martes, enero 09, 2007

DAÑO COLATERAL O EN TU CABEZA


La relevancia de la expresión “daño colateral” depende de la posición en la que uno se encuentre. Por caso, a fines de diciembre pasado seguramente ha significado algo muy distinto para los internautas que la leyeron al echar una mirada distraída a las noticias de la web, que para el joven ecuatoriano que escuchaba la radio en su auto estacionado en Barajas mientras esperaba a los familiares que iban a visitarlo. O que para esos mismos familiares, que quizá no encuentren suficiente consuelo en la tardía como incomprensible, casi burlona solidaridad etarra.

Hay más ejemplos, muchos. Daños colaterales sepultaron periodistas y diplomáticos chinos bajo los escombros de una embajada en Belgrado, troncharon las vidas de 156 chicos en una escuela de Osetia del Norte tomada por terroristas y acaban diariamente con 50 ó 60 personas (más o menos…) en lo poco que va quedando de Bagdad.

Por cierto, los desgraciados acontecimientos de la Argentina en los tristemente célebres setentas estuvieron plagados de daños colaterales. Cromagnon fue una terrible conjunción de los daños colaterales causados por la corrupción, la negligencia y la falta de responsabilidad.

El Negro Fontanarrosa hizo decir a uno de sus personajes que en el boxeo, el accidente no es un accidente: está previsto. O sea: si aceptamos que dos tipos intercambien a mansalva golpes de puño sobre sus respectivas testuces, no podemos sorprendernos porque uno de ellos termine siendo incapaz de peinarse sin riesgo para su ojo derecho.

Con los daños colaterales, pasa lo mismo. Si activaste una bomba capaz de derrumbar un edificio en un aeropuerto, después no vengas a lamentarte porque murieron personas diciendo que vos no querías matar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mastro
Los daños colaterales me hacen acordar a esos medicamentos explosivos cuyo prospecto nos indica una parva de caracaterísticas farmacológicas donde las contraindicaciones, advertencias y precauciones ocupan más lugar que los beneficios que produce.
La vieja frase "Es peor el remedio que la enfermedad", nunca con mejor vigencia ahora.
Es el daño colateral que puede manifestarse en forma rápida y dramática, como el atentado etarra, como todos los hechos delictivos que se llevan vidas cotidianamente, o que va carcomiendo lentamente a las sociedades cuando el descrédito hacia las instituciones nos vuelve más inestables, incrédulos e insensibles.
Pareciera, querido amigo, que los tiempos mozos por nosotros vividos, ni siquiera pueden formar parte de los cuentos infantiles donde el odio y la destrucción se fomenta abiertamente como si esa fuera la verdadera forma de vida.
El cambio de la muñeca y la pelota de trapo por los videos juego de matanzas indiscriminadas ya nos muestran en lo que se convertirá el futuro.