Por un lado, al estar editado en Azerbaiján, desmonta el prejuicio quizá muy extendido de que los azeríes sólo andan por ahí montados en camello o pastoreando cabras.
Por otra parte, me parece que sus autores han captado -a su manera- la sensualidad de la música y la danza tangueras (como a su modo lo hizo el dúo de jóvenes pianistas Anderson-Roe). ¿Será esto lo que llaman globalización?
Tal vez tenga razón mi amigo Zeta (quien me arrimó esta rareza), cuando dice que para levantarse una mina, en Bi Ei, Seúl o Bakú, hay que invitarla a bailar un tango...
Son 4:10 minutos, vale la pena.
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