martes, enero 13, 2009

La fama es puro cuento

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A estas alturas es muy posible que los autoproclamados ambientalistas de Gualeguaychú estén reflexionando sobre lo efímero de la gloria, asunto sobre el cual ya se habían explayado los poetas del tango ("Y es que la gola se va / y la fama es puro cuento"). Sucede que en la retórica del kirchnerismo, su accionar contra la instalación de una planta fabril en la orilla oriental del río Uruguay pasó de ser "causa nacional" a objeto de represión policial, según se ha ocupado de señalar el gobernador entrerriano Sergio Urribarri, un hombre que no luce como propenso a la rebeldía respecto del poder central.

La cosa no deja de llamar la atención, cuando uno tiene frescas en la memoria las imágenes del bochornoso maltrato a que fue sometido el presidente uruguayo Tabaré Vázquez por parte de Cristina Fernández, durante su discurso en la ceremonia de asunción del mando ante la asamblea legislativa, algo más de un año atrás. Algunos hasta fantasearon con una ruptura de relaciones con el país vecino, tanta era la crispación de este lado del Río de la Plata. Ni siquiera la supuesta afinidad ideológica con un gobierno de centroizquierda como el del Frente Amplio morigeraba la virulencia del planteo.

Hoy la posición del oficialismo en su conjunto ha virado por completo. Primero fue el vocero semioficioso Luis D'Elía quien dejó por unos momentos de abogar en favor de Irán y Hamas para dedicar algunos de sus proverbiales exabruptos a los manifestantes. Y hasta Daniel Scioli, un maestro en el difícil arte de surfear la ola política para no irritar a Néstor, ha cruzado de vereda (o de orilla, digamos, para estar a tono con la ambientación del tema).

Es posible que tamaña modificación tenga su origen en el veto uruguayo a la postulación de Kirchner para la presidencia de la Unión de Naciones Sudamericanas. Y también puede que el gobierno haya recibido señales acerca de un más que esperable fallo negativo para las aspiraciones argentinas por parte de la Corte Internacional de La Haya.

En cualquier caso, lo burdo del viraje no dejará de sorprender a quienes llegaron a dictar el curso de las relaciones exteriores del país y hasta a privatizar los controles migratorios en la frontera.

Quizá puedan consolarse recordando la fábula del alacrán y la rana: actuar de esa manera, está en la naturaleza del kirchnerismo.

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