jueves, enero 29, 2009

El modelo Pastorutti


Si algo caracteriza al gobierno en materia económica es la evidente desconexión entre una serie de medidas -varias de ellas, contrapuestas entre sí- que son anunciadas por la presidente, en forma casi diaria, desde el atril donde suele tomar de sus golletes a un par de trajinados micrófonos. Así, los asuntos económicos siguen su marcha como solía hacerlo antiguamente el ganado arreado por los gauchos, con la ayuda del revoleo de sus ponchos.

Este modelo de decisión a los ponchazos, que remite al gesto que la cantante folklórica Soledad Pastorutti popularizó como homenaje a aquellos arrieros, no puede ser calificado de "política económica". No hay aquí un programa de medidas gubernamentales destinadas a influir sobre la marcha de la economía en su conjunto (que de eso trata toda política económica, cualquiera sea su signo), sino una serie de reacciones poco menos que espasmódicas a estímulos reales o hasta imaginarios, con el objetivo único de preservar la liquidez de la caja fiscal, algo que el credo kirchnerista ha identificado como instrumento disciplinador y reaseguro de su poder.

Esto explica que coexistan medidas que procuran expandir el consumo (como los tan promocionados planes para comprar vehículos, heladeras, termotanques y calefones) con otras que apuntan a contraerlo (como la reducción de subsidios). O las modificaciones impositivas que mejoran la posición de los segmentos de mejores ingresos, mientras se proclama la defensa de los pobres. También, que una decisión de la envergadura y la trascendencia que tiene la confiscación de los ahorros previsionales del sistema de capitalización no figurara entre los anuncios de la presidente ni de ningún funcionario del gobierno, hasta casi el mismo día de su puesta en práctica.

La inexistencia de una política económica, entendida como un programa más o menos elaborado con objetivos prefijados e instrumentos concatenados, es coherente con el desquiciado sistema de estadísticas oficiales. Esto es así porque uno de los fines principales de los diversos indicadores, es el de alimentar a la política económica con datos que permitan primero establecer un diagnóstico y luego observar sus resultados para, de ser necesario, corregir los desvíos. Pongo un sólo ejemplo sencillo: una de las variables más importantes que la política económica tiene como objetivo es la inflación, cuya medición en nuestro país es objeto de una grosera manipulación desde hace dos años. Ergo, cualquier conclusión que se pretendiera sacar del comportamiento de los precios estará viciada de nulidad desde su mismo origen.

Tras los anuncios presidenciales, aparecen los funcionarios -la ministra de la producción, el secretario de comercio, el titular de la AFIP, el secretario de agricultura y ganadería- a interpretar y reinterpretar a su gusto y paladar las medidas, mientras los agentes económicos intentan comprender lo que sucede, muchas veces sin lograrlo.

Y así vamos, a los ponchazos, bajo los designios del modelo Pastorutti.

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