falto de cohesión y con demasiado terreno -propicio para el rival- separando sus líneas. La subestimación del problema de la altura quedó en evidencia con esa corrida absurda de Mascherano persiguiendo una pelota que se iba afuera a poco de comenzar, tras lo cual desapareció del partido.

Pero esto es fácil decirlo desde afuera. Adentro, para la mayoría de los jugadores (salvo, me parece, para Gago) levantar las piernas era una exigencia excesiva para las fuerzas disponibles. Aún disponiendo de una táctica adecuada, quizá el equipo no hubiera podido llevarla a cabo.

Mirando la parte llena del vaso, es de esperar que la catástrofe haya sido un baño de realidad para el técnico y los jugadores, lo cual no vendrá mal después del exitismo disparado desde los medios tras la victoria con Francia y el sencillo triunfo antes los venezolanos. La clasificación está comprometida, nos faltan los partidos más difíciles (incluyendo Ecuador, en la altura de Quito...) y ante ese panorama, es mejor no estar relajados.

Al problema de la baja calidad del juego, tema pendiente incluso después de la goleada a Venezuela, se agrega ahora la cuestión anímica. Habrá que ver si el DT mantiene la calma y el buen pulso para, además de mejorar la línea futbolística, llegar al espíritu de los jugadores y retemplar la confianza averiada por esta actuación.

jueves, abril 02, 2009

Raúl Alfonsín


El fallecimiento de cualquier persona genera en quienes la conocieron, una reflexión sobre el significado de esa vida que ha terminado. En el caso de una figura pública con la trascendencia que ha tenido la de Raúl Alfonsín, tal consideración estará influida por recuerdos y apreciaciones sobre aspectos políticos, así como por las vivencias personales que la época impregnó en el observador.

Lo primero en que pensé cuando leí los elogios y vi las muestras de afecto en los medios de comunicación, fue en el cambio del humor colectivo como una característica casi genética de los argentinos. Alfonsín renunció a la presidencia envuelto en un desprestigio descomunal, producto de un declive económico signado por los saqueos a los supermercados y el virtual quiebre del Estado. El mismo pueblo que apenas veinte años atrás lo execraba, lo despide hoy asignándole una dignidad cercana a la de un prócer. Confirmando, de paso, esa otra tendencia nacional a sacralizar a las figuras históricas (a San Martín se lo ha designado nada menos que "el santo de la espada"...).

Creo que las razones para que esto sea así hay que buscarlas en dos planos. Por un lado, el de la conducta personal de alguien que jamás fue acusado por hechos de corrupción y que, por ello mismo, podía caminar con tranquilidad por la calle, en un país en el que la deshonestidad ha adquirido visos de endemia. ¿Puede Menem sentarse a la mesa de cualquier bar de Buenos Aires a tomar un café sin temor a que alguien lo increpe? ¿Podrá hacerlo Kirchner en unos años más?

Por el otro, el de un hombre a quien le tocó asumir un cargo de máxima responsabilidad en condiciones durísimas, y que demostró entonces la firmeza de su compromiso republicano. Había que tener las agallas bien puestas para perseguir judicialmente a dictadores y guerrilleros (esto último, Hebe de Bonafini aún hoy no se lo perdona) en ese momento, y Alfonsín lo hizo. El país había llegado al fondo del abismo (con una dictadura criminal y una guerra perdida) y en ese comienzo de su gestión él estuvo a la altura exigida por las circunstancias, en un contexto político que no podía ser más complejo. La relación de su gobierno con los militares, que por aquellos años -pese a lo reciente de su fracaso- conservaban una cuota de poder hoy inimaginable (recordar el conato rebelde de Seineldín y Rico), fue muy dificultosa y estuvo marcada por aciertos y errores. Claro que, como suele suceder, el enfoque desde la perspectiva histórica es muy diferente del que tuvo a su alcance el protagonista en el momento de tomar las decisiones.

No siempre Alfonsín cultivó el perfil dialoguista y proclive al consenso con que hoy se lo recuerda: cuando las mieles del poder halagaban su paladar, mantuvo duras polémicas con periodistas, la iglesia y con "el campo", entre otros, y una relación conflictiva con ciertas figuras que no le simpatizaban como... Mirta Legrand. Su dialoguismo emergió cuando su estrella ya había declinado.

El tiempo transcurrió y fue el aspecto económico, más que el político, el que terminó afectando su desempeño presidencial en forma grave. Los errores del impresentable ministro Grinspun primero, y, según tengo para mí, una falta de convicción del mucho más solvente sucesor de éste, Sourrouille, para aplicar necesarios cambios estructurales (carencia compartida por Alfonsín, sin duda), desembocaron en el desborde fiscal, la hiperinflación y, a continuación, en el colapso de su presidencia. Aquel desprestigio al que me refería en el segundo párrafo tenía su origen en el agudo contraste entre la esperanza que su gobierno había despertado y la profunda decepción del final.

Más tarde, participó del llamado pacto de Olivos, que terminaría posibilitando la reelección de Menem. Me da la impresión que con esa movida trató de morigerar la hegemonía justicialista en ciernes, sin lograrlo. No puedo olvidar, tampoco, la cuestionable actitud de Alfonsín ante el gobierno de De la Rúa. Los historiadores deberán aportarnos alguna vez, el análisis de su papel en aquellos momentos, y en especial respecto de su interacción política -como referente principalísimo del partido radical- con Duhalde y el peronismo de la provincia de Buenos Aires en la debacle de diciembre de 2001.

Más allá de esos claroscuros propios de toda obra humana, me parece que la de Alfonsín merece un reconocimiento por su empeño democrático. Las personas de mi generación, que ha experimentado en carne propia las funestas consecuencias que la desaparición de los partidos del escenario político conlleva, deberían sentirse muy preocupadas por la situación actual, en la que el escepticismo generalizado determina la falta de representatividad de esas organizaciones. Hoy ya no hay partidos sino "espacios", y los programas (¿quién habla hoy de una "plataforma electoral"?) han dejado su lugar a las apelaciones personales (los "ismos"). Ese marco de anomia explica tanto las "transversalidades" y las "borocotizaciones", como las relaciones clientelares en las que pícaros "operadores" se mueven tan a gusto.

Creo valorable, entonces, que Alfonsín haya sido toda su vida -y con todos sus defectos- un político orgánico. La política partidaria, tan vituperada, es pese a todo la herramienta democrática que puede hacernos superar el actual estado de cosas, y Alfonsín fue un político por excelencia.