lunes, enero 04, 2010

Sandro de América

Durante mi adolescencia, él no entraba en mi consideración. Mis gustos oscilaban entre la música rock & pop y un reciente descubrimiento del folklore, por lo que la temática romántica de los temas que Sandro cantaba (por entonces, él ya había dejado atrás la etapa en que imitaba el estilo rockero de Elvis Presley, acompañado por "Los de Fuego") no terminaba de atraparme. Y su estética del smoking y las camisas con pechera tampoco me atraía.

La vida continuó y, como dice la letra de Homero Expósito, vivir es cambiar. Cambiaron mis gustos, descubrí el tango ("a los que no les gusta el tango, los espero después de los 30", Osvaldo Pugliese) y también las canciones de Sandro comenzaron a llamarme la atención, así como su particular expresividad al interpretarlas. Al mismo tiempo, pude valorar su repercusión popular y ciertas características personales -de las pocas que él dejaba trascender, alejado como estuvo siempre del vedettismo y la figuración- que lo definían como un buen tipo. Un artista que nunca cometió el error de confundirse con su personaje.

Tan importante ha sido su trayectoria, que además de sembrar por toda América Latina clubes de admiradores incondicionales (que seguirán siéndole fieles, no cabe duda), ha tenido numerosos imitadores que le rindieron culto, como ocurrió en el caso de su viejo ídolo Elvis.

La última etapa de su vida lo reveló, además, como un tipo digno y corajudo. Se va de este mundo envuelto en la adoración de sus admiradores y en medio de un respeto generalizado.

P & M quiere recordarlo en este video, cuando Roberto Sánchez estaba en la fase ascendente de la parábola que hoy, tristemente, ha llegado a su fin.




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