domingo, agosto 24, 2008

Comandante Piedra Buena


La prehistoria económica fueguina se desarrolló en el mar. Sus protagonistas fueron los loberos y balleneros que a mediados del Siglo XIX, en embarcaciones tan pequeñas como precarias, se animaban a sucar las aguas turbulentas del Atlántico Sur, llegando no sólo hasta las Malvinas y el archipiélago fueguino, sino también hasta las Orcadas, las Shetland y la Antártida. Vivían de la venta de cueros y grasas animales, en una práctica que no resistiría un análisis según los criterios conservacionistas actuales.

En ese contexto se desempeñó Luis Piedra Buena, de cuyo nacimiento en Carmen de Patagones se cumplen hoy 175 años. Su relación con el mar comenzó cuando era aún muy jovencito, haciendo sus pininos como navegante en los ríos Paraná y de la Plata, para llegar luego al Caribe y los Estados Unidos. Enseguida comenzó a desarrollar una intensa actividad exploratoria y comercial en las costas patagónicas y fueguinas, que continuaría durante el resto de su vida.

Fundó un establecimiento rural en la Isla Pavón (actual provincia de Santa Cruz) y llegó a establecerse con un boliche en Punta Arenas, en la costa del estrecho de Magallanes. Había llegado años antes a la bahía de San Gregorio (zona hoy chilena y por entonces reivindicada como propia tanto por Argentina como por Chile), manteniendo relaciones amistosas con el cacique Biguá.

En 1867 construyó unas pequeñas casas en la Isla de los Estados, que le sirvieron de base para sus operaciones en la zona. Dos años más tarde protagonizó allí un acto histórico, cuando izó por primera vez la bandera argentina en suelo fueguino. Había procurado llevar adelante en ese lugar un establecimiento dedicado a obtener pieles y aceites de pinguinos, inciativa que aunque no prosperó puede considerarse como un antecedente primitivo de la industria local. Por entonces, en el archipiélago sólo residían en forma permanente los grupos aborígenes, la jurisdicción políticia aún estaba en discusión entre la Nación y las provincias de Buenos Aires y Mendoza, y Chile mantenía también pretensiones territoriales.

Protagonizó numerosos salvamentos de náufragos, lo que le valió reconocimientos de gobiernos europeos. En 1873 naufragó a su vez en la isla de los Estados, y con los restos de su nave construyó el cuter "Luisito" con que regresó a Punta Arenas, por lo cual se lo recuerda también como un pionero de la arquitectura naval. Los reconocimientos oficiales a su labor fueron módicos: sólo aparece citado en cuatro decretos, en uno de los cuales el presidente Roca le confiere el grado de Teniente Coronel de Marina. Al año siguiente, poco antes de cumplir los 50 de edad, moría pobre en la ciudad de Buenos Aires.

Está en el Olimpo de mis próceres preferidos, aunque es una de esas figuras a las que la historiografía suele dedicar sólo algunas referencias tangenciales, con la honrosa excepción de la biografía que escribió el Dr. Arnoldo Canclini.

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