miércoles, abril 11, 2007

El regreso de los muertos vivos


Algunos abandonaron este valle de lágrimas hace unos doscientos años, otros lo dejaron sólo hacia el final de la centuria pasada. Uno de los más conocidos entró en su última morada apenas unos meses atrás.

Sin embargo, todos ellos parecen regresar del más allá para coaligarse en una feroz campaña antiargentina; sí, otra más.

Esos obcecados ortodoxos, esos salvajes partidarios del capitalismo, esos fundamentalistas del mercado insisten en conspirar. Lo hacen con la prédica disolvente que los caracteriza.

Esa que les hacía sostener que si la autoridad monetaria no controla la cantidad de dinero, habrá inflación.

La misma con que afirmaban que los controles de precios derivan tarde o temprano en desabastecimiento.

La lucha contra estos peligrosos muertos viene de antaño, incluso desde antes que muchos de ellos nacieran.

Por caso, ya el emperador Diocleciano (245-316) emitió su “Edictum de maximis pretiis rerum venalium” para fijar precios máximos a más de 1.300 productos, estableciendo además un castigo que reíte de los malos modales de cierto funcionario argentino actual: “Si alguno tiene la osadía de actuar contra lo dispuesto en esta norma, será condenado a la pena capital”, advertía el edicto. Pese a ello Diocleciano no logró su propósito, pero eso es otra historia.

Tampoco se trata de un combate limitado a los países poco o nada desarrollados.

En Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, funcionó una oficina de control de precios a la cual los empresarios debían pedir autorización para aumentar. Claro que como eso era bastante difícil de conseguir así como así, esos pícaros primero disminuyeron la calidad de los productos que elaboraban, y luego comenzaron a llevar a los funcionarios estatales unas estructuras de costos con las que demostraban que sin aumentos iban a tener que cerrar sus fábricas. La oficina empezó a ceder poco a poco, hasta que todo terminó diluyéndose.

Pese a estos antecedentes, nuestro país resiste. Ahí están la maraña de subsidios cruzados, las tarifas congeladas, los malabares del Banco Central. Si esto no fuera suficiente, la imaginación criolla inventará otros recursos, como la “zona de exclusión” para la comercialización de carne en Buenos Aires que parece estar hoy en ciernes. Y en caso extremo, siempre se podrá azuzar a los muchachos de pasamontaña y garrote para que ejerciten su verba disuasiva.

Esos muertos volverán a morir, no lo dudemos.

P.D.: Gracias a

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que pasa, Mike, es que mientras tanto nos van matando, de a poco. ¿Que será mas mortífero: las K-gadas inflacionarias o la humedad?

Anónimo dijo...

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor...

Has visto, Mike. Nos matan.