miércoles, diciembre 14, 2011

La gestión transformadora de Ernesto Campos





La conmemoración de la gestión del gobernador Ernesto Campos, que se llevó a cabo la semana pasada en Ushuaia, fue a la vez un acto de justicia y una invitación a reflexionar sobre las posibilidades de una actividad como la política, hoy tan desprestigiada a los ojos de la ciudadanía.

Cuando el presidente Frondizi lo designó en el cargo,  Tierra del Fuego venía de transitar casi cuatro décadas de un estancamiento demográfico y económico sólo interrumpido por el empuje de los inmigrantes italianos que habían llegado en 1948 y 1949. El esfuerzo muchas veces lindante con el sacrificio extremo de los pioneros, de todos modos, no había sido suficiente para modificar las duras condiciones de vida  y la debilidad de una economía restringida apenas a la ganadería ovina, a un rudimentario comercio y a los servicios estatales, en su mayoría provistos por la Marina. Las dos localidades urbanas eran poco más que unas aldeas, mientras que en el ámbito rural, salvo en las grandes estancias de la zona norte, la situación mostraba rasgos de un atraso casi patético.

Sin embargo, la coyuntura ofreció a Campos una ventana de oportunidad que él no dudó en abrir. En efecto, el nuevo gobierno nacional había decidido librar lo que llamó “la batalla del petróleo”, procurando alcanzar el autoabastecimiento de esa fuente de energía mediante una política de adjudicación de contratos de prospección y explotación a empresas extranjeras. Esa actividad había comenzado en la isla en 1949 con la perforación por parte de YPF del “TF 1”, pero no alcanzó un desenvolvimiento significativo hasta que la decisión del gobierno frondizista de incorporar inversores externos posibilitó la instalación de la compañía “Tennessee” en Río Grande.

La explotación petrolera, en primera instancia, derivó en un interesante impulso  para el comercio regional. Asimismo, pronto comenzó a inyectar a las escuálidas arcas del Territorio el flujo de las regalías tributadas por las petroleras, lo que representó un profundo cambio para el esquema financiero del fisco fueguino. Hasta entonces, y dada la muy baja capacidad contributiva de la economía local, los gobernadores habían dependido de las partidas que, a las cansadas y en dosis homeopáticas, les asignaba el gobierno central.

De modo que Campos fue el primero que dispuso de un caudal de fondos relativamente importante sin depender de la benevolencia porteña. Puesto que conocía bien las necesidades de la región desde su época de marino en actividad, diseñó con rapidez un plan de obras públicas que comenzó a ejecutar al poco tiempo, orientado a resolver carencias de infraestructura sanitaria y escolar, a pavimentar calles y a ampliar la provisión de gas en Ushuaia y Río Grande, en la mayor parte de cuyos hogares todavía  se empleaba la leña para la calefacción y la cocción de alimentos. También apuntó a promover el turismo, habida cuenta de la baja perspectiva de contar con inversiones privadas en ese rubro: el primer hotel Albatros y las hosterías de Lapataia, el lago Escondido y la cabecera del Fagnano comenzaron a edificarse durante su gobierno.

El estímulo a la construcción provocó un eslabonamiento que benefició al comercio y el transporte, así como a una actividad maderera hasta entonces sólo incipiente: fue en esos años cuando crecieron los principales aserraderos de la zona.

Eficacia y eficiencia caracterizaron a la gestión. La primera quedó demostrada en la concreción de los proyectos, cosa que no fue fácil porque no obstante lo señalado, “Dios atendía en Buenos Aires”, con todo lo que ello implicaba. Por su parte, la transparencia que hoy recuerdan con afecto los antiguos pobladores, fue paralela a su eficiencia administrativa. Viendo los números del presupuesto de 1961, uno no puede evitar una sonrisa nostálgica al comprobar el equilibrio entre los ingresos y los egresos, así como que –algo  insólito para estos tiempos-  los gastos en sueldos no llegaban a representar siquiera el 9.5% de las erogaciones totales…

Por todo esto, no cabe duda de que la de Ernesto Campos fue una gestión transformadora, de aquellas, pocas por cierto, que no deberíamos olvidar.

(Publicado en la edición de El Diario del Fin del Mundo del 14-12-2011)

1 comentario:

ars dijo...

¿Frodizi? ¿Treinta, cuarenta, "planteos militares"? Asunto curioso ¿no? Sobre todo si consideramos los apoyos concretos de las "masas nacionales y populares" expresadas por el Peronismo. ¿Cuántos años pasaron? Da lo mismo.