sábado, julio 18, 2009

15 años


Se cumple hoy otro aniversario, el décimoquinto, del atentado a la AMIA en Buenos Aires, un hecho de abominable barbarie (aunque los bárbaros que invadieron el imperio romano un milenio y medio atrás al menos se jugaban el pellejo en las batallas) que nos ha marcado a los argentinos.

Más allá de la pena y la indignación por la atrocidad en sí, están la pena y la indignación por lo que sucedió después. Pena por las alusiones discriminatorias a un ataque "contra los judíos", como si las víctimas no fueran -simplemente- seres humanos (además de incluir a individuos que profesaban otras religiones o ninguna). Indignación por las dobleces, debilidades, complicidades y falta de competencia que en distintas combinaciones pusieron de manifiesto quienes debieron haber actuado para investigar, indentificar responsabilidades y castigar a los culpables.

Pena e indignación, en suma, porque este atentado no resuelto, así como el que destruyó a la embajada de Israel dos años antes, y al igual que demasiados hechos criminales que esperan redención en un limbo que parece eterno, constituyen pruebas flagrantes de nuestra decadente realidad institucional y política.

(La imagen es de La Nación)

1 comentario:

ars dijo...

Mike: Mataron impunemente a argentinos, más allá de la religión que profesasen o no. ¿Acaso no somos libres de creer en lo que se nos ocurra creer? La Argentina es una república democrática y en ella "debería" imperar la Ley que dicte el "máximo poder", esto es el Poder Legislativo, en el cual el Pueblo delega su propio poder y libertad. Luego, el resto, es más de la mismísima mierda peronista que nos domina hace casi 20 años.