miércoles, diciembre 09, 2009

Periodismo con filtro


Fernando Pomar, su esposa y sus dos hijas pequeñas permanecieron "desaparecidos" durante 24 días. Se habían perdido en algún lugar del trayecto de 250 kilómetros entre las localidades bonaerenses de José Mármol, donde residían, y Pergamino, hacia donde partieron en su automóvil Fiat Duna el 14 de noviembre.
Casi un mes más tarde sus cadáveres aparecieron junto al auto volcado, cerca de un recodo de la ruta 31. Todo indica que se trató de un trágico accidente, ocurrido la noche de su desaparición. Los primeros datos hacen pensar que la investigación de la Policía de la provincia fue sencillamente desastrosa, patentizando la espantosa incapacidad profesional de la institución, pero no es a eso a lo que me quiero referir aquí.
Me interesa, en cambio, enfocar la mirada sobre el desempeño del periodismo en este triste episodio. A medida que iban pasando los días sin que la búsqueda arrojara resultados, la hipótesis del accidente fue cediendo espacio en los medios a otras versiones, a cual más tenebrosa. Se aludió a supuestas internas familiares, a problemas de pareja y a cuestiones financieras, esto a propósito de la condición de desocupado que afectaba a Pomar desde abril pasado. Hasta se llegó a dejar trascender un supuesto contacto del hombre con narcotraficantes.
El periodismo casi en pleno se apresuró a reproducir y ampliar esas suposiciones. Los diarios y los noticieros de radio y televisión no se preocuparon por chequearlas, quizá porque no había tiempo: tenían entre los dientes el bocado de una historia vendedora, y no pensaban soltarlo.
Así fue que se practicó sin miramientos el consabido deporte de culpabilizar a las víctimas, y no se titubeó al momento de arrojar un balde de excrementos sobre su honra.
Hoy, cuando la verdad contrasta de manera tan grosera con esas versiones, los mismos periodistas que ayer las desparramaban se esfuerzan por quitarse el sayo, cargando las tintas sobre el por lo menos indefendible desempeño policial. Ahora, recién ahora, nos repiten una y otra vez, casi sin poder contener su indignación, lo que antes omitieron: que esa información que nos daban no provenía de sus investigaciones sino que era filtrada por la propia policía, con el ánimo de encubrir su inacción. Por supuesto, llegan tarde. Lo dicho, dicho está.
Escribe en su blog la periodista Angela Paloma Martín: El periodismo de investigación es una actividad periodística cuya función principal es investigar a partir de un indicio. Nada tiene que ver con el periodismo de filtración. Las fronteras entre ambos tipos de periodismo están bien delimitadas. Agrega más adelante: Como punto de partida, las filtraciones son muy importantes en el periodismo de investigación. Sin embargo, sin contrastarlas éstas son meros rumores. Lo que hace prestigioso a un medio o a un periodista, no son las filtraciones sino información privilegiada, infromativa y contrastada. Y termina diciendo: La publicación de documentos filtrados no es periodismo. Aunque lleguen informes a la redacción, no se puede publicar así como así. La información siempre debe ser estudiada. El periodista no puede caer en el error de publicar aquello que una fuente oculta desea que se publique por intereses personales. Los televisivos comunicadores Jorge Klipphan, Mauro Szeta y Jorge Pizarro, por nombrar sólo a tres entre muchos, harían bien en tomar nota de esto.

Links recomendados:

-Una ácida visión del suceso, o quizá una explicación desde al absurdo, puede leerse en el blog Todos gronchos.

-El artículo completo de Ángela Paloma Martín está en el blog Donde no existe el silencio.

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