
El debut de Maradona como DT de la selección en partidos oficiales fue apenas un poco más exigente que un entrentamiento, debido a la debilidad del rival. En efecto, Venezuela, que en años recientes venía mostrado una evolución positiva en el nivel de su juego, ayer tuvo un desempeño tan pobre que casi no permitió medir el rendimiento del equipo argentino.
El único plan visitante pareció ser el de agruparse atrás para tratar de que transcurrieran los minutos. Ante eso, la selección procuró un equilibrio entre la necesidad de no desesperarse y la de quebrar el esquema defensivo contrario. Para ello, a partir del control de Mascherano de la zona media, movió la pelota procurando habilitar a Messi por la derecha o a Tévez por la izquierda, pero al principio le costó generar peligro.
Es que los movimientos ofensivos todavía no están bien sincronizados, y se me ocurre que debido a ello dos volantes laterales con "recorrido" y potencia, como Maxi Rodríguez y Jonás Gutiérrez, no influyeron demasiado en el trámite. Además, Aguero estuvo algo estático en el centro del ataque, en una zona donde había muchas camisetas rivales. Por suerte, Tévez le agregó movilidad a su clásica entrega, hasta que logró armar esa precisa pared con Messi que terminó en el primer gol.
Ahí pareció que el partido se abriría, en la medida en que Venezuela se viera obligado a salir de su postura defensiva, pero esto no ocurrió: el DT Farías y sus muchachos sólo querían evitar la goleada. Y el primer tiempo se fue de largo, en parte porque Gago no conjugó su despliegue con precisión en los pases, y también por la falta de coordinación a que aludía más arriba.
Cuando al comienzo del segundo tiempo Venezuela amagó con salir un poco más adelante, la Argentina liquidó el partido en seis minutos, confirmando los temores del técnico visitante... El cuarto gol (tras un blooper del arquero) estuvo de más.
Como ocurrió contra Francia, el equipo da la sensación de haber ganado en confianza y compromiso, lo cual debe atribuirse a la capacidad de Maradona para motivar a los jugadores. Las razones por las cuales estos últimos necesitan del magnético influjo de
El Diez para cargar las baterías, cuando cualquier amante del fútbol sería capaz de pagar para vestir la celeste y blanca durante cinco minutos, es algo que dejo para algún "blogger" especializado en psicología u otra disciplina afín.
En lo que a juego se refiere, insistiendo en que el rival no fue medida, hay que rescatar la contundencia ofensiva, pero todavía sigue faltando mucho. Después del mediático episodio de la renuncia de Riquelme, es inevitable pensar en lo que el jugador de Boca le podría aportar al equipo con su capacidad para "el último pase". Pero él no está, por voluntad propia. Por mi parte creo además que anoche, ante el "barullo" en que cayó Gago, se extrañaron el orden y las habilitaciones seguras de Cambiasso, mal que le pese a sus detractores.
Y hablando de estos últimos, yo soy uno de los que no quiere a Verón en la selección, donde nunca rindió como lo ha hecho en los otros equipos donde actuó. No obstante, no entiendo a quienes lo silbaron cada vez que tocó la pelota, que por otra parte administró casi siempre con buen criterio.
En suma, el equipo confirmó que ha recuperado su autoestima, pero todavía le falta plasmar eso en el juego. Bolivia, el próximo rival, sólo puede complicar por la influencia de la altura, así que allí serán importantes tanto el aspecto físico como el anímico, plano éste en el que parece que estamos bien. Veremos cómo nos va.
(La foto es de
La Nación)