lunes, diciembre 21, 2009

Atrapados en el hielo


Las narraciones sobre grandes (o pequeños) viajes me han interesado siempre, quizá porque viajar es una de las cosas que más disfruto. Por ese motivo elegí "Atrapados en el hielo", el libro de la periodista estadounidense Caroline Alexander que relata la grandiosa aventura de Sir Ernest Shackleton y su grupo, quizá el último de los grandes viajes exploratorios por la región de los hielos antárticos desarrollados entre fines del Siglo XIX y principios del siguiente.

Shackleton, nacido en Irlanda, había participado de dos incursiones por la zona: la primera en 1901-1902, bajo el mando de Robert F. Scott, y la segunda, dirigida por él mismo, entre 1907 y 1909. Por distintas circunstancias, ninguna de ellas alcanzó el objetivo de llegar al Polo Sur, hazaña que lograría el noruego Roald Amundsen en 1911.

Por esta razón, Shackleton cambió el propósito original del viaje que había organizado con el algo pomposo título de "Expedición Imperial Trans-Antártica", y que partió de Londres el 1º de agosto de 1914. Como la conquista del Polo Sur ya se había concretado, su objetivo pasó a ser el de atravesar por primera vez por tierra el continente antártico. La expedición estuvo compuesta por una tripulación principal, que comandada por Shackleton navegaría desde Buenos Aires hacia el mar de Weddel en el buque "Endurance" para desembarcar en la zona de la bahía Vahsel, al sur de la península Antártica, y así comenzar la travesía hacia el mar de Ross, pasando por el Polo. Al mismo tiempo, un grupo de apoyo a bordo del "Aurora", partiendo de la isla de Hobart, cerca de Australia, atravesaría el mar de Ross para establecer una serie de depósitos de suministros a ser utilizados por los miembros del equipo central a medida que fueran avanzando.



Mapa de la travesía (prevista y real) de Shackleton y sus hombres

Pero los planes se vieron alterados cuando el "Endurance" fue atrapado en el invierno de 1915 por la masa de hielo, antes de llegar a Vahsel, y empezó a derivar hacia el noreste. En octubre la presión del hielo le produjo daños que obligó a la tripulación de 28 hombres a abandonarlo, hasta que finalmente se hundió el 21 de noviembre. Allí comenzó la epopeya de aquellos aventureros, primero acampando varios meses en distintos emplazamientos sobre la placa helada, y luego encarando (a partir del 9 de abril de 1916) una esforzada navegación en tres pequeños botes salvavidas rescatados del "Endurance", hasta alcanzar la inhóspita isla Elefante, una de las Shetland. Comprendiendo que no podían permanecer mucho tiempo en un lugar que no era visitado siquiera por los balleneros que operaban en la zona, y ponderando además la paupérrima condición física de la mayoría de su personal, Shackleton optó por partir a buscar auxilio, embarcando junto a cinco compañeros en uno de los botes, rumbo a las islas Georgias del Sud, situadas a más de 1.300 kilómetros al noreste. Con el arribo a la isla San Pedro no terminó la saga, ya que los miembros de la avanzada aún debieron atravesarla a pie, hasta llegar al puerto ballenero de Grytviken.

El relato, cuyas fuentes principales fueron los diarios escritos por los expedicionarios, es sencillamente conmovedor, por más que el estilo de la autora -periodista de la revista National Geographic- prescinda del enfoque novelístico. Aún así, uno no puede menos que estremecerse ante el desfile de las penurias físicas y los sufrimientos anímicos de los protagonistas, que van en aumento en la medida en que transcurren los días y las esperanzas de salvación parecen agotarse.

El aspecto central de la obra, a mi modo de ver, es la capacidad de Shackleton para ejercer el liderazgo combinando sus dotes de planificador con una fina percepción de los perfiles psicológicos de sus subordinados. "El jefe", como lo llamaban éstos, mantuvo siempre una firme presencia de ánimo que trasmitió al resto, y también la necesaria ecuanimidad para tomar la decisiones más acertadas, incluso sin dejarse influir por la subjetividad de sus propias opiniones. Allí estuvo la clave para que la epopeya llegara al final -el 30 de agosto de 1916- sin que se perdiera una sola vida.

Esto último no puede menos que resultar sorprendente, si se tiene en cuenta el formidable rigor del clima, con temperaturas extremas muy por debajo de cero, más vendavales furiosísimos y repetidos que se alternaban con duras nevadas y granizadas. A ello se agregaba una ausencia absoluta de comunicación con el resto del mundo.

Dormir (o sólo intentarlo) en tiendas precarias sobre un piso helado o bajo la semipermeable lona de un bote mientras arreciaba la luvia, envueltos en bolsas empapadas; comer día tras días guisos de carne de foca o de pingüino, debilitándose por la falta de hidratos de carbono; escuchar los ruidos de los bloques de hielo al quebrarse en las cercanías, temiendo que la siguiente rotura aplastara al "Endurance" o hiciera desaparecer el campamento bajo los propios pies; soportar varios días de navegación en los pequeños esquifes sin agua potable, mientras el viento calaba los huesos y el salitre horadaba la piel. La lista de padecimientos es apabullante, y la manera en que esos hombres lograron sobreponerse, administrando los escasos recursos materiales y anímicos de que disponían, es admirable.

Un elemento importante que contribuye al atractivo de la obra, incluso en su formato "pocket" que es al que yo accedí, lo conforman las excelentes fotografías del australiano Frank Hurley, uno de los miembros de la tripulación.

Un libro interesante del principio al fin, y una historia que hace reflexionar.



Los perros contemplan el momento final del "Endurance"

(Las imágenes son de Wikipedia)

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