miércoles, julio 07, 2010

No llores por mí


Un baño de realidad, eso fue. Una bofetada (o cuatro, mejor dicho) que nos hizo recordar, no sin cierta crueldad, que toda acción tiene consecuencias. Porque la goleada que nos propinó la selección alemana el domingo pasado tuvo su origen en hechos acaecidos bastante tiempo atrás. Más o menos, desde que Julio Grondona, el padrino presidente de la AFA, designó a Diego Maradona al frente de la selección de fútbol.

Aunque no serviría de consuelo pronunciar ahora una típica frase de idische mame ("Te dije"), es cierto que el blog manifestó su escepticismo más de una vez (por ejemplo, aquí y aquí). Sin embargo, su autor quería creer. La mente le oponía razones que su corazón se empeñaba en ignorar o subestimar, pero el esfuerzo fue en vano.

En la cancha se vió, por un lado, a un equipo bien plantado, cuyas piezas parecían formar parte de un mecanismo de relojería; y por el otro, a una escuadra desbordada desde el inicio del juego (el acoso alemán de los primeros 15 minutos fue abrumador) que no atinaba casi a nada. Los temores previos resultaron confirmados con una rapidez fulminante, ya que desde la misma pitada inicial  afloraron los problemas defensivos, la descompensación en el mediocampo, los errores tácticos en la distribución de los delanteros. Fallas que se habían avizorado en los encuentros anteriores,  que la dimensión de los rivales disimuló en parte.

Fallas en lo individual y lo colectivo.  Otamendi -un promisorio marcador central- terminó inmolándose por su inexperiencia para jugar por el lateral, algo parecido a lo que le sucedió a Di María, aplicado a una labor de volante que no siente y que condicionó las posibilidades que le brindan su buen manejo y su velocidad. Mascherano bregó en su soledad habitual para contener lo que esta vez resultó incontenible. Messi naufragó nuevamente por  arrancar demasiado atrás.  Como los laterales no se proyectaban y los volantes no acompañaban, las maniobras ofensivas eran siempre forzadas, dependientes de un arresto individual.

El supuesto planteo ofensivo resultó pulverizado por un equipo que, lejos de pretender abroquelarse atrás como Nigeria o México, salió a atacarnos y terminó vapuleándonos. El temible noqueador terminó noqueado (una figura aludida por P & M aquí, luego repetida por Juan Pablo Varsky en dos de sus columnas de La Nación, ésta y esta otra, aunque sin reconocimiento de copyright...)

El equipo no tuvo respuestas. Maradona volvió a exhibir su falta de reflejos para tratar de torcer la adversidad haciendo modificaciones. El trámite del partido pedía el reemplazo de Otamendi por Clemente Rodríguez ya desde la media hora, pero  ello nunca ocurrió. Verón, alguna vez catalogado por el propio DT como líder del equipo, siguió en el banco hasta el final. En base a una actitud más combativa, a puro corazón, la selección trató de apurar al rival en los primeros tramos del segundo tiempo, arriesgándose a sufrir lo que finalmente sucedió desde los 22 minutos: una goleada.

Fue un duro final para un ciclo caracterizado por los despropósitos, las contradicciones, la improvisación. Representa un gigantesco paso atrás, no sólo por lo que marca la estadística (fue la tercer goleada sufrida en mundiales, después del 1-6 de Checoslovaquia en 1958 y el 0-4 ante Holanda en 1974). Si el desempeño de Menotti a partir de 1978 representó una bisagra, dejando atrás una etapa  frustrante signada por la desorganización y la inconducta, esta gestión de Maradona parece más propia de aquella era negativa.

Es posible que la agonía se prolongue, si Maradona intenta otra de sus habituales "resurrecciones" y se mantiene en el cargo, para lo cual  tal vez cuente -por razones que uno supone inconfesables-  con el aliento gubernamental. Pero en ese caso la historia se repetirá, porque la naturaleza del personaje no va a cambiar. Este Maradona apichonado, lloroso, casi quebrado, es muy capaz de reflotar en cualquier momento con su soberbia, sus descalificaciones contra quienes osen contradecirlo, sus desplantes. Y siempre contará con titiriteros que moverán los hilos para aprovecharse de un carisma que para mí ya resulta incomprensible.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si Maradona hubiera pedido disculpas ante la Prensa en Montevideo, por la horrible clasificaciòn que habìa hecho el seleccionado a partir de su llegada, en lugar de las barbaridades que dijo, si hubiera pedido perdòn ante la humillante goleada de Alemania, en lugar de contestar ante una buena pregunta tècnica de un periodista, sobre si el equipo no habìa estado partido en el medio, contestò con un: "porquè no haces un proyecto y lo presentàs en la AFA ?"..Si hubiera hecho eso, tal vez, no estarìa mal que Maradona se quede otro perìodo al frente del seleccionado, ya que si medimos resultados, como se mide el fùtbol, èstos no fueron peores que los de Passarella, Basile, Pekerman. Pero este buen hombre, màs allà de los resultados, demostrò que no puede estar al frente de nada y encima se rodeò de El Negro y el Mancu, tal como los denomina, en lugar de rodearse de alguien que supiera un poco de manejo de grupos y, por supuesto, algo de fùtbol. En consecuencia, verìa con mucho agrado que se vaya bien al carajo. (Perdòn por la expresiòn...)

Mastrocuervo dijo...

@ Anónimo:

No estamos hablando de resultados, que en fútbol -como en tantos otros órdenes de la vida- nadie puede garantizar, sino de medios. Los resultados de Maradona no fueron mejores que los de los DT que mencionás (aunque, en el caso de Pekerman, la derrota con los alemanes tuvo un trámite muy diferente) e incluso superaron a los de Bielsa. Pero los medios aplicados por El Diez poco menos que garantizaban este fracaso.

Porque fue fracaso, muchachos, aunque el "operativo clamor" para que Maradona siga (hay varios indicios de esto, como el proyecto de un legislador para levantarle un monumento) pretenda instalar otra sensación (y quizá lo logre). Queda mal que lo señale yo, pero se confirmaría así lo que menciono en el último párrafo del post. Estemos atentos.