domingo, octubre 19, 2008

Sábado a la noche, cine

En este fin de semana, hago una pausa con el tango y dejo mis comentarios sobre dos interesantes películas.


Tengo para mí que un buen western siempre resulta en un grato momento para todo cinéfilo. Y "Entre la vida y la muerte" lo confirma

La película es entretenida, contiene todos los elementos clásicos del género y cuenta con el soporte de un elenco muy solvente y una buena dirección. El excelente Ed Harris, que además es el director, compone a uno de los protagonistas con una economía de gestos muy apropiada para su sheriff expeditivo y simplón. Su fiel asistente es encarnado por un Viggo Mortensen capaz de transmitir en forma notable, sólo con sutiles miradas y silencios, las vivencias de su personaje, mientras que Renée Zelwegger está muy bien en su papel de una muchacha que sobrevive como puede en un medio social tan árido como el ámbito geográfico. Mención especial para el gran Jeremy Irons en su rol de villano execrable.

Me acuerdo de las palabras con que comenzaba la legendaria serie televisiva de vaqueros "El Cisco Kid" que jamás me perdía al volver de la escuela: esto es aventura, esto es romance. Creo que sintetizan lo que un western debe tener, y este lo tiene.

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Esta película sobre la vida de la cantante francesa Edith Piaf centra su foco en el ser humano, antes que en el mito. Se ocupa, entonces, de su infancia y adolescencia desgraciadas en un entorno social complejo, de su búsqueda del amor, de su necesidad -compartida con tantos otros genios torturados- del reconocimiento de sus contemporáneos. En este último aspecto no le fue mal, por cierto, ya que el público, y en especial el francés, la elevó a la categoría de ídolo indiscutido.

El guión elije a su relación con el boxeador francés Marcel Cerdan como la que marcó la huella más profunda en la vida sentimental de la Piaf, que en la vida real tuvo numerosos amantes, entre ellos a Yves Montand, Georges Moustaki y Charles Aznavour, quienes aquí no aparecen mencionados. Tampoco hay referencias a la época de la Segunda Guerra Mundial, cuando existen testimonios de que "el gorrión de París" colaboró con la resistencia.

El film se desarrolla sobre la base de una serie de continuos "flashbacks" que a veces amenaza con desconcertar al espectador, pero la trama está bien descripta. De paso, ese ir y venir en el tiempo permite apreciar el fenomenal desempeño de la protagonista Marion Cotillard, cuyas sucesivas caracterizaciones y la carnadura que da al personaje me parecen de lo más destacable de la película. De hecho, la Piaf de la temprana decadencia (murió a los 47 años, estragada por una cirrosis y su adicción a la morfina) está compuesta por la actriz con una intensidad que impresiona.

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