
El tembladeral provocado por la crisis financiera mundial da para todo en materia de declaraciones. Estatistas y antiestatistas no se dan por vencidos, cruzando argumentos a favor y en contra de la responsabilidad de los gobiernos por el terremoto, aunque el entusiasmo puesto en juego puede hacer derrapar hasta al más pintado.
Fue el caso del último Premio Nobel, adalid neokeynesiano y casi personnal think-tank de Obama, Paul Krugman, cuando expresó días pasados: "Lo que queremos es un sistema en el que los bancos se hagan cargo tanto de las ganancias como de las pérdidas. Y el camino a ese sistema es la nacionalización". Una gaffe notable, ya que mientras el primer tramo de la sentencia indica que lo deseable es que las entidades financieras asuman sus quebrantos, el segundo propone que lo haga la sociedad en su conjunto, a través del presupuesto del Estado.
La posición de Krugman sobre estos aspectos es conocida, por lo cual el episodio sólo marca el cuidado que hay que tener cuando se evalúan las declaraciones hechas al calor de la polémica, incluso en el más alto plano académico.
Otro caso es el del historiador español Lluis María Puig i Oliver, que en un reportaje publicado por "La Nación" afirma que hay que diferenciar el mercado del capitalismo y suelta esta frase: "El mercado es un instrumento y como tal puede ser utilizado desde la izquierda o desde la derecha". La afirmación de este reconocido estudioso es al menos cuestionable, si se entiende por "izquierda" a las concepciones que promueven el rol coactivo del Estado para imponer decisiones económicas a los individuos, y por mercado -como lo explica Martínez Coll- al conjunto de instituciones que facilitan la adopción de decisiones económicas mediante acuerdos entre individuos que defienden sus intereses particulares con mayor o menor capacidad para influir en las decisiones. Esto, antes de hacer un juicio de valor respecto de uno u otro postulado.
Ya bastante lejos de la academia, los políticos no se privan de meter baza, como dicen los españoles. Entre nosotros, el ex presidente Duhalde, cuya gestión de ocho años como gobernador de la provincia de Buenos Aires exhibe el dudoso distintivo de haber incrementado la pobreza en el conurbano bonaerense y llevado al banco provincial a una situación de quebranto técnico (cosa que fue evitada a costa de los bolsillos de los contribuyentes), apareció en los medios para proclamar la necesidad de "meter la deuda argentina en la quiebra mundial" o algo así. Tratándose además de la misma persona que ungió a Néstor Kirchner como candidato justicialista en 2003, uno se siente impelido a desconfiar de sus recomendaciones.
En Tierra del Fuego no hemos estado exentos de los consejos económicos de políticos con baja reputacion en la materia. En efecto, el ex gobernador Colazo, principal responsable intelectual y material del "megapase" de 2005 (ingreso de más de 4.000 beneficiarios de planes asistenciales a la planta permanente del gobierno) que asestó un golpe demoledor y de gravísimas consecuencias a las finanzas provinciales, ha salido a promulgar una suerte de frente fueguino anti-crisis, aunque sin dar precisiones sobre cómo se constituiría.
Conclusión: la libertad de expresión es un valor que hay que defender a capa y espada, aunque como todas las libertades, además de beneficios tiene sus costos...
