lunes, octubre 04, 2010

Zapatos italianos


Es el sexto libro del sueco Hennig Mankell que he leído, y el que más me ha gustado de todos ellos. Después de paladear cuatro entregas de la serie de policiales negros protagonizadas por el comisario Wallander ("Asesinos sin rostro", "Los perros de Riga", "La leona blanca", "La quinta mujer") y "El chino", del mismo género pero sin la presencia del policía residente en Ystad, "Zapatos italianos" -publicada en 2006- lo consagra para mi gusto como un gran novelista.


Tras un traspié profesional, un médico cirujano se ha retirado a su antigua casa familiar en una isla de la costa del Báltico. Separado y sin hijos, lleva allí doce años y parece resignado a esperar el final de su vida. Jansson, el hombre que reparte el correo cada semana, es prácticamente su único contacto con el resto del mundo, aunque él ya casi no recibe correspondencia. Fredrik se deja estar allí, recordando su infancia, las lágrimas de su madre y las charlas con su padre, mientras va rumiando su amargura ("¿Conversaciones? No, no puede decirse que Jansson y yo conversemos"). Sin embargo, algo inesperado -una visita que jamás imaginó-   lo habrá de confrontar de golpe con una parte del pasado que creía haber olvidado para siempre.

A partir de ese encuentro, a las imágenes quizá entrañables que su memoria recuperaba cada tanto se sumarán con crudeza las vivencias -muchas de ellas desagradables- que vienen de la mano de su visitante, por quien, además, se enterará de que tiene una hija. De pronto, aquella relativa placidez de su lánguido retiro se convierte en una dura remoción de escombros, cuando las circunstancias lo ponen ante la necesidad de saldar un pasivo muy gravoso.

La pluma de Mankell va desarrollando la trama al mismo tiempo con morosidad y ritmo, de manera magistral. Hay una descripción precisa  de los caracteres austeros y sin embargo intensos de esas personas que parecen carecer de emociones y que, no obstante, sufren, aman y ríen, como todos nosotros. La atmósfera despojada del relato le abre la puerta, no obstante el planteo reflexivo, a una emoción que por momentos entra a raudales. El protagonista, al fin de cuentas un hombre como cualquiera, hace lo que puede: algunas deudas serán canceladas y otras, más allá de su voluntad, deberán esperar.

De lo mejor que he leído últimamente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me dieron ganas de leerlo. Me faltan este y La Leona Blanca.
Muy bueno el comentario, viejo.
Besos!
Lau