lunes, diciembre 15, 2008

Los cuadernos de Don Rigoberto


Después de bastante tiempo, volví a uno de los autores preferidos en mi juventud, Mario Vargas Llosa. La primera de sus novelas que leí (y que lo lanzó a la fama internacional), "La ciudad y los perros", me atrapó desde el comienzo con su atmósfera turbia y su tono denunciante. Enseguida devoré de modo sucesivo "La casa verde" y "Conversación en la Catedral", en las que su prosa -por la técnica, el manejo de tiempos y climas, y la riqueza argumental- alcanzó en mi humilde opinión, cumbres a las que no volvería a llegar.

Digo esto, pese a que también disfruté del humor y la agudeza que expuso tanto en "Pantaleón y las visitadoras" como en "La tía Julia y el escribidor".

Al grano: "Los cuadernos de Don Rigoberto" no es, desde ya, una graaaan novela, pero me pareció muy buena. En ella están ese juego intertemporal y esa mezcla difuminada de la realidad y la fantasía característicos del peruano, que capturan la atención del lector desde las primeras páginas. Hay además otras constantes del autor, como el humor a veces ácido y las actitudes entre ambiguas e inquietantes de sus personajes respecto del sexo y el statu-quo. Un Vargas Llosa puro y duro, después de todo.

Porque quien escribe esas largas cartas cuyos destinatarios nunca leerán (las diatribas contra el deportista y el lector de Playboy, los alegatos contra el patriota y el burócrata, la defensa de las fobias) no es Don Rigoberto -ese oscuro funcionario de una compañía de seguros que se refugia en la fantasía para encontrar un sentido a su vida- sino el propio narrador, con su encendido discurso individualista que, como a él mismo le gusta decir, no es conservador.

Sin ser, insisto, de lo más destacable de su producción, la leí con placer (que es, después de todo, lo que justifica a un buen libro).

En 1990 Vargas Llosa fue candidato a la presidencia de su país, pero tras liderar las encuestas durante varios meses, fue derrotado por otro outsider de la política, Alberto Fujimori. Vistos los acontecimientos posteriores, alguien podría pensar que Perú resultó perjudicado por aquel resultado. En cuanto a mi respecta, y desde mi condición de lector, me alegro de que las cosas hayan sido de esa manera. En parte porque no estoy tan seguro de que al novelista le hubiera ido bien en las pantanosas aguas políticas (hace pocos días, una diputada chavista propuso expulsarlo de Venezuela por sus opiniones negativas sobre el proyecto re-re-reelecionista del bolivariano) y también porque gracias a ello, podemos esperar nuevas muestras de su talento.

1 comentario:

Urboterra dijo...

Viejo:
Si bien no leí ésta, antes coincidía bastante con tu punto de vista. Me pasó algo muy parecido cuando leí la novela-corta "¿Quién mató a Palomino Molero?", la cual, sin parecerme descollante, me dejó un sabor de boca muy dulce. Me envalentoné entonces a leer novelas posteriores a las que nombras acá (que yo devoré igual que vos, y descubrí con ellas que alguien podía escribir de una manera novedosa, entretenidísima y -casi- perfecta) y encontré en la biblioteca "Lituma en los Andes". Lo comento porque es del año '91, y me pareció una obra fantástica, de lo mejor de él. De haber ganado las elecciones, Perú probablemente seguiría mal y nosotros no tendríamos esta maravilla -que a mí me sirvió para poner a Vargasllosa en mi top five de todos los tiempos-. Pidamos, entonces, que Varguitas siga escribiendo para siempre y que los peruanos puedan elegir un buen presidente que los ayude de una vez.
Leelo, a ver qué te parece (qué diarrea de palabras, no?).
Abrazos,
E.