jueves, diciembre 22, 2011

No se olviden de Brecht



"Primero se llevaron a los judíos,
pero como yo no era judío, no me importó.
Despues se llevaron a los comunistas,
pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Luego se llevaron a los obreros,
pero como yo no era obrero, tampoco me importó.
Más tarde se llevaron a los intelectuales,
pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.
Después siguieron con los curas,
pero como yo no era cura, tampoco me importó.
Ahora vienen por mi, pero es demasiado tarde."
Bertolt Brecht.

En forma inexorable, el gobierno nacional avanza con una serie de medidas que deberían preocupar a la sociedad, sin que ésta -concentrada, según parece, en los festejos de fin de año- aparente reaccionar.

Disipada la polvareda de la intensa pirotecnia verbal intercambiada por CFK con el (¿ex aliado? ¿ex compañero?) líder de la CGT Hugo Moyano, y en medio de los chispazos (por ahora, son sólo eso, pero hay llamas detrás) en la relación con el gobernador Scioli, la mayoría automática del oficialismo en el Congreso ha sancionado en trámite sumarísimo varias leyes significativas. De tal modo, dispone ahora de un instrumento legal -si además es constitucional, está por verse-  para regular la oferta de papel para diarios, así como de una ley antiterrorista que un funcionario anunció como una herramienta contra los "golpes de mercado" que también podría alcanzar a los medios de difusión. En paralelo, un juez de Mendoza en el marco de un reclamo judicial de la AFIP a 23 firmas televisivas por pago de impuestos, ordenó la intervención de Cablevisión, del Grupo Clarín (declarado por el propio gobierno como su principal enemigo), allanando su sede de Buenos Aires con un escuadrón de gendarmes, y omitiendo una acordada de la Suprema Corte de Justicia en contra de ese tipo de medidas hasta tanto se sustancie la cuestión de fondo en la causa.

Señalo que el conjunto de la sociedad no muestra preocupación por estos hechos, y supongo que esa actitud proviene de la indiferencia de quienes, no teniendo relación laboral con un diario ni acciones en una empresa de cable y no necesitando operar con divisas, siguen una lógica primaria y no se consideran afectados. Obvio: no han leído a Brecht o, si lo hicieron, ya lo olvidaron.

¿Habrán leído a Brecht los jóvenes que adhieren a este gobierno? No me refiero sólo a los incipientes funcionarios camporianos con que la presidenta ha superpoblado ministerios, secretarías, directorios de empresas -públicas y privadas- y medios de comunicación adictos.

Pienso también, en este caso,  en esa masa de votantes de 18 a 35 años de edad,  que ha comprado acríticamente el relato que propició la canonización política de Néstor Kirchner, no sólo olvidando sus buenas relaciones con funcionarios de la dictadura militar en la Santa Cruz de los setentas y su sobreactuado menemismo de los noventas (lo que incluye el el escandaloso manejo de los fondos provinciales a través de la banca internacional), sino -lo que es aún más grave- pasando por alto episodios no muy lejanos en el tiempo, como el de las valijas de Antonini Wilson, el de la compra de lotes fiscales a precio vil en El Calafate y las llamativas relaciones con empresarios como Cristóbal López, Lázaro Báez o Gerardo Ferreyra (Electroingeniería), por mencionar sólo tres casos. El producto de esa narración es un santo laico que a los ojos de estos chicos logró en vida el sincretismo del supuesto amor por los pobres con la concreta condición de multimillonario, algo nunca antes admitido por cualquier progresismo que se haya preciado de tal.

Tal vez se trate de la lógica militante. El término está muy de moda en el universo K. Los periodistas que adhieren al gobierno ejercen la profesión en carácter de militantes, así como lo hacen los economistas, los filósofos y los politólogos del arco oficialista. "Militar" es el verbo que conjugan con deleite. Un verbo que quien esto escribe no puede disociar del sustantivo, y que quizá permita explicar ese kirchnerismo a ultranza. Porque en la lógica militar, el disenso no existe, las órdenes se obedecen debidamente y el pensamiento crítico, a lo sumo, se reserva para la consulta -a veces inquietante- con la almohada.

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