miércoles, diciembre 06, 2006

AL MAESTRO, CON CARIÑO


Se fue apagando mansamente, como si pretendiera confirmar el bajo perfil que lo caracterizó durante toda su vida. Era el último sobreviviente entre los varones de aquel grupo de “italianos del fin del mundo” —como los llamó Leonardo Lupiano— arribados en 1948 a bordo del buque “Génova”, con sus esperanzas y sus ganas de trabajar como únicos elementos valiosos del exiguo equipaje.

Ushuaia era por entonces una aldea de apenas 2.000 habitantes, en la que el año anterior se había desactivado el Penal. Del otro lado del océano habían quedado sus padres y hermanos, el mal recuerdo del fascismo y un país en el que a las huellas del horror de la guerra se sumaba el temor por una repetición del conflicto. Después de haber sido herido gravemente en el frente ruso, Odino Querciali buscaba un destino de paz y trabajo en el extremo austral del mundo.

Empezó a trabajar aquí en la construcción (la actividad de su familia paterna por generaciones), como capataz en las obras que el empresario boloñés Carlos Borsari debía ejecutar para el gobierno. Participó así, entre otras, de las edificaciones del “Villaggio Vecchio”, hoy Barrio Almirante Solier, y del “Villaggio Nuovo”, actual Barrio Almirante Brown. Cuando terminó su vinculación con Borsari, continuó desempeñándose como constructor independiente por un tiempo más.

Pero antes ya había tenido la iniciativa de abrir un negocio, comenzando con su “Almacén Italiano” —sobre la calle 12 de Octubre— una trayectoria fecunda que se prolongaría por casi seis décadas. A puro esfuerzo personal y restándole tiempo al descanso, ese emprendimiento fue creciendo hasta que logró abrir una sucursal en el centro, junto a su entrañable amigo Dante Buiatti. Con el transcurso de los años incursionó en nuevos rubros, extendió sus actividades a Río Grande y apostó siempre por la inversión y la creación de puestos de trabajo.

Fue el fundador y primer presidente de la Cámara de Comercio, función desde la que le tocó lidiar con las autoridades en situaciones complejas, como las derivadas de los controles de precios y los reiterados desbordes inflacionarios. Además, consideraba que la actividad gremial empresaria debía estar orientada no sólo a la representación y defensa de los intereses sectoriales, sino a propiciar el progreso económico de la región en su conjunto. Sin haber leído tratado de economía alguno, comprendía que la configuración de lo que hoy llamaríamos un “entorno favorable a los negocios” iba a derivar, tarde o temprano, en beneficios para todos los que participaran del mismo. Con esa visión estratégica, propició la apertura de nuevos mercados y apoyó los reclamos ante el gobierno nacional por la instauración de mecanismos de promoción para la isla. Curiosamente, le tocó traer a Ushuaia una copia del texto de la recién promulgada ley 19.640.

Fue el continuador de los Fique, Isorna, Fadul, Bronzovich, Salomón, Beban y tantos otros que desde principios del siglo pasado venían abriendo en el comercio local una profunda huella, que recorrería también junto a hombres como Preto, el ya nombrado Buiatti, Magni, Henninger, Brandani y varios más. Apellidos todos que dejaron su impronta indeleble en una etapa de la historia de nuestra ciudad que tuvo ribetes de epopeya.

Cuando sus familiares y amigos aprendamos a aceptar el dolor por su pérdida, recordaremos con afecto su figura erguida y el talante engañosamente severo, su trato amable y la infaltable corbata con que nos recibía al otro lado del mostrador de su negocio. Señales inconfundibles de un hombre que, como pretendía Eladia Blázquez, honró la vida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sentido homenaje para un caballero digno de respeto, realizado por un amigo. Muy bueno como siempre. Un abrazo. Pato

Anónimo dijo...

Papá:
Como tantos otros tuyos, este es un texto hemroso. Para emocionarse. Qué pena, pobre viejo.
Siempre recuerdo dos anecdotas que describen un mensaje que me gustaría pensar de don Odino: que vivió tantos años porque "cuando me duermo pienso en cosas lindas" y que, en sus últimos días haya podido relfexionar y decir: "Sabés qué pasa, pibe?, no me quedé con ganas de nada".
un abrazo, viejo,
E.

Anónimo dijo...

La sociedad le debe respeto y reconocimiento a personas de la talla de Don Odino, no quizás porque se los pueda encuadrar como prohombres fueguinos, sino simplemente por sus entereza, por su tesón, sus convicciones, y su legado: un ejemplo de vida.
Simbólicamente con el se termino una ciclo, se cerro definitivamente una era de sacrificio, trabajo y crecimiento para Ushuaia, sin Ley 19640.
Que el testimonio de tu nota, que refleja vividas imágenes de su existencia, sea un aporte a la memoria colectiva para que nuestros hijos puedan caminar algún día por el boulevard Odino Quercialli, la calle Vicente Padin Moreira o la plaza Jorge Vrsalovic y no por la avenida Jorge Colazo.
“Los pueblos que no tienen memoria están condenados a repetir los mismos errores del pasado”.

Unknown dijo...

Ho conosciuto Odino nel 1997, durante un mio viaggio alla ricerca dei primi italiani emigrati in Patagonia. Abbiamo parlato a lungo e mi ha raccontato la sua incredibile vita. E' stata un'esperienza indimenticabile che ha lasciato un segno indelebile nel mio cuore. Onore e rispetto ad un grande uomo.
Ciao Odino.
Giorgio