domingo, julio 06, 2008

Pyrrhus

"Otra victoria como esta, y estaré perdido". Pirro (318-272 a.J.C.)

El increíble episodio de las retenciones que este sábado registró una nueva e importante vuelta de tuerca, tiene varios aspectos positivos.

Por un lado, el que la tiene más larga que cualquiera no pudo imponer su voluntad vía una resolución ministerial, sino que tuvo que aceptar el paso por el Congreso al que se oponía con feroz virulencia. Y una vez llegado a esa instancia, tampoco logró su propósito de no cambiar una coma al proyecto, a pesar de haber jugado en esa apuesta todas sus fichas: discursos desde el atril, presiones telefónicas personalizadas, amenazas explícitas de sus fuerzas de choque, promesas de partidas presupuestarias y/o cargos, y otras bienaventuranzas.

Además, el Congreso volvió a tener un rol -aunque desteñido e imperfecto- en el desarrollo de los acontecimientos políticos del país, escalando un módico peldaño desde el bochornoso nivel de escribanía oficialista a que lo había relegado la delegación incondicional de facultades. Y, por cierto, parte de la propia tropa kirchnerista, si bien dio quorum (tampoco se trata de héroes...) le votó en contra.

Veremos qué sucede ahora en el Senado, cuyos miembros se supone que representan a las provincias, con una cuestión que renueva el conflicto entre el interior y el gobierno central.

Las consecuencias económicas de esta locura han sido ya ampliamente comentadas (hay un buen resumen de Enrique Szewach acá). Pero en el plano político-institucional, me parece que todas las posibilidades están abiertas. Ojalá los ciudadanos comunes comprendamos que estas cosas pasan, en buena medida, por nuestra indiferencia y/o escepticismo y/o fatalismo al momento de votar, y que los políticos -algunos de ellos, aunque sea- reflexionen sobre lealtades y compromisos. ¿Soy demasiado ingenuo?

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