domingo, julio 20, 2008

El noqueador noqueado


El fin de semana permite reflexionar un poco sobre los acontecimientos recientes. Una primera conclusión es la alta probabilidad que tiene el episodio de las retenciones a las exportaciones agropecuarias de trascender al campo académico, ya que difícilmente los politólogos encuentren para sus alumnos otro ejemplo tan nítido de vertiginoso consumo de capital político como el caso protagonizado por la administración de Cristina Fernández. Ese hipotético programa de estudios debería incluir este tema: “Cómo pasar de detentar la mayoría parlamentaria a perder una votación en apenas siete meses”.

La sensación que queda es que el ex presidente Kirchner –a quien todos los indicios señalan como el diseñador de la estrategia oficial, si es que se la puede llamar así- fue víctima del síndrome del noqueador noqueado. Me refiero a ese tipo de boxeador que confía exclusivamente en el demoledor poder de sus puños, despreocupándose por completo del arte de la defensa, y asciende en el ranking volteando muñecos en pocos rounds. Hasta que un mal día, se encuentra con un tipo que no sólo le aguanta la mano sino que pega tanto o más fuerte que él, y termina besando la lona.

Acostumbrado a ejercer el poder siempre por la vía más alejada del consenso, el kirchnerismo creyó que las efectividades combinadas (aunque no conducentes) de la caja, el apriete y las fuerzas de choque le permitirían resolver una necesidad fiscal generada por el desbordante crecimiento del gasto público. Después de todo, esa metodología venía mostrando su eficacia desde las épocas de la gobernación santacruceña, y ya en el ámbito nacional le había servido para descolgar retratos, ningunear padrinos políticos, amansar vicepresidentes, domeñar jueces y zamarrear gobernadores. Era cuestión, nomás, de alternar las arengas a dos micrófonos desde el atril con las asombrosas construcciones retóricas del jefe de gabinete y las bravuconadas del Secretario de Comercio, ya curtido en la tarea (máquina sobre el escritorio mediante) de disciplinar empresarios. Y en última instancia, siempre se podía apelar a los aportes intelectuales de un D´Elía, un Pérsico o un Depetri.

Pero las cosas no sucedieron como era de esperar. Los chacareros se plantaron en el centro del ring y se mostraron dispuestos a poner a prueba la solidez de la mandíbula oficial. El gobierno, todavía confiado, no aprovechó la oportunidad del clinch que le ofreció la renuncia de Lousteau (candidato perfecto a cargar con la mochila de la responsabilidad total) y comenzó una increíble serie de fallidas apuestas redobladas. Tras la caída representada por la pérdida del dominio de la calle en el fatídico supermartes de la semana pasada, que lo obnubiló al punto de imaginar comandos civiles y fuerzas de tareas en acción, recibió el golpe de gracia por parte de Cobos en la madrugada del jueves.

Uno se siente tentado a pensar en una revalorización de las instituciones republicanas, porque fue en el Congreso donde encontró su freno el autoritarismo oficial. Pero esa es una verdad relativa, ya que no es posible olvidar que se llegó a esa instancia en buena medida a causa de duras y prolongadas medidas de fuerza, que incluyeron unos nada republicanos cortes de rutas y actos violentos. Hay, entonces, un largo camino por recorrer antes de encontrar el cauce donde puedan desembocar las inquietudes políticas que una mayoría de la población manifestó en estos ciento veintipico de días. Los partidos de la oposición harían bien en analizar con cuidado sus pasos futuros, y nosotros, los ciudadanos comunes, en reflexionar acerca de la importancia que el voto –un voto a conciencia, como el de Cobos- tiene todavía.

Entre tanto, los problemas económicos siguen estando allí, como el 10 de marzo pasado, pero con mayor envergadura. En lo inmediato, es de esperar que la actividad económica recupere la tonicidad que perdió con este episodio. Porque hasta el más escéptico crítico de la teoría del derrame comprobó de qué manera la paralización de la producción agropecuaria derramó sus efectos negativos sobre el comercio, la industria y las finanzas. Pero en el mediano plazo, cuestiones como la composición y evolución del gasto fiscal (maraña de subsidios incluída), los problemas del sector energético y la tendencia a aislarnos del mundo y a elegir siempre el socio equivocado, siguen irresueltas. La inflación, como la fiebre, es el síntoma de una enfermedad seria que los responsables de cuidar el organismo socioeconómico aún no han reconocido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mike: Alem supo decir "que se rompa, pero que no se doble". Está claro que los contextos son totalmente distintos. Así y todo, parece (o me parece) que la sentencia está vigente. Hubo quien no se dobló. Ojalá podamos ser más, día a día, los que no estemos dispuestos a ello. Dicen los psicólogos, respecto de la educación de niños y adolescentes: "hay que poner límites". Bueno, que cada cual haga su asociación, ya que nos gobiernan adolescentes políticos.