martes, mayo 11, 2010

Una Ushuaia como la de antes, bonus track


Aunque esperable, es decepcionante. La reacción de la dirigencia política fueguina ante la repercusión  del asesinato del taxista Antonio Toledo, ocurrido la semana pasada en Ushuaia, no fue capaz de superar la chatura, el habitual bajo vuelo de sus integrantes. Un denodado intercambio de acusaciones y chicanas entre intendentes, concejales, legisladores y funcionarios provinciales fue el ¿inevitable? telón de fondo de la tragedia.

Varios dirigentes, a quienes -como se suele decir-  no se les cae una idea ni por casualidad, son duchos en el arte de descalificar al adversario.

Hubo, no obstante, algunas propuestas. La de la policía (incrementar el número de agentes en la calle), comentada en el post precedente, no fue una novedad, aunque de concretarse,  ayudaría.  Los intendentes avanzan, según parece, en la idea de instrumentar un sistema de monitoreo mediante cámaras instaladas en puntos estratégicos de Ushuaia y Río Grande, una experiencia que ha arrojado resultados positivos en el partido bonaerense de Tigre.

Entre tanto, el debate sigue por carriles que no han sido agotados. La cuestión del control, según argumentábamos aquí, suele incomodar al autoproclamado progresismo que hoy encarna el oficialismo provincial, pero que tiene cultores también en otros referentes políticos.

Un tema latente es el de los asentamientos irregulares, una cuestión que en Ushuaia ha alcanzado niveles preocupantes. Porque cualquier iniciativa que tienda a encuadrar a quienes allí habitan en un marco de legalidad en su más amplio sentido, recibe el inmediato sambenito progre: eso es discriminación. O algo mucho peor: racismo.

Visto de cierto modo, suena hasta irónico. En Ushuaia, se trata de ocupaciones del espacio público (cuya defensa es una consigna básica de la corrección política) y, en particular, de zonas del bosque nativo (ídem anterior) en la perifieria de la ciudad, en las que se han establecido en condiciones de extrema precariedad, segmentos de inmigrantes recientes cuyo traslado hasta allí desde varios puntos del país -dados sus bajos ingresos y escasos recursos-  es muy posible que haya contado con el aliento, cuando no con el financiamiento, de sectores políticos que aspiraron (y aspiran) a convertir a esas personas en espadas, lanzas e infantería de la propia tropa política. Puras presunciones, claro.

En la mayoría de los casos, por lo tanto, no son más que víctimas del clientelismo en su versión más perversa. Sin embargo, entre ellos -hay que decirlo- emergen personajes que desarrollan una impronta delictiva de distintas maneras, ejerciendo unas formas de violencia que van creciendo alarmantemente.

En definitiva, se trata de síntomas de una patología social que los dirigentes harían bien en atender, superando las ataduras ideológicas y su hasta ahora irrefrenable propensión a la politiquería más frívola.

Imagen: "Agosto, 3 PM", acuarela de Eduardo Nicolai

3 comentarios:

Anónimo dijo...

...y encima no falta el Legislador que dice que " la culpa la tienen los privados " ,por no aceptar un incremento en los impuestos...etc.etc...!
Norma

Mastrocuervo dijo...

Así es, Norma. Y otra legisladora ha advertido que se viene una "dura puja" porque los privados (esos aprovechadores, le faltó decir) van a resistir un nuevo intento de incremento tributario.

Lo dicho, no se les cae una idea ni por casualidad. E insisto: el Estado según ellos, debe existir para pagar sueldos altos, todo lo demás es subalterno.

ars dijo...

Francamente, Mike, me parece que estamos en serios problemas... Muy interesante, como siempre, tu post.