jueves, diciembre 18, 2008

Balance del primer año


La administración provincial encabezada por Fabiana Ríos cumple su primer año de gobierno. Tal como podía preverse al inicio de su gestión, las cosas no le han resultado fáciles, en particular debido al gravísimo -tirando a caótico- estado de asfixia financiera y descontrol administrativo que encontró al hacerse cargo. Un paisaje muy parecido al que queda tras una devastación, como lo dijo ayer en su discurso la gobernadora.

P & M se ocupó algunas veces de estos asuntos, por ejemplo aquí, acá y acullá. La cuasi catastrófica situación heredada se agravó a lo largo del año, debido primero al enfriamiento de la economía nacional (con su impacto sobre la coparticipación tributaria a las provincias) y luego por las consecuencias locales de la crisis financiera internacional (fenómenos ambos muy palpables, por más que el kirchnerato pretendió negarlos).

El problema es que a estos factores que se podría calificar de exógenos, ya que no fueron provocados por acciones propias, se agregaron otros, a los que a contrario sensu llamaré aquí endógenos.

El principal ha sido la falta de un plan o, al menos, de una estrategia para afrontar el delicado cuadro descripto. Ni el efímero ministro de economía Sideris ni su sucesor Crocianelli dieron a conocer un programa para al menos empezar a sanear las finanzas locales, atacando algunos problemas que ya eran evidentes antes de que Ríos asumiera:

  • La estructura del gasto fiscal, concentrado en las erogaciones corrientes, motivo por el cual las erogaciones de capital (en particular, la obra pública) quedan sujetas a la voluntad del gobierno central.
  • La rigidez de ese gasto, determinada por la muy elevada masa salarial, así como por los mecanismos establecidos de coparticipación a municipios y el peso de los intereses de la deuda.
  • Consecuencia de lo anterior, el déficit fiscal crónico.
  • El elevado nivel de endeudamiento, lo que junto con el esquema deficitario dificulta las posibilidades de acudir a ese mecanismo de financiamiento en el futuro.
Por supuesto que no se acudió a la "receta neoliberal": ni emergencia económica, ni denuncia de convenios laborales, ni plan de austeridad. En lugar de ello, la masa salarial ha seguido creciendo, al compás de los reclamos sindicales, aún después de largos y desgastantes conflictos. Por otro lado, los pagos por coparticipación a los municipios sufrieron retrasos, al igual que los destinados a proveedores y contratistas.

De la fragilidad fiscal han derivado algunas consecuencias políticas llamativas. La renuncia del vicegobernador Basanetti tras apenas siete meses de ejercicio fue una de ellas. Más reciente ha sido la condena que el ARI nacional, alineado en la Coalición Cívica, ha hecho de la actitud acuerdista respecto del oficialismo por parte de los legisladores aristas fueguinos en el Congreso Nacional. De todos modos, esto último puede resultar comprensible, ya que es archisabido que en el ríspido universo K, manda la caja por sobre el proyecto, y que al entorno presidencial no le tiembla la mano para cerrar el grifo financiero a los gobiernos provinciales díscolos.

Otra derivación ha sido el recurso a mecanismos que cuando Ríos y sus principales espadas (el legislador Raimbault y el diputado Gorbacz, entre ellos) revistaban en la oposición, eran considerados poco menos que traiciones a la patria. No me refiero solamente al pago de sueldos mediante fondos de la Cuenta Unificada (que en su momento motivó una denuncia contra el entonces gobernador Cóccaro), sino en especial al proyecto para adjudicar a una empresa privada en forma directa, sin proceso licitatorio, la explotación de gas para la producción de metanol.

Esto no sólo representa una claudicación respecto de una premisa fundacional del elenco gobernante, como lo es su profesión de fe estatista (cosa que confieso no me preocupa), sino a algo bastante más grave, como lo es la postergación de la consigna de la transparencia presentada con orgullo como un ícono del fabianismo.

Así, con pocos logros para exhibir (a menos que uno considere como tales pagar los sueldos a duras penas e incrementar el endeudamiento), Ríos encara el 2009 planteando más dudas que certezas a la sociedad. No ayuda, por supuesto, el díficil momento que afronta el sector privado, por la caída de la demanda agregada y los desaciertos de la política económica nacional.

Quizá el permanente estado de beligerancia de los gremios estatales, ante un gobierno cuyo caudal electoral se nutrió principalmente de los votos de los empleados públicos, sea una preocupante síntesis del duro trance por el que atraviesa la provincia.

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