jueves, enero 31, 2008

De ley de leyes a decisión administratriva




Hubo un tiempo en que el Presupuesto era conocido como la "ley de leyes", por ser la herramienta central para planificar, ejecutar y controlar la acción del gobierno. Pero en nuestro país y en los tiempos que corren, el Presupuesto ha sido degradado por el propio Congreso que delega año a año sus funciones esenciales al Poder Ejecutivo. Ahora la acción gubernativa depende de unas normas de rango mucho más modesto, las "decisiones administrativas" de la Jefatura de Gabinete.

Tales instrumentos, no obstante su modestia, tienen un enorme poder, ya que -entre otras cosas- asignan las partidas de fondos para obras públicas en las provincias. Es casi lo mismo que cuando funcionaba la ley de leyes, sólo que en el pasado tales asignaciones las definían los representantes provinciales en el Senado luego de agitados debates y negociaciones sobre necesidades y prioridades, y hoy lo hace un funcionario en la tranquila soledad de su despacho.

Pero la soledad no siempre es buena consejera. No es posible pensar otra cosa si, por dar sólo un par de ejemplos, se postergan in eternum las obras que podrían impedir o al menos morigerar los efectos de los desbordes anuales del río Pilcomayo, así como las urgentísimas reformas a la patética red caminera (en el presente mes de enero falleció un promedio de 5 personas por día en accidentes viales). En cambio, los argentinos tendremos un tren-bala sirviendo un corredor que ya es convenientemente atendido por otros medios de transporte, maravilla de la que no dispone ningún otro país en el continente.

Cosas que pasan en un país en serio.

(En la foto: chicos de la localidad salteña de Santa Victoria Este, afectados por la inundación del Pilcomayo. Fuente: blog ¿Estás?, de Juan Carr (click aquí).

martes, enero 29, 2008

La plata no alcanza, versión 2



A esta altura de los acontecimientos, tras el elocuente discurso de la gobernadora Ríos, las declaraciones del ministro de economía Sideris, las desesperadas gestiones de ambos ante el gobierno nacional y las demoras en el pago de haberes del mes pasado, nadie debería desconocer que la situación de las arcas públicas provinciales es cuando menos muy mala. ¿Nadie?

Hoy nos enteramos de que el vicepresidente de la Dirección Provincial de Puertos (¿el presidente andará de vacaciones, como las musas del Nano?) acordó un aumento salarial de 10% con los trabajadores del organismo. Una dirigente gremial (no el funcionario que tomó la decisión) ha salido a defender la medida, aclarando que la DPP "es un ente con superavit" (sic) y que "esto no tiene nada que ver con la provincia en crisis" (resic).

Por otro lado, el ministro de educación ha advertido sobre abusos por acumulación de cargos y horas cátedra (hay al menos un caso de una persona que trabaja más de 16 horas por día), apuntando que ello es injusto para otros docentes que quieren trabajar y por situaciones como esa no pueden hacerlo.

Algunas preguntas:

-¿Por qué motivo, si la DPP tiene excedentes, deben ser volcados al pago de sueldos suculentos a su personal? ¿Porque hay un convenio colectivo? ¿La crisis no es suficientemente grave como para que el gobierno lo denuncie? ¿El vicepresidente de la DPP trabaja para los ciudadanos en su conjunto o para la fracción que está empleada en el DPP?

-¿Al ministro de educación no le importa el perjuicio sufrido por los alumnos , únicas víctimas del fraude producido por esos trabajadores de la educación (ya que según ellos mismos, no son maestros ni profesores)?

Otra más:

-¿Estamos todos locos?

domingo, enero 20, 2008

Recuerdo de un genio



Hace hoy un cuarto de siglo moría Manoel Francisco dos Santos, "Garrincha", integrante del gran "scratch" brasileño que ganó los mundiales de fútbol en 1958 y 1962. Tenía 49 años y se fue de este mundo estragado por el alcohol y en una pobreza casi extrema.

Si su final fue triste, tampoco se puede decir que fue bendecido al nacer. Era patizambo (sus pies estaban torcidos hacia afuera y las rodillas demasiado juntas), padecía una desviación de columna y tenía una pierna 6 cm. más corta que la otra; además, su coeficiente intelectual era bajísimo.

Sin embargo, Garrincha -o "Mané", como también lo llamaban- llegó a ser un fenomenal ídolo popular en un país en el que el fútbol es casi una religión de masas. Se lo considera el artífice del título de 1962, cuando Pelé quedó al magen del equipo por una lesión. Ese año, Mané era el mejor jugador del mundo.

Cuentan que una vez, luego de que el DT del seleccionado, Vicente Feola, explicara a sus dirigidos -con pizarrón incluido- la táctica con la cual iban a derrotar a sus rivales, un distraído Garrincha le preguntó: "Maestro, ¿y Ud. esto ya lo habló con los contrarios?"

Fue uno más de tantos genios del arte y el deporte a quienes parece que la vida les factura una leonina compensación por haberle acordado sus excepcionales dotes.

Tuve la suerte de verlo actuar allá por los comienzos de los sesenta en la cancha de River Plate, jugando para el Botafogo contra el Barcelona en un cuadrangular de verano. Esa misma noche definieron el torneo River y Boca, en un partido en que Amadeo Carrizo le atajó un penal a Valentim.

Comprobé entonces que su indescifrable estilo ejercía un dominio psicológico sobre sus rivales; se me ocurre ahora que era algo parecido a lo que pasaba con Nicolino Locche en su esplendor, cuando convencía a sus rivales de que no podían pegarle.

El pobre tipo al que le tocó marcarlo, de cuyo apellido me olvidé, quería que el partido terminara cuanto antes o que alguien lo sacara de allí. Mané no sólo lo gambetetó de mil maneras: durante un tramo, lo desbordó en cuatro jugadas seguidas haciendo siempre el mismo movimiento (amague hacia adentro, quiebre de cintura, enganche hacia afuera), y el hispano no podía pararlo pese a que "sabía" que el brasileño iba a salir para ese lado. Le tiraba unos guadañazos homicidas y ni siquiera lograba voltearlo.

Les dejo un video para que disfruten su magia y vean, también, con cuánto dolor lo despidió el pueblo brasileño.


viernes, enero 18, 2008

La plata no alcanza



Cuando los egresos superan a los ingresos, hay déficit. Por un tiempo, uno puede financiar el déficit, o sea: tomar plata prestada para cubrir esa brecha.

Pero, atención, que quien presta dinero suele tener la mala costumbre de cobrar un precio por ello, que se llama interés. Así que cuando uno toma deuda, los gastos se incrementan en la misma medida del interés que empieza a pagar, y como el lector ya habrá adivinado, su déficit aumenta.

Además, si uno tiene una tradición, digamos, del tipo "borrachín consuetudinario", los que prestan empezarán a pensar que hacerlo es cada vez más riesgoso. Primero cobrarán un interés más alto, luego le reclamarán a uno que deje de gastarse la plata en vino y, más temprano que tarde, se negarán a seguir prestando.

Por eso, el financiamiento del déficit es una herramienta temporaria.

Entonces, uno tiene que tratar de subir los ingresos. Esto suele ser complejo, y más allá de la voluntad de uno, también puede llegar a no ser suficiente. Si se llega a ese punto, a uno no le quedará más que una opción: bajar los egresos.

Cualquier semejanza de este cuentito con la realidad fueguina no debe ser considerada una mera coincidencia.

Se me ocurren tres preguntas:

¿Qué parte de esta historia no entiende la mayoría de los políticos fueguinos?

¿Qué parte de esta historia no entienden los gremialistas estatales? (click aquí)

Unos y otros, ¿cómo imaginan que puede seguir la película?

Yo prefiero no imaginarlo.


"La economía es un asunto esencialmente político,
así que todos opinan".

Paul Krugman.

lunes, enero 14, 2008

¿Quién debe pagar la fiesta inolvidable?



Están llegando los primeros ecos del reciente discurso de la gobernadora fueguina.

Algunos rebotes reflejan serias dudas, ya que mientras el ministro Sideris había mencionado un déficit mensual de 30 millones de pesos, Ríos en su mensaje habló de 53. Por supuesto que en caso que la cifra correcta sea esta última (que representaría algo así como medio presupuesto anual: ¡mamma mía!) uno debería preocuparse por la calidad de la información que maneja el responsable primario de las cuentas públicas.

Pero lo que me interesa comentar ahora es la reacción de algunos dirigentes, tanto políticos como sindicales y de sectores empresariales, que coinciden en argumentar que dado que sus sectores no habrían participado de "la fiesta", no tienen por qué pagar sus costos. Algo así como decir: "A mí, que me revisen".

¿Lo dirán en serio?

¿Los trabajadores estatales no participaron de ninguna fiesta? Entonces,habría que pensar en cómo calificar el aumento de 200% registrado durante el período 2003-2007 en las remuneraciones de los docentes, según se informa aquí. O los niveles salariales del personal judicial y de los trabajadores del puerto, por dar sólo dos ejemplos. O las condiciones laborales explícitas (sistema jubilatorio, régimen de licencias, etc.) e implícitas (nivel de exigencia en el cumplimiento de horarios, requisitos de idoneidad, compromiso con la atención al usuario, etc.) que caracterizan al sector.

¿Los empresarios no participaron de ninguna fiesta? ¿Ninguno de ellos evadió impuestos? A lo mejor estoy confundido, y ninguno ha formulado a sus clientes la célebre pregunta "¿Necesita un ticket?" Sin olvidar las exenciones arancelarias y del impuesto a las ganancias y a los bienes personales vigentes por el régimen de la ley 19.640...

¿Los políticos no son responsables de la fiesta? Entonces, ¿quiénes dieron luz verde al catastrófico "megapase" en la Legislatura?

¿Tampoco lo son los dirigentes gremiales? ¿Es que alguno de ellos cortó alguna calle para plantear que el "megapase" (ya sé, estoy un poco obsesionado con eso) representaba no sólo una hipoteca gravísima para las arcas fiscales, sino también un triste final para las declamadas pretensiones de una carrera administrativa a la cual debería ingresarse por concurso?

Y, por último: ¿no es responsable el conjunto de la población del cual formo parte? ¿Acaso los gobernantes nos fueron impuestos por el imperalismo yanqui como exitoso producto de un golpe o una operación-basura? ¿Acaso el ex gobernador Colazo no acaba de ser premiado con una senaduría? ¿Acaso la gran mayoría de nosotros no ha dejado de participar del sistema de partidos que configura la esencia de todo sistema democrático, liberando el terreno a clientelistas y sátrapas de toda clase? Sátrapas que, además, al dejar la función se convierten en empresarios de prosperidad instantánea.

Dejémonos de macanas, muchachos. Basta de humo y, como decía creo que Ortega y Gasset, "a las cosas".

Y no olvidemos la frase de Geno Díaz: "No digamos que no podemos estar peor, porque podemos".

viernes, enero 11, 2008

Un pasito adelante



Un par de días después de que su ministro de economía marcara un posible record mundial en materia de brevedad de mensajes televisivos, la gobernadora Fabiana Ríos decidió salir a la palestra para dar a conocer a la población lo que piensa hacer para modificar la muy preocupante situación del sector público fueguino.

Presentó una descripción descarnada del calamitoso estado en que su equipo encontró las finanzas estatales, descargando las culpas sobre su antecesor sin pelos en la lengua y anunciando una batería de medidas. Uno podría señalar que esto se produce cuando ya han transcurrido casi siete meses (seis de la transición y uno de gestión) desde su triunfo electoral, y lamentar el valioso tiempo perdido.

También -por la secuencia de las declaraciones y las acciones registradas en ese período- se podría conjeturar que el ARI local quizá no pensaba ganar; que una vez que ganó, le costó asumir la diferencia entre ser oposición y ejercer el oficialismo; y que recién ahora pone manos a la obra. Pero en todo caso esta es una valoración política del pasado (aunque sea reciente), siendo más importante lo que habrá de ocurrir de aquí en más.

Hay que admitir además que Ríos hereda a la peor gestión de la historia fueguina, y que no corresponde hacerle cargos por sus consecuencias presentes. También es cierto que el conjunto de la clase política (con las excepciones de las dos administraciones municipales de la época) acompañó por acción u omisión el "megapase", nave insignia de la rocambolesca armada colazo-coccarista. Y que su instrumentación contó con el apoyo de la legislatura de entonces, en la que los referentes aristas plantearon sólo objeciones menores y votaron a favor, mientras algún dirigente gremial estatal se regodeaba celebrando la supuesta "redistribución de la riqueza" que según él la medida implicaba.

Más allá de cualquier especulación al respecto, lo cierto es que al gobierno de Ríos le toca afrontar la gravedad del cuadro que ella acaba de describir. En ese contexto, el mensaje de la gobernadora implica un paso adelante: por primera vez se apunta a controlar y reducir el gasto público. Hasta ahora sólo se había planteado la necesidad de incrementar los ingresos aumentando la presión impositiva.

Vuelve a llamar la atención que se confunda "crisis fiscal" con "crisis económica", lo cual no condice con las páginas de los diarios locales pobladas de avisos de empresas que buscan empleados. En una economía en crisis el empleo no crece, sino que disminuye.

Es posible que en las filas oficialistas todavía no se hayan formulado algunas preguntas de cuyas respuestas podrían surgir claves para encarar los problemas. Por ejemplo:

  • Si el Estado debe existir sólo para pagar buenos sueldos a sus empleados, o bien para proveer bienes públicos y servicios como los de salud y educación al conjunto de la población, y hacerlo con eficiencia (lo que implica remunerar en forma adecuada al personal).
  • Si tiene sentido que "empresas" estatales repartan "excedentes" entre sus empleados, en lugar de aplicarlos -en caso de existir realmente- a invertir en el mejoramiento de sus servicios o en abaratar sus costos para los habitantes de la provincia.
  • Si la calidad de los servicios estatales constituye un valor prioritario a atender. Y si la opinión de los ciudadanos al respecto tiene importancia.
  • Si el sector privado sólo existe para pagar el monto de impuestos necesario para financiar cualquier nivel de gasto estatal.
  • Si el excedente del sector empresario es una especie de deleznable pecado mortal o, por el contrario, una fuente de financiamiento de la inversión necesaria para que la economía produzca más y mejores bienes para el consumo de la población.
El tiempo dirá si las medidas anunciadas son eficaces y suficientes. El fiel cumplimiento del octavo mandamiento ("no robarás", remember?) ayudaría mucho a mejorar la atmósfera que respiramos. Y, last but not least, la relación con las autoridades nacionales será una variable decisiva en la resolución de la crisis, terreno en el que resultará más útil la capacidad de negociación que el "ideologismo".

Lo único casi seguro es que las próximas semanas van a resultar muy entretenidas...

martes, enero 08, 2008

La noche del Sr. Lazarescu


Confieso que debido a un prejuicio, no eran muchas mis expectativas cuando alquilé "La noche del Sr. Lazarescu", aún pese a los buenos comentarios que había leído sobre ella. Y es que, no habiendo visto nunca una película rumana, tenía miedo de que me pasara lo mismo que con el cine iraní, tan de moda entre los críticos algunos años atrás pero (después de dos o tres intentos) francamente insufrible para mí...

Sin embargo mis reservas resultaron infundadas por completo. Me pareció una obra excelente, una muestra de cómo se puede hacer cine testimonial, por ponerle una etiqueta, sin caer en el panfleto.

Dante Remus Lazarescu, un ingeniero viudo y jubilado, vive en un departamento de Bucarest con la sola compañía de tres gatos. Se siente mal, le duelen las piernas, ha vomitado muchas veces y pide ayuda a unos vecinos. Su única hija reside en Canadá, su hermana vive en otra ciudad. Llaman a una ambulancia, y la enfermera que lo atiende presume, con acierto, que el cuadro es grave, por lo que decide tratar de internarlo. Lazarescu, además, se cae en el baño y se golpea la cabeza. Entonces empieza la que será su última noche.

Creo que es una película sobre varios temas.

El más evidente es el de la salud pública. Desde dicho ángulo el patético peregrinar de ese hombre, sin familiares ni amigos cercanos, por cuatro hospitales -para peor, desbordados por las víctimas de un terrible accidente de tránsito- nos remite a los argentinos al drama de nuestro propio sistema sanitario. Problema que no es exclusivo de los países ex comunistas ni de los latinoamericanos, al menos si uno se atiene a las falencias del "estado de bienestar" canadiense que muestra Denys Arcand en la magnífica "Las invasiones bárbaras".

Otro eje, se me ocurre, es el de las miserias humanas. Algunos médicos atienden a Lazarescu con abierto desdén y desinterés, varios lo maltratan de modo sutil con esa especie de tuteo irrespetuoso que pretende disfrazarse de afabilidad, otros dos (más preocupados por sus teléfonos celulares) eluden atenderlo con un cinismo que exaspera al espectador, mientras derraman soberbia sobre los seres inferiores: los pacientes, los enfermeros, el resto del mundo. Ninguno se priva de recriminarle sus pasados excesos con el alcohol, cuando es evidente que el enfermo -condenado por un cáncer hepático y una hematoma subdural que a cada minuto lo va incapacitando en forma inexorable- sólo necesita lo que ahora llaman contención y algo así como una ayuda para morir en paz.

También hay corazones tiernos. La paramédica que lo traslada en ambulancia a los distintos hospitales, al principio fría y distante, es una de las pocas personas que se compromete con el ser humano sufriente, insistiendo con terquedad para que alguien haga algo. Un neurólogo logra que le practiquen una tomografía computada mintiendo que se trata de un pariente suyo. Sobre el final, la veterana enfermera que lo prepara para una cirujía craneana, lavándolo (por entonces, hace rato que el pobre Lazarescu no controla esfínteres) y afeitándolo con tanto profesionalismo como sensibilidad, le dedica las únicas palabras afectuosas, que él ya no puede escuchar.

No hay héroes, no hay un médico apuesto y abnegado que salve la situación. Tampoco hay clima de epopeya, ni siquiera de drama. La cámara austera registra los hechos casi en tiempo real, desde una distancia, diría, periodística: no se ven primeros planos en las dos horas y media de duración. Esto y las magníficas actuaciones dan como resultado un clima de realismo atrapante.

Hay otro tema. Se ha dicho que el de la muerte es el momento en que nos encontramos más solos que nunca. No parece exagerado pretender que quienes deben (por elección profesional) acompañar a una persona hasta ese instante final e inevitable, lo hagan con algo de calidez, por más que los sueldos sean bajos, las condiciones pésimas y los gobernantes corruptos.

jueves, enero 03, 2008

Keynesianismo del Siglo XXI




Las delicadas maneras del secretario Guillermo Moreno parece que continúan siendo aplicadas con el propósito de que la realidad, tergiversada por una furibunda campaña antiargentina, termine de una buena vez por todas adaptándose a las estadísticas oficiales.

Al menos es lo que se deduce al conocerse el traslado de Luciano Belforte, técnico del Indec, al ministerio de Economía, o, mejor dicho, a un limbo sin tareas asignadas. Un destino similar a los asignados antes a Graciela Bevacqua, Cyntia Pok y María Angélica Barrientos.

Que Belforte haya sido encargado del ingreso de datos para el cálculo del Indice de Precios al Consumidor y, también, testigo en la causa judicial sobre manipulación de ese indicador debe ser, sin dudas, una mera coincidencia.

También ha de ser casualidad que la renuncia del economista Federico Dorin a la Dirección de Cuentas de la Producción del organismo, se haya producido mientras empleados del área denuncian presiones de las autoridades para manipular las estimaciones del PBI.

Es curioso que estos episodios se verifiquen en el curso de una administración que de manera reiterada ha hecho profesión de fe estatista.

Dorin, por ejemplo, no es -como decía Chiquito Reyes, el personaje del Negro Olmedo- "ningún gil de goma". Profesor de las Universidades de Buenos Aires, de Tres de Febrero y de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), ha sido consultor de la CEPAL, el BID y el FMI (con perdón de la palabra) y exhibe una rica trayectoria profesional y académica desplegada en el país y en el exterior. Es decir que como consecuencia de este increíble forcejeo entre realidad y números oficiales, el "staff" del Estado pierde a otro profesional calificado y experto.

¿Serán estas señales de que marchamos hacia un "keynesianismo del Siglo XXI"?