jueves, julio 31, 2008

A confesión de parte...


Martín Caparrós ha vuelto a decirlo, como lo hizo tiempo atrás al desmentir a Firmenich: los Montoneros (de los que él formaba parte) no peleaban por la democracia burguesa que condenaban, sino que querían tomar el poder por las armas para imponer una sociedad socialista. Padecían, confiesa, cierta incompetencia, ya que no tenían "muchas precisiones sobre la forma política que eso adoptaría". O sea: ni siquiera tengo claro qué quiero hacer, pero para lograrlo estoy dispuesto a matar a quien se oponga. Eran jóvenes idealistas. Tan idealistas, quizá, como aquellos militares que, para imponer sus concepciones, secuestraron y mataron.

Caparrós puede ahora expresar sus ideas porque vive en una democracia burguesa, aunque sea tan condenable por imperfeKta como la nuestra. Significa que puede disentir con Kirchner en forma pública -como lo hace- sin temor a ser encarcelado por ello. Si viviera en la sociedad socialista cubana y disintiera con el gobierno castrista, quizá no podría hacerlo público, o bien debería atenerse a las consecuencias de ello.

A propósito: "Fanático es aquel que tiene una convicción absoluta y procura imponerla a los demás. Por esto no dialoga, sólo puede monologar. Dialogar implica reconocer la existencia de más de un logos (más de una razón), mientras que el monólogo expresa una razón única. (...) En el templo (religioso o laico) no puede haber varias razones o verdades, existe sólo una, y todo lo que no esté en ella es necesariamente erróneo o contra ella". Claudio Fantini - La sombra del fanatismo (Planeta, 2005).

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