viernes, abril 03, 2009

Fue un entrenamiento, 2da. parte



La imagen de Mascherano boqueando, convertido en un espectador privilegiado de las jugadas de los mediocampistas rivales, era al mismo tiempo una síntesis y una explicación de lo que estaba ocurriendo en la cancha. El efecto de la altura de La Paz se había convertido en un lastre imposible de arrastrar por el equipo argentino, al tiempo que potenciaba a una Bolivia que se floreaba casi sin transpirar, como si se tratara de un entrenamiento.

Uno lo veía a Da Rosa, brasileño nacionalizado, y se preguntaba por qué motivos no estaba jugando en la selección de su país de origen en lugar de Ronaldinho. Botero, cuya chatura futbolística pude verificar cuando militó en San Lorenzo, parecía una mezcla de Ronaldo y Thierry Henry. Todas las combinaciones y variantes ensayadas por los de camiseta verde tenían exito, y sólo las intervenciones de Carrizo o alguna imprecisión impedían que cada nuevo intento terminara en gol.

El condicionamiento de la altura resultó tan fuerte que analizar el trámite del partido no tiene mucho sentido. Lo que se me ocurre, en cambio, es que así como en otras oportunidades se le dió a ese factor una importancia excesiva, en este caso es probable que se lo haya subestimado.

Me apresuro a decir que yo no estoy de acuerdo con los que proponen que no se jueguen estos partidos en el altiplano. Creo que es un elemento más del juego, como puede serlo el calor de Río de Janeiro para un equipo noruego o, para recordar un hecho que nos tocó de cerca, como lo fue la nieve moscovita para la selección de Menotti hace treinta y pico de años. Es lo que hay.

Aclarado esto, la impresión que me quedó es que no hubo un plan, digamos, de "triangulación y pases cortos" para tratar de afrontar el compromiso. El equipo pareció siempre falto de cohesión y con demasiado terreno -propicio para el rival- separando sus líneas. La subestimación del problema de la altura quedó en evidencia con esa corrida absurda de Mascherano persiguiendo una pelota que se iba afuera a poco de comenzar, tras lo cual desapareció del partido.

Pero esto es fácil decirlo desde afuera. Adentro, para la mayoría de los jugadores (salvo, me parece, para Gago) levantar las piernas era una exigencia excesiva para las fuerzas disponibles. Aún disponiendo de una táctica adecuada, quizá el equipo no hubiera podido llevarla a cabo.

Mirando la parte llena del vaso, es de esperar que la catástrofe haya sido un baño de realidad para el técnico y los jugadores, lo cual no vendrá mal después del exitismo disparado desde los medios tras la victoria con Francia y el sencillo triunfo antes los venezolanos. La clasificación está comprometida, nos faltan los partidos más difíciles (incluyendo Ecuador, en la altura de Quito...) y ante ese panorama, es mejor no estar relajados.

Al problema de la baja calidad del juego, tema pendiente incluso después de la goleada a Venezuela, se agrega ahora la cuestión anímica. Habrá que ver si el DT mantiene la calma y el buen pulso para, además de mejorar la línea futbolística, llegar al espíritu de los jugadores y retemplar la confianza averiada por esta actuación.

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