lunes, diciembre 14, 2009

Quo vadis?


Como en uno de esos horribles partidos de fútbol en que los espectadores miran a cada rato el reloj para saber cuánto falta, los jugadores de la política argentina se prestan la pelota en una sucesión de pases mal dirigidos.

D'Elía quiere denostar a Macri pero sus devaluadas agresiones sólo logran oxigenar al atribulado tycoon. Lo mismo le pasa a Aníbal Fernández.

Macri pretende relanzar su gobierno y designa ministro a un librepensador que, veinticuatro horas antes de asumir, publica una nota tan impolítica que no hace más que echar nafta a la hoguera de la crispación.

Scioli intenta cobijarse bajo el ala cada vez menos protectora de Kirchner, sólo para conseguir que su propio hermano y secretario general de la gobernación abandone el gabinete.

Los alineamientos no terminan de acomodarse. ¿Dónde están los dos grandes espacios en los que un pensador que merece mi respeto como Fernando Iglesias, por ejemplo, espera que se desarrolle la oposición al nacionalismo-clientelismo-populismo reinante (escrita, esta última palabra, con premeditación y alevosía)? ¿Dónde habita esa derecha laica y progresista, ese liberalismo heredero de las tradiciones antimonárquicas inglesa y norteamericana y, como tal, defensor de las libertades individuales confrontando con el omnímodo poder estatal? ¿Dónde aparece esa izquierda democrática, esa socialdemocracia moderna, que no abjura de la racionalidad económica ni es enemiga de las empresas, al tiempo que levanta un programa de políticas sociales?

Es difícil avizorarlos. De un lado, los disidentes peronistas de hoy fueron propia tropa del oficialismo ayer nomás, y su divergencia tiene raíces en un apresurado pragmatismo (nadie apuesta a perdedor). Del otro, la suave crítica del pseudoprogresismo queda restringida al discurso, pero en la práctica sus miembros recaen una y otra vez en una transversalidad tardía que se parece al colaboracionismo.

En el medio, un magma indefinido, que no termina de solidificarse y se debate en la especulación sobre conveniencias y alianzas efímeras. Es la masa en la que los dirigentes del radicalismo, la coalición y otras formaciones menores se entrecruzan dardos y esparcen codazos en procura de alambrar territorios indefinidos.

Se trata, en suma, de un conjunto de tiempistas que calcula mal los tiempos. De ideólogos carentes de ideas. De pragmáticos que fallan en la gestión.

El tiempo, mientras tanto, pasa para no volver. La economía creció por cinco o seis años a tasas chinas, pero la sociedad siente, sabe que la situación ha empeorado. Incluso algunos indicadores oficiales llegan a admitir esto, aunque de modo oblicuo.

El tiempo pasa. No pretendo mirar a Brasil, que más allá del exito marketinero de Lula (como lo ha señalado Lucas Llach) y su posicionamiento internacional, mantiene varias asignaturas pendientes. En cambio, miro a Uruguay, que encara una ambiciosa estrategia de largo plazo a despecho de su supuesta condición de paisito. Un paisito con sus instituciones democráticas (órganos estatales, partidos políticos) funcionando a pleno, capaz de gigantescos avances en materia de educación y de sostener políticas de estado en materia económica, algo que nuestro matrimonio presidencial es incapaz de comprender.

Y miro también a Chile, con un pueblo que mientras se apresta a despedir a su presidenta socialdemócrata con una imagen positiva del 80%, no duda en ungir como ganador de las elecciones a un empresario liberal, para colmo millonario. Un pueblo para el que la cultura del trabajo representa un valor esencial.

¿Quo vadis, Argentina? El tiempo pasa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente Master. En mi humilde opinión uno de los mejores comentarios (racionales, sesudos) que he leído sobre la política y políticos de nuestro país.
FHL