lunes, octubre 20, 2008

Operación Traviata


La primera impresión que me dejó la lectura de "Operación Traviata", del periodista Ceferino Reato, fue similar a la que me produjo "Nadie fue", de Juan B. Yofre: recordarme el carácter casi fantástico de aquella atmósfera de salvaje violencia que nos envolvía a los argentinos en los años setenta, de lo cual -constituyendo una brutal paradoja- casi no nos dábamos cuenta. Una época de asesinatos, atentados y secuestros a mansalva perpetrados con la excusa de la puja política, en una sucesión aluvional que parecía interminable.

El caso del que se ocupa Reato tuvo como consecuencia la muerte del secretario general de la poderosa Confederación General del Trabajo (CGT), José Rucci, y ocurrió el 25 de septiembre de 1973, dos días después del triunfo del General Perón en las elecciones presidenciales. El autor responde al subtítulo del libro ("¿Quién mató a Rucci? - La verdadera historia") argumentando con abundante documentación y citas que el crimen fue responsabilidad de Montoneros, la célebre organización guerrillera, y que su autor material fue Julio Iván Roqué, alias "Lino" o "Martín" o "Matías", por entonces número seis de la conducción de la Orga.

No es que esto sea una novedad, ya que entre las hipótesis que se barajaron sobre la autoría del hecho, la que le atribuía la misma a los montoneros fue siempre la más aceptada. Lo que torna llamativo a este libro es que, por un lado, nunca hubo una investigación consecuente del asesinato (a diferencia de lo que ha sucedido con otros crímenes de esa etapa) y que la dirigencia guerrillera jamás asumió su responsabilidad, cuando no había tenido inconvenientes en reconocerla (o más aún, se jactaba) en otros episodios de parecido calibre, como el asesinato del general Aramburu con que hicieron su entrada en escena en 1970.

El quid de la cuestión es que Montoneros supo enseguida que había cometido un tremendo error político, al pretender con el asesinato de un hombre de máxima confianza de Perón, desafiar la autoridad del Viejo y presionarlo para negociar espacios de poder. Nada menos que a Perón... De ahí, entonces, el hermético silenzio stampa (como diría el Coco Basile) al respecto, que llega hasta hoy.

La mezcla de ingenuidad y soberbia de aquellos iluminados veinteañeros, queda expuesta con nitidez a través de las páginas de un libro que se lee con interés. Desfilan por ellas, además de muchos muertos y de los dirigentes de la guerrilla aún vivos (Firmenich, Vaca Narvaja, Perdía), los nombres de varios jóvenes idealistas de entonces que hoy ocupan posiciones expectantes en el gobierno nacional. Lo terrible es descubrir en muchos de ellos una falta total de autocrítica, y hasta una no siempre solapada justificación -en base al sacrosanto idealismo, claro- de la tragedia de la que fueron coprotagonistas junto con sus enemigos (el concepto de adversario político casi no existía por entonces).

Creo que es un libro para recomendar a los jóvenes que, en estos tiempos, tienen fácil acceso a una visión recortada de aquella época, alentada desde lo más alto del poder actual, presumo que con fines expiatorios para unas conciencias quizá atormentadas.

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