lunes, mayo 24, 2010

Desencuentros en el Bicentenario


Es una representación bastante fidedigna del estado de nuestra sociedad. En vísperas de una fecha que debería convocarnos a los argentinos, si no a la unidad fraternal, al menos a unos gestos descontracturados, los máximos dirigentes políticos que supimos elegir protagonizan una comedia de enredos (digna de un film de Clase B, por supuesto) en torno a las celebraciones por el Bicentenario: aquél cursa una invitación que no es aceptada por aquélla, quien a su vez evita invitar a aquéllos... Como decía hace poco el veterano locutor tanguero Anselmo Marini en su programa de radio, "¡si la unión hace la fuerza, qué país débil somos!"

Estos desencuentros en la cima, insisto, son representativos de lo que sucede en el llano. Pienso en el conductor que lanza su vehículo sobre la humanidad del peatón que cruza la calle, y también en este último, que lo hace de manera desaprensiva por la mitad de cuadra; en el desamparado que duerme entre cartones en un recodo del acceso al subterráneo mientras miles de personas lo esquivan casi sin mirarlo; en el comerciante que no emite factura ni acepta tarjeta de débito para hacerme cómplice de su evasión impositiva; en el maestro que no le da clases a los chicos porque así les enseña a luchar; en el vendedor que demora en atenderme porque está contestando mensajitos en su celular; en el que se hace el distraído para adelantarse en la fila. Pequeños y grandes desencuentros cotidianos de los ciudadanos comunes que en cierto modo explican (¿justifican?) los que ocurren allá arriba. Postales del ser nacional.

Desencuentros que se manifiestan también en una manía acentuada en estas últimas semanas: la revisión histórica, siempre en clave express y maniquea. Para algunos, desde 1810 hasta hoy los "buenos" han venido luchando contra los "malos": antes lo hacía "la revolución contra el poder colonial", ahora "el gobierno reparador de la autoridad pública y la estatalidad  sic contra la inmediatez de los noventa y la debacle de 2001" (ver aquí). Para otros, hay que volver a la época del primer Centenario, de la que añoran el progreso asimilado al crecimiento económico pero olvidan la imperfección de los mecanismos democráticos de aquella época.

¿Reparación de la autoridad pública y la estatalidad? El ruinoso espectáculo de las instituciones básicas y de  la instrucción y la salud públicas contradice en forma estentórea la envanecida aseveración del funcionario de un gobierno que no accedió al poder ayer, sino hace siete años. En todo caso, es una tarea pendiente ¿Réplica del esquema vigente en 1910? Habría que empezar, entonces,  por la educación pública, recordando -es cierto- que uno de sus hitos fundacionales fue una ley del primer gobierno de Roca.

El análisis de nuestros fracasos y éxitos del pasado, si bien imprescindible, aparece como de menor importancia que la ciclópea tarea que el país aún tiene por delante. No es con invectivas historicistas ni -mucho menos- con sermones desde el atril que los argentinos empezaremos a saldar las deudas que tenemos con nosotros mismos. La recomposición institucional, la reparación de la conciencia republicana, la recuperación de la política como herramienta esencial de participación ciudadana en un marco de respeto, son sin duda opciones mucho más urgentes que las chicanas desparramdas en los reality shows televisivos por ciertos personajes oficialistas.

Si no acometemos más temprano que tarde esas obras, me temo que seguiremos así, por cien años más...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente mi estimado amigo. Permitame decir que yo no veo un destino de cambio y como me decía un taxista en Buenos Aires no hace mucho: "no soy pesimista, soy realista"
FHL

Urboterra dijo...

Qué interesante.
Te merecés uno de los piropos que menos doy y más me gusta dar: sos un tipo que obliga a pensar.
Incluso cuando escribís sobre temas trillados y muy masticados, tu vuelta de rosca en el razonamiento los hace originales.
Sigamos intentando hacer las cosas bien, porque todo es un proceso, y en todo hay un ejemplo y una enseñanza. Hay que seguir.
Muchos besos,
Etienne

Mastrocuervo dijo...

@ FHL: me duele admitirlo, pero yo tampoco vislumbro un cambio...

@ Urboterra: nuestro vínculo familiar me parece que influye en tu opinión ;-) Y, sí, hay que seguir.