domingo, septiembre 06, 2009

La selección a paso de cangrejo


El problema no es haber perdido con Brasil, una de las opciones más factibles tratándose de fútbol y de semejante adversario, al menos en teoría. Lo preocupante es que el equipo sigue sin aparecer, por más que suma figuras casi indiscutibles a nivel individual.

Porque lo que distingue a esta selección de otras, es que hay pocas discusiones sobre sus integrantes. Incluso en el caso del partido de ayer, tampoco parece desatinada la elección de la dupla defensiva Domínguez-Otamendi, pese a la escasa experiencia internacional de ambos, en la medida en que se conocen muy bien y fueron el más firme pilar del reciente campeón doméstico, Vélez Sarsfield.

Hay otro elemento alarmante a considerar. Esta selección de Brasil no es, ni por asomo, un equipo deslumbrante, pese a tener a figuras como Kaká, Robinho y Luis Fabiano. A los que anoche, subiéndose con apuro al carro del vencedor, los alababan como "los mejores del mundo", cabe recordarles que ese título pertenece al campeón vigente, Italia, consagrado en el último Mundial en el que las rutilantes estrellas brasileñas cumpleron un muy penoso papel.

Anoche, el DT Dunga volvió a oponernos un esquema defensivo, como ya resulta habitual en estos enfrentamientos. En el partido de ida de estas eliminatorias le salió mal, pero en la final de la Copa América 2007 y anoche le dio buenos resultados. Dos líneas de cuatro bien pegaditas y mucha pierna fuerte (al terminar el primer tiempo la mitad del scratch estaba amonestada) para asegurar el cero en el arco propio; las posibilidades de meter un gol quedaban limitadas a algún contragolpe o a las consecuencias de una pelota parada. Eso es Brasil hoy: la negación profunda de su legado histórico.

Por eso la premisa de "ahogarlo", enarbolada a los cuatro vientos por Maradona, no fue difícil de cumplir, porque Brasil esperaba justamente eso, que Argentina viniera. Después de la primera jugada del partido donde Tévez casi convierte, nuestro equipo no pudo encontrarle la vuelta al planteo rival, más allá de los intentos de Verón por hacer circular la pelota con toques de primera. Los volantes laterales (qué mal anda Maxi Rodríguez!) no desbordaron, Messi empezó a tirarse atrás para tratar de juntarse con la pelota, y poco a poco nos fuimos diluyendo. La falta de gente con peso y oficio en el área comenzó a hacerse sentir.

Así las cosas, el amarrete Brasil llegó al área rival recién a los 23 minutos (perdónalos, Tostao, no saben lo que hacen!) con un tiro libre que terminó en gol, después de que Luisao apareciera increíblemente solo para cabecear. Y aquí me parece que hay un punto importante. En cualquier partido de barrio, o de solteros contra casados, si un equipo tiene gente alta, los rivales se preocupan por marcarlos en las jugadas con pelota parada; después, un grandote podrá imponer su aptitud para el salto y cabecear, pero nunca dispondrá de la libertad de Luisao, que anoche ni siquiera tuvo que saltar para producir el impacto. Es una falla imperdonable, que marca, además, una grave carencia de la dirección técnica. No fue que los sorprendió un jugador de baja estatura apareciendo por sorpresa, sino que uno de los candidatos al cabezazo estaba más sólo que Kirchner en el día del amigo.

Y el 2-0 tras otra pelota detenida y una serie de rebotes, nos terminó condenando, mucho más por fallas propias que por méritos del rival.

En el segundo tiempo fuimos a buscar el empate, con más corazón que juego, mientras los brasileños se refugiaban de manera desvergonzada dentro de su área. Sin despliegue por los costados, caimos en la trampa del embudo propuesta por el rival, y Messi temrinó enredado en su propio fastidio. El zapatazo de Dátolo alentó esperanzas, pero una obra maestra del contraataque pergeñada por el gran Kaká (qué pase milimétrico!) y definida con sutileza por Luis Fabiano resultó el tiro del final. Un detalle fue el contraste entre la exquisita manera en que el delantero brasileño picó esa pelota ante Andújar con la ceguera de Milito, poco después, estrellando su remate en el pecho de Julio César.

Seguimos caminando para atrás, y la clasificación al Mundial (acontecimiento para el que faltan 9 meses...) está comprometida. Lo peor es quenos estamos acostumbrando a perder y los rivales nos han perdido el miedo.

Tal vez estemos pagando el precio de la designación de un DT sin antecedentes en la función, que prioriza el fetichismo de jugar en tal o cual estadio o ciudad sobre los aspectos esenciales de su trabajo.

1 comentario:

Miguel Miranda dijo...

Tocayo, no pude ver el partido de ustedes porque estaba viendo el mío. Contrario a ustedes, a nosotros esta vez nos tocó ganar, y de visitantes. Encuentro una similitud entre Argentina y México (solo una): los dos mejores jugadores de la historia de cada país han llegado a ser técnicos nacionales. Hasta ahí la coincidencia. El caso del mexicano Hugo Sánchez fue un rotundo fracaso; le costó el trabajo, el exilio en España y la llegada de un sueco que no sirvió para nada y ahora el "Vasco" Aguirre anda sufriendo para llevarnos a Sudáfrica. Ojalá y el Pelusa no naufrague en este intento.

Me encantó aquello de "estaba más sólo que Kirchner en el día del amigo" Me he reído mucho.

Un abrazo.