martes, enero 12, 2010

Buitres


Recrudece la campaña antiargentina, quizá cebada por las evidencias de éxito.

A poco de habernos enterado de la aviesa maniobra de la IFFHS (Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol) ubicando a Diego Maradona entre los peores DT de fútbol (nada menos) del mundo, los argentinos hemos tenido que soportar hoy otra cruel decisión de Thomas Griesa, ese anciano canalla a cargo de un juzgado neoyorquino, quien no ha dudado en embargar reservas del Banco Central. Lo cual no sería tan grave para el gobierno (después de todo, qué le hace una mancha más al tigre) si no fuera porque corrobora una presunción al respecto del Golden-boy de chocolate, hoy (des)calificado como "okupa del BCRA" por la Presidenta.

La situación parece haber ingresado en un ambiguo terreno surrealista. El ministro Boudou salió a criticar la medida del veterano "embargador serial", pocos momentos antes de que la jefa del Estado (de alguna manera hay que llamarla) embistiera -una vez más, y no será la última- contra su vicepresidente, la justicia, la oposición y "los medios" (en particular, los diarios Clarín y La Nación). En la misma declaración, la Sra. de Kirchner no se privó de recordar que en ocasión del "megacanje" de Cavallo, el país contrajo deuda a una tasa de 15%. "Por ahí, algún juzgado sigue una causa por este tema", apuntó filosa Cristina, quizá olvidando que fue ese, precisamente, ese y no otro el valor de la tasa que su gobierno convalidó no hace mucho al colocar unos bonos en la cartera de su aliado bolivariano, hoy tan atribulado como ella por los avatares de la política y la economía.

De un modo cuando menos sorprendente, los indicadores (no los del Indec, sino los reales) económicos no han dado señales demasiado preocupantes. ¿Significa esto que el autismo gubernamental ya no provoca la reacción de los mercados? Si así fuera, sería grave en la medida en que evidenciaría la irrelevancia del gobierno en términos de su influencia sobre el acontecer económico, político y social. En otras palabras: estaría mostrando que la verborragia de Aníbal Fernández es de una vacuidad patética sólo comparable con la de la Presidenta, a quien, dicho de una manera un tanto brutal, ya nadie le daría bola.

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